Revista Ñ

Todo el mundo alojado en un disco

El singular músico italiano, amante del tango, vendrá al país para presentar su último álbum en la Usina del Arte.

- NICOLÁS PICHERSKY

Lo leen en italiano o traducido?”, pregunta curioso Vinicio Capossela al enterarse de #Dante2018, la propuesta en las redes sociales de nuestro país que consiste en leer un canto por día de La divina comedia. No es solamente que este extraordin­ario y singular trovattore italiano y moderno ama la sabiduría de su país. Por sobre todas las cosas, Vinicio Capossela es alguien que incluye en sus discos la cultura del mundo. Como un Corto Maltés de la canción, las aventuras musicales de este cantautor nacido en Alemania pero criado en Calitri (un pueblo de la región de Campania) lo han llevado a oxigenarse con múltiples influencia­s que van mucho más allá de la canzonetta napoletana típica de ese territorio. Y en vez de tener a Rasputín como dudoso amigo –como en la historieta de Hugo Pratt– en sus trece discos de estudio, Capossela se rodea de las influencia­s literarias que van desde Mellville, Wilde y Conrad hasta Céline y Primo Levi para escribir sus letras.

Días antes de presentars­e en la Usina del Arte, Capossela conversa por teléfono con Ñ. A través de la entrevista, el compositor demuestra una verdadera pasión por la música argentina, pero también por la palabra. Su voz, como dijo Troilo del tango, te espera.

–En su novela Confesione­s del estafador Félix Krull, Thomas Mann le hace decir a uno de sus personajes la declaració­n de amor definitiva por el italiano: “Sí, ‘caro, signore’, porque no hay duda de que los ángeles en el cielo hablan en italiano”.

–Dicen que el francés es bueno para con- versar con mujeres, el alemán sirve para el diálogo militar y el castellano para hablar con Dios. El italiano es para mí la primera lengua y es con la que yo canto cuando quiero homenajear a héroes personales, como Atahualpa Yupanqui. Yo trabajo mucho sobre la lengua italiana y, como usted sabe, tiene una acentuació­n particular. Es una gran lengua para escribir métricamen­te y ahí reside parte de su musicalida­d. Tiene muchos registros: hay un italiano coloquial, uno épico, otro poético, está el italiano hablado... La forma de la balada italiana, por ejemplo, tan antigua, la uso mucho mucho. Se trata, al fin, de la lengua de Dante, de Petrarca o de Miguel Ángel, que ha escrito rimas que yo musicalicé. Sí, soy un devoto de la lengua. Me gusta la etimología de las palabras y creo mucho en ellas.

“Amatoriale” es la palabra que usa Capossela para definirse: un aficionado a la música que fue aprendiend­o durante el camino. “Estudié piano en el conservato­rio. Pero las primeras notas las aprendí en la casa de la sobrina del cura de mi pueblo natal. Luego estudié jazz interpreta­ndo el pianoforte, pero siempre con un fuerte autodidact­ismo”, explica. Y acaso, como en los clásicos, envidiemos a quienes aún no se han acercado a sus canciones, a los que todavía no han caído bajo el influjo y red de este navegante que espía los continente­s desde el ojo de buey del surco de sus discos (varios de sus álbumes son dobles) para entregar uno de los conjuntos de canciones más hipnóticos y perfumados de los últimos lustros. Su discografí­a comienza con All’una e trentacinq­ue circa y nos arrebata con las primeras dos canciones: “Resta con me” y “Una giornatta senza prettese”. El resto es un conjunto de álbumes que van de lo muy bueno a lo excelente y que incluyen hasta un home-

naje al pintor Modigliani en su segundo álbum, Modi.

A pesar de haber nacido en 1965, Capossela parece venir de esa segunda mitad del siglo XX en la que la sonoridad italiana nos arrulló no sólo con las voces de Mina, Roberto Murolo (esa dulzura a pura voce e chitarra) o de ese crooner tano y contemporá­neo que es Paolo Conte, sino también con la voz cortés de Marcello Mastroiann­i, la voz bufa de Alberto Sordi (“Lavoratori… prrr”), la de lobo aullador de Vittorio Gassman en Il Sorpasso, ese tono casi tímido de Pasolini recitando el poema “Las cenizas de Gramsci” (de Cesare Pavese) o, más aquí, la queja de Nani Moretti suplicándo­le a la TV que la democracia italiana reaccione en su filme Aprile (“¡D’Alema, reagisci, rispondi, di’ qualcosa, rispondi!”).

El corolario de Capossela es inconscien­temente discepolia­no (el conocido axioma filosófico-poético del autor de “Cambalache”: “El tango es un pensamient­o triste que se baila”) y cifra la inefabilid­ad del tango al agregar: “Me da la sensación, especialme­nte con el tango, de que son músicas que tratan de desear algo que no existe”. A finales de los 90, grabó Parole d’altrove, un disco de tango y folklore argentinos cantado que aún hoy permanece inédito. En su álbum Rebetiko Gymnastas, se aventuró en un viaje por Grecia en el que registró nuevamente viejas canciones, pero en el lenguaje musical del rebético, un género cuyas raíces se encuentran en la música griega de mediados del siglo XIX. Allí, además, grabó, cantada en italiano, “Canción de las simples cosas”, de César Isella y Armando Tejada Gómez, famosa en la versión de Mercedes Sosa. Pero la apertura del disco es “Los ejes de mi carreta”, de Atahualpa Yupanqui, en una versión extraordin­aria rebautizad­a “Abbandonat­o”. Bastaría con leer la letra, recreada en italiano para emocionars­e: “Perché non tengo alla vita mi chiaman abbandonat­o…”. Como Luca Prodan, un italiano de habla inglesa captando toda la mugre del tango –folklore urbano–, con “Mañana en el abasto”, Capossela utiliza el folklore campero de Don Ata para volverlo, una vez más, particular, universal y actual.

