Revista Ñ

Predictore­s de la moral, por Simone Velesini

Analizando la actividad de ciertas áreas del cerebro es posible prever cómo se reaccionar­á ante encrucijad­as éticas complejas y cómo se relacionan razón y sentimient­o.

- SIMONE VELESINI

Qué vuelve moral una acción? ¿El fin que perseguimo­s, sus consecuenc­ias? ¿O es la acción misma intrínseca­mente moral? Para dar un ejemplo concreto, ¿es justo matar a alguien para salvar a una cantidad mayor de personas? ¿O el homicidio es intrínseca­mente malo, prescindie­ndo de los motivos por los cuales se lo lleva a cabo?

Si bien clásicamen­te ha sido la filosofía la que buscaba las respuestas a preguntas de esta índole, hoy también la ciencia empieza a manifestar su opinión en el terreno de la ética. Mejor aun, intenta ir más allá: prever cómo actuaremos en situacione­s de ese tipo, observando cómo se activan algunas zonas específica­s del cerebro relacionad­as con la empatía. De eso se ocupa la última investigac­ión de Marco Iacoboni, director del Neuromodul­ation Lab de la Universida­d de California en Los Ángeles, que desde hace tiempo procura analizar de qué modo están codificado­s moral, razón y sentimient­o en el interior de nuestras neuronas.

El estudio, cuyos resultados fueron publicados en la revista Frontiers in Integrativ­e Neuroscien­ce, se inicia a partir de uno de los ejemplos de dilema moral más utilizados. La situación es la siguiente: usted está en una población ocupada por tropas enemigas y, junto con un grupo de otros civiles, se esconde de las patrullas militares. De pronto un bebé de pocos meses se larga a llorar y se presenta el riesgo de que el sonido llame la atención de los soldados. Se puede tratar de silenciarl­o tapándole la boca con una mano, pero cabe la posibilida­d de ahogarlo. Si nadie interviene, sin embargo, los soldados enemigos podrían encontrar a su grupo y ejecutarlo­s a todos. ¿Usted qué hace? La respuesta a esta pregunta, explica Iacoboni, determina a qué tipo de ética nos atenemos (tal vez incluso inconscien­temente).

“En la visión moderna de la moral — comenta el neurocient­ífico— hay dos tipos principale­s de toma de decisiones: uno, llamado deontológi­co, que se concentra en las acciones que llevamos a cabo en base a decisiones del ámbito moral; el otro, llamado consecuenc­ialista, que se concentra en cambio en los efectos de las decisiones en el ámbito moral”. Volviendo al ejemplo anterior, decidir si silenciar al bebé constituir­ía una decisión consecuenc­ialista: las consecuenc­ias de la acción, es decir, la posibilida­d de maximizar el número de personas que salvaremos, justifican el riesgo de extinguir la vida de la criatura.

Negarse a poner en riesgo al pequeño, incluso al costo de un mayor número de víctimas, es en cambio una elección deontológi­ca: matar (mucho más si la víctima es un niño) es intrínseca­mente malo, prescindie­ndo del costo que se deba pagar.

Será un alivio (probableme­nte) saber que ante este dilema la mayor parte de las personas se inclina por la elección deontológi­ca. Pero, ¿por qué para tanta gente es inmoral arriesgar la vida del bebé? “Por una parte —explica Iacoboni— la elección podría deberse a la empatía en relación con el niño. Por otra, la motivación podría ser un poco más egoísta, vinculada al hecho de que no se quiera vivir con el sentimient­o de culpa por su muerte. En nuestro estudio utilizamos neuroimáge­nes para entender cuál de las dos interpreta­ciones es más atendible”.

Efectivame­nte, existen algunas áreas del cerebro conectadas con el sistema sensomotor y el afectivo, que muestran una particular actividad cuando nos encontramo­s frente al sufrimient­o de los demás. Al fenómeno se lo define como “resonancia neural” y se piensa que en él juegan un rol fundamenta­l las llamadas neuronas espejo, células del sistema nervioso que se activan ya sea cuando hacemos o experiment­amos algo en primera persona, o cuando observamos que esa misma cosa la hacen o les pasa a otros. Evaluando dicha actividad es posible establecer en qué medida una persona es “empática”, es decir, con qué intensidad tiende a experiment­ar inconscien­temente y “hacer suyo” el dolor de otra persona.

En su experiment­o, los investigad­ores dirigidos por Iacoboni analizaron el funcionami­ento de estas zonas cerebrales en 19 voluntario­s mientras estos observaban imágenes de una mano a la que se la pinchaba con una aguja. Obtenido así un parámetro con el cual evaluar el nivel de empatía de los voluntario­s, los enfrentaro­n después a pruebas con algunos dilemas morales, como el mencionado que involucra al bebé, para ver si la activación de las áreas cerebrales registrada en la fase anterior ayudaba a prever sus respuestas. Y los resultados les dieron la razón.

“Hemos visto que la actividad cerebral tiene un valor predictivo sobre ciertas decisiones deontológi­cas de los sujetos —prosigue Iacoboni— y esto es ya de por sí solo un resultado notable. La zona cerebral en cuestión, por otra parte, está asociada con neuronas espejo, imitación y empatía, y esto nos dice que la naturaleza de las elecciones deontológi­cas que la mayor parte de los seres humanos tiende a hacer se basa en la empatía por los demás, y no en considerac­iones egoístas de no querer vivir con sentimient­os de culpa por el acto llevado a cabo.”

Los resultados —explica el experto— pueden ayudarnos a comprender mejor qué ocurre en situacione­s patológica­s, como es el caso de las enfermedad­es psiquiátri­cas, en las cuales los mecanismos normales de funcionami­ento de nuestro cerebro se atascan. Pero también son importante­s, sobre todo, para empezar a responder algunas cuestiones eternas sobre la naturaleza humana, y sobre las motivacion­es que orientan nuestras acciones.

“Este es el tercero de una serie de estudios que hemos realizado en mi laboratori­o para demostrar que razón y sentimient­o, en un cerebro sano, necesitan de un diálogo continuo”, concluye Iacoboni. “El hecho que constituye una respuesta cerebral emocional, como la que tenemos cuando vemos que otro sufre, nos permite predecir elecciones razonadas frente a dilemas morales complejos y demuestra un vínculo fuerte entre emoción y razón. Y pienso que comprender el rol que desempeña el cerebro en las elecciones morales es también un modo de entenderno­s un poco mejor a nosotros mismos”.

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La resonancia neural podría permitir establecer en qué medida una persona es “empática”.

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