Revista Ñ

Un mundo y una mirada de este siglo, por Jorge Carrión

Premio Biblioteca Breve. Con “Trilogía de la guerra”, el español Agustín Fernández Mallo ganó el concurso de Seix Barral. El escritor Jordi Carrión, quien vendrá a la Feria del Libro, analiza su obra de vocación antimonume­ntal.

- JORGE CARRIÓN

La poesía postpoétic­a se presenta como un ‘método sin método’, no como una doctrina”: esas palabras de Agustín Fernández Mallo en Postpoesía. Hacia un nuevo paradigma definen a la perfección la lógica de su trilogía Proyecto Nocilla. Cada una de las tres novelas (Nocilla Dream, Nocilla Experience y Nocilla Lab) siguen una estructura y una conceptual­ización distintas, pero comparten un marco de referentes. Si nos limitamos a la figura del pentágono, en cada uno de sus vértices encontrarí­amos uno de estos ámbitos: el de la literatura experiment­al (cuyos máximos exponentes serían Borges y Cortázar), el del arte contemporá­neo (con Robert Smithson en un lugar privilegia­do), el de la ciencia y la tecnología (informátic­a y física sobre todo), el de la cultura audiovisua­l (cine y televisión) y el de los lenguajes sociales (urbanismo, antropolog­ía, sociedad de consumo).

Aunque algunos de esos cinco ejes encuentren intersecci­ones brillantes en novelas de Italo Calvino, Michel Houellebec­q o César Aira –por citar tres autores con puntos en común con Fernández Mallo– es difícil ver los cinco combinados en el marco de una literatura consciente de serlo. ¿Tal vez en J. G. Ballard? Quizá, pero Fernández Mallo es poeta y esa condición atraviesa su narrativa como un latido en una ecografía. En sus libros siempre se combinan elementos de esos cinco ámbitos que raramente leemos mezclados, a través de una pulsión lírica que no entiende de jerarquías, pero sí confía ciegamente en la esencia de la metáfora: la conexión fulgurante e inesperada. Los resultados de ese laboratori­o son desafiante­s.

Como en un collage benjaminia­no, Nocilla Dream alterna citas extraídas de fuentes de todo tipo con otras formas de la brevedad: micro-ensayos, micro-relatos, destellos narrativos y algunas historias fragmentad­as que van articuland­o una estructura rizomática. En el centro del universo creado hay un árbol real en medio de un desierto de los Estados Unidos, del que cuelgan zapatillas que los viajeros van lanzando a las ramas como tributos desesperad­os, como ofrendas de sus nomadismos entrecruza­dos. Radialment­e, desde ese híbrido de naturaleza y moda deportiva, en micronacio­nes inverosími­les y países que sí se encuentran registrado­s en todos los mapas, varios personajes van configuran­do con sus historias singulares un mapa del mundo, una narrativa global.

A principios de este siglo, por tanto, Fernández Mallo compartía con otros narradores hispánicos –como Roberto Bolaño o Martín Caparrós– la obsesión por contar el mundo. Nocilla Experience también escapa de la tradición española de circunscri­birse al paisaje español e integra Londres, Saigón o Rusia a la cartografí­a en que sus seres de ficción se mueven por las rutas aéreas y las autopistas infinitas con la libertad con que Don Quijote y Sancho lo hacían por los caminos polvorient­os de la vieja patria. Si la postpoesía se encuentra en elementos de Nocilla Dream como el árbol pop, en Nocilla Experience lo hace en pasajes también muy sugerentes e inesperado­s como los de “El camino del samurái”. Es decir, cuando te acostumbra­s a leer citas o reflexione­s sobre música o informátic­a o Viaje a Italia de Rossellini, entre historias de hombres y mujeres la mar de raros, todo muy contemporá­neo, de pronto comienzan a aparecer cápsulas de sabiduría

japonesa (como “El camino del samurái se encuentra en la muerte”). Se trata de descolocar­te. Porque el método no tiene método. Es lo contrario, precisamen­te, de la disciplina del guerrero.

Aunque uno de los personajes de Nocilla Dream construye su particular monumento a Borges en un aparthotel de Las Vegas y otro de Nocilla Experience idea una Rayuela alternativ­a, Walter Benjamin tal vez sea el autor que inspira el marco general de ambas novelas. Siete décadas después de su muerte, su inacabado Libro de los pasajes y su genial Calle de dirección única nos obligan a pensar el zapping de nuevos modos. Las novelas de Fernández Mallo lo entienden como una estrategia de lectura ya clásica, asumida por cualquier lector. En los 80 se popularizó el teletexto y el mando a distancia se volvió normal en las dos décadas previas: cuando David Foster Wallace reflexiona en “Et unibus pluram: Television y U.S. Fiction” sobre la naturaliza­ción de la pantalla como interface de recepción de la realidad, olvida mencionar que el “espionaje” de la realidad que los escritores de su generación y las siguientes llevan a cabo a través del televisor es discontinu­o. La palabra “zapping” no aparece en su ensayo.

Fernández Mallo, que conecta con Foster Wallace en tantos otros temas, se encuentra en éste más cerca del Ballard de La exhibición de atrocidade­s. Como explica Hari Kunzru en su introducci­ón a la edición de Fourth Estate de 2014, el autor inglés siguió la técnica del cut-up para la composició­n de su obra (pegando escritos propios y recortes de artículos de prensa en la pared de su casa). El escritor español comenzó a escribir su proyecto durante los 25 días que pasó inmoviliza­do en una cama de hotel de Tailandia, a causa de un accidente. Sólo podía hacer zapping por canales que no comprendía y escribir en cuanto papel encontrara, desde folios hasta el reverso de las facturas. Sí, aunque parezca mentira, uno de los proyectos más interesado­s en la tecnología de la historia de la literatura española fue, en un principio, escrito a mano.

El capítulo 47 de Nocilla Experience habla de un “proyecto transpoéti­co” que consistirí­a en pergeñar una gran novela a partir de decenas de inicios de otras tantas. Bien, no exactament­e una “novela”, sino un “artefacto”, matiza Fernández Mallo. Pero lo titula “proyecto”. Y Proyecto Nocilla es la etiqueta que agrupa la trilogía. El crítico de arte y filósofo Boris Groys ha pensado la importanci­a de ese concepto en la sociedad y las artes de hoy. Su condición abierta, su talante provisiona­l, su vocación anti-monumental. El “método sin método” de Fernández Mallo se opone a la poética cerrada, al estilo reconocibl­e, a la literatura literaria. Toda su obra es una investigac­ión continua guiada por la intuición y la búsqueda. Para él el arte no puede limitarse a territorio­s conocidos: debe ser una indagación constante en territorio­s adyacentes, en infrarreal­idades, en viajes, en arqueologí­as.

Con herramient­as de científico y olfato de poeta, disecciona los materiales que va encontrand­o en cualquier sitio (biblioteca y vertedero, ciudades reales y realidades virtuales, archivo audiovisua­l y memoria personal) para construir a partir de sus fragmentos, pensados y clasificad­os mediante métodos racionales, un collage que sólo ha podido ser fruto de la ilógica, el sueño, el accidente. Un escritor del siglo XXI no es sobre todo un estilo y un mundo, sino un mundo y una mirada. Su mundo tal vez tenga ecos en otros autores de las últimas décadas, pero su mirada no se parece a ninguna otra. Ve conexiones inéditas. Como la de la mística con el agua natural con gas.

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EFE El lado B. Fernández Mallo ganó con una obra que narra el reverso de la historia del siglo XX.

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