–Es muy común que lo comparen con Tom Waits, me imagino que es un honor, ¿no?

–Naturalmen­te todo esto comenzó viendo un show de Tom Waits en el festival Tenco en 1986 y quedé completame­nte en shock. Pero eso sólo fue hasta que descubrí a Goyeneche…

–¿De dónde le viene la fascinació­n por la música argentina?

–En Modena había un local de baile llamado Circolo Florida di Modena al que asistían exiliados chilenos de la dictadura. Gracias a ellos conocí bastante música latinoamer­icana. Pero con el tango fue una historia diferente. Me compré un disco de Astor Piazzolla y me encantó. Luego, eso me llevó al último período de Roberto Goyeneche y sobre todo a su última época, cuando más que cantar lo que hace es “chamuyar”, como dicen ustedes los argentinos. Me enamoré del Polaco, porque había encontrado en él a un cantor moderno que logra desgranar el texto, la letra de la canción. Y además está su amistad, épica, con Troilo: ´Titilando como si fueran manos amigas, me dijeron: Gordo, gordo, quedate aquí, quedate aquí´ (recita de memoria “Nocturno a mi barrio” de Troilo con su inconfundi­ble acento italiano). En París, junto a Melingo canté “Los Mareados” en italiano y “La última curda” junto al bandoneoni­sta César Stroscio. ¿Sabes? A mí me encanta esta sensación de sentirse “mareado”, no hay una palabra, un sentimient­o así en el italiano. –¿Cómo será el show en el país? –Será un espectácul­o puramente basado en la música porque no tenemos oportunida­d de llevar a cabo la puesta en escena teatral que a veces creamos. Pienso que (se toma un tiempo, cavila) me gustaría interpreta­r las canciones que me parecen más apropiadas para mi idea de Buenos Aires y de la Argentina, con ese “cielo al revés”, como dice el tango “Vuelvo al sur”. En “La pleiadi”, una canción de mi disco Marinai, profeti e balene, yo canto “s’alza in cielo ora la Croce del Sud”, que también tomé de un soneto de Miguel Ángel. Pienso en la Cruz del Sur y me gustaría traducir la mitología italiana como un tributo a los grandes espacios latinoamer­icanos, a la Patagonia y también a su música urbana. Y me encantaría poder ofrecer un pequeño y humilde tributo al tango, pero con mis versiones cantadas en italiano.

En cada disco, Capossela recurre a diferentes arreglador­es, como Tomasso Vittorini, un histórico del jazz italiano que viene de la escudería de los grandes del género de su país, como Enrico Rava y Enrico Pieranunzi. La canción “Con una rosa” es un asombroso ejemplo de sus dotes y de cómo Capossela busca para cada disco texturas diferentes. Teatral y nocturno, melancólic­o y literario, canta “¡Soy monarca, soy bohemio!” en “Che cos’è l’amor”, sabedor de lo que siente el enamorado. Pero también en sus canciones puede haber un aire a Nino Rota como en “Ma L’America” o influjos de mariachis y bolero como “E allora mambo”. “Una giornata senza pretese”, en la voz de un colega suyo más FM como Eros Ramazzotti, directamen­te podría ser un hit interplane­tario.

–El músico de funk Maceo Parker suele decir que su propuesta es 98% de funk y 2% de jazz. ¿Podríamos imaginar una “fórmula” con su música que abarca tantas influencia­s de todo el mundo? La tradición europea, la del jazz-blues americano, la latinoamer­icana…

–¡Al principio era así, pero luego todo se multiplicó y ahora trato de utilizar recursos de la música barroca, de la antigua, de la música provenzal! La música, como se dice en inglés, es play, ¿no?, es giocare, un modo de jugar. Y debe estar al servicio de la historia. En Canzoni a manovella recurrí mucho a las orquestas populares de pueblo italiano y al vals. Trato de utilizar las tradicione­s musicales de cada región de Italia, tan ricas y diferentes. La ópera, siempre, de manera diversa. La bufa, la opereta… Es como la argamasa que empleamos los músicos italianos. En el álbum Canzoni della cupa yo me sirvo de las regiones, pero sobre todo de esa Italia del interior. Porque en el interior están los lenguajes híbridos: ¡es una música popular pero piu selvática! No tan melodiosa como la napolitana, por ejemplo. Y siempre estoy investigan­do músicas urbanas, como el tango, el rebético griego, la morna de Cabo Verde, el fado y la música balcánica. Todas ellas tienen duende.

Ficha

Vinicio Caposella Canzoni della cupa Lugar: Usina del Arte (Caffarena 1, esq. Av. Pedro de Mendoza) Fecha: domingo 18 a las 20

Entrada gratuita

 ?? LUCA ZIZIOLI ?? Influencia­s al andar. El compositor se autodefine como un “amatoriale”: un aficionado a la música que fue aprendiend­o durante el camino, presente en sus canciones.
LUCA ZIZIOLI Influencia­s al andar. El compositor se autodefine como un “amatoriale”: un aficionado a la música que fue aprendiend­o durante el camino, presente en sus canciones.
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