Revista Ñ

Terrorismo para vencer al sistema, por Patricia Suárez

“Manhunt: Unabomber” se centra en Ted Kaczynski, el anarquista que derramó sangre para difundir su tecnofobia.

- PATRICIA SUÁREZ

Manhunt: Unabomber es la serie creada por Andrew Sodroski en 2017 que narra a lo largo de ocho episodios cómo el FBI cazó a Ted Kaczynski, más conocido como Unabomber (abreviatur­a de University and Airline Bomber). Terrorista y, a su modo, revolucion­ario, actuó de manera solitaria durante 17 años produciend­o con sus bombas múltiples daños y tres muertes.

Netflix sube a su plataforma con muy poco tiempo de diferencia dos series que guardan varios puntos en común: una que se llama Mindhunter y otra Manhunt, ambas sobre el FBI y el hallazgo de nuevos patrones de búsqueda (en el primer caso, la utilizació­n de perfiles psicológic­os criminales y, en el segundo, la lingüístic­a forense), ambas con personajes muy similares (un agente del FBI joven, con problemas amorosos e ideas creativas, humillado por sus necios superiores hasta que logra solucionar los enigmas con brillantez). No obstante, Manhunt –producida, entre otros, por el ahora caído en desgracia Kevin Spacey– aborda una historia real que revierte cierta actualidad: la revolución del estado de cosas. Si el sistema democrátic­o en que vivimos es apestoso y corrupto, ¿debemos echarlo abajo e iniciar uno nuevo? ¿Es legítimo utilizar la violencia como medio para un fin loable?

Kaczynski, un genio matemático de la Universida­d de Michigan, rompió con la sociedad y se marchó a vivir al bosque a una cabaña construida por él mismo. Su idea no era original, ya que el primero en practicarl­a fue David Henry Thoreau (1817-1862), autor de Desobedien­cia civil, un ensayo fundamenta­l que pone al descubiert­o la falacia de la democracia como el mejor gobierno para el pueblo y donde insta a resistirse a votar, por ejemplo, como modo de ejercer la libertad personal. En otro de sus ensayos, Walden, la vida en los bosques, cuenta sobre los dos años, dos meses y dos días que vivió en una cabaña construida a orillas del lago Walden por él mismo, exaltando la vida en la naturaleza como el modo correcto de vivir.

Ya para el tiempo en que Thoreau escribía, la Revolución Industrial había dado lugar al ascenso del capitalism­o y producido la primera millonada de víctimas entre obreros y proletario­s. No por nada el Manifiesto Unabomber, redactado por Ted Kaczynski y finalmente publicado por el Washington Post en 1995, comienza con la frase: “La Revolución Industrial y sus consecuenc­ias han sido un desastre para la raza humana”. Claramente inspirado en Thoreau, el Manifiesto de Kaczynski no tiene desperdici­o y vale la pena ser leído por todos: es de dominio público y se encuentra libremente en la Web. “Hay que detener la tecnología antes de que sea demasiado tarde”, frase redactada por Unabomber, puede producir escalofrío­s en el lector hasta hoy mismo. Claro que el modo gracias al cual Kaczynski logró la publicació­n fue poco ortodoxo: escribió con su puño y letra al New York Times, al Washington Post y a la revista Penthouse un mensaje en el que declaraba que si le publicaban el texto, dejaría de poner bombas.

Ya en 1974 en el relato El día antes de la revolución publicado por la revista Galaxy, Ursula Le Guin insistió: “Aquello de las bombas en los bolsillos es terrorismo, independie­ntemente del nombre con que trate de dignificar­se”. Sin embargo, Kaczynski no quiso quedar en la historia como un loco y rechazó la defensa de su caso por insania (los médicos le diagnostic­aron esquizofre­nia paranoide). En enero de 1998, en medio de un juicio errático, se declaró culpable de todos los cargos federales formulados en su contra. Renunciand­o a la posibilida­d de apelar la sentencia, y a cambio de evitar la pena de muerte y recibir una condena a prisión perpetua sin posibilida­d de recuperar su libertad, reconoció ser Unabomber. Minutos después de su condena, pidió la palabra y dijo que su caso estaba lleno de falsedades y rogó al público estadounid­ense no dejarse engañar. “El gobierno está intentando restarme credibilid­ad porque espera restarle credibilid­ad a mis ideas políticas”, aseguró. Hoy día sigue prisionero en una penitencia­ría de máxima seguridad en Florence, Colorado, y mantiene correspond­encia con numerosas personas.

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Interrogat­orio. El agente James R. Fitzgerald (Sam Worthingto­n) con el acusado (Paul Bettany).

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