Sarcasmo pop y un programa de artista. Entrevista a Falopapas
AUGUSTO TURALLAS, EL GRAFITERO Y DOCENTE EN BELLAS ARTES, HOY CONVOCADO POR UNIVERSAL MUSIC Y CALAMARO
¿Qué distingue, a golpe de vista, la obra de Falopapas entre otros muros pintados en las calles platenses? Podría arriesgarse que es la naturaleza diversa de los personajes que los habitan: lejos se encuentran sus calaveras vestidas de señoras (en tapa) y sus chicas de lengua libidinosa de los bichos de ojos grandes y mirada inocente que crecen en las obras de otros artistas que trabajan en la ciudad, dentro de la legalidad o fuera de ella. El tono ácido de las imágenes de Falopapas –su nombre es Augusto Turallas– va más allá de la ironía de las formas. Reside en algo mucho más corporal, y si se quiere, más básico: el modo en que trabaja los colores. Contra sus plenos de amarillos, azules o rosas, las líneas se recortan nítidas, y entre murales recargados, firmas ilegibles y cemento derruido, esa nitidez se vuelve fuerza para el ojo que pasa por la calle pensando en otra cosa.
El caso Falopapas es distinto de todos aquellos grafiteros autodidactas que empezaron dejando en las paredes sus firmas estilo “vandal” y que de a poco se fueron inclinando hacia la producción de imágenes más complejas. Egresado de la Facultad de Bellas Artes de La Plata (donde todavía da clases), no sólo encontró en el aerosol y pared el medio propicio para trasmitir sus ideas, sino también una veta laboral impensada. Convocado por diversas firmas y espacios –desde bares a los estudios de la compañía Universal Music y la remake de tapas de discos de Andrés Calamaro–, hoy compra con su trabajo tiempo (y material) para seguir imprimiendo su sarcasmo pop sobre la ciudades.
Pero si las paredes se vienen pin- tando desde hace milenios, el nuevo giro que hace que artistas públicos como Falopapas tengan el éxito que hoy tienen, se debe, sin duda, a su circulación por otros muros.
“Uno sale de Bellas Artes con la idea de trabajar en una galería y tener un marchant: que el tipo venda lo tuyo y vos estés en un estudio pintando, iluminado. Pero es imposible. En mi caso yo no conocía a nadie, mi familia no es del palo del arte... Fueron las redes sociales las que me permitieron generar cierta visibilidad de mi trabajo a partir de la difusión que yo mismo hacía. Empecé a trabajar las redes como un espacio de exhibición de mi actividad plástica, y a comprobar el interés por mi laburo. Por entonces, yo vivía en el fondo de un bar y pintaba los escenarios, hacía esos laburos de onda y subía sus fotos a las redes. De golpe empezaron a pedirme trabajos donde, cuando yo llegaba, las paredes estaban listas, no había que rasquetear ni hacer nada. Eran como un bastidor blanco”.
Algunos años atrás, la lectura a contrapelo de la trama visual urbana generó en Falopapas y un amigo la idea de desarrollar una serie de murales (ilegales, valga la aclaración) que respondieran a un programa plástico preciso: romper con la estética homogénea que se expandía por las paredes platenses. “Nosotros salíamos a mirar graffiti y veíamos que faltaba algo, que había un vacío. Entonces salimos a levantar muros todos hechos en aerosol, algo imposible de hacer para un pibe que está en la facultad y que no se puede patinar tres lucas en un mural. Teniendo un mango y material sobrante de otros laburos, podía encarar esas paredes con intensidad, gastando cinco latas solo para llenar un pleno. Son producciones que además tienen una resistencia a la intemperie y un acabado muy lindo. Y una idea atrás, un programa –concluye–. No es que un día yo me volví loco y empecé a hacer murales. Decidimos hacer esto y pensamos cómo llevarlo a cabo de la mejor manera posible”.
Político en sí, el programa del que habla Falopapas está lejos de estandartes o partidos políticos. Se trata de entrar en diálogo con lo que el espacio urbano ofrece, incluso a cara de perro. “A veces son murales –explica–; otras son intervenciones por el modo en que un trabajo dialoga, interrumpe o incomoda”. Resulta estratégica la ubicación donde las obras son realizadas, tanto en el espacio –el mural en el que dos señoritas están a punto de besarse se encuentra justo frente al colegio católico más tradicional de la ciudad– como en el tiempo, político y social, contemporáneo.
Pintado en una zona céntrica,“Alto guiso” referencia tanto la expresión popular como su utilización por Macri en plena campaña en 2015, cuando declaró que si él era presidente se podría volver a comer con quince pesos.
Pero más allá del programa, sus trabajos, ya se trate de encargos o de pintadas no autorizadas por los dueños de las paredes, siempre dejan ver el imaginario visual que las sostiene y que Falopapas nutre constantemente: “Todo el tiempo estoy mirando obra, me da lo mismo si es de alguien que pinta trenes o que trabaja para una galería”. Sabe además, por experiencia propia, que puede tratarse de la misma persona. Y cuenta su fórmula para pasar inadvertido frente a vecinos y patrullas municipales: “si para pintar te ponés camisa, nadie te hace problema”.