Revista Ñ

Chicos de Varsovia, de Ana Wajszczuk

En “Chicos de Varsovia”, Ana Wajszczuk viaja a la ciudad polaca protagonis­ta de la rebelión contra los nazis para rastrear sus raíces.

- PATRICIA SUÁREZ

El mito dice que los argentinos, en especial los rioplatens­es, nos creemos europeos porque descendemo­s de los barcos. Lo que no explica el mito es de qué clase de barcos descendemo­s. La mayoría de los inmigrante­s –por no decir la totalidad– llegó al país corrida por la pobreza y las guerras, y la tierra prometida a la que arribaban era el lugar donde esperaban empezar de nuevo, desde cero muchos de ellos. Uno de los modos de hacerlo era el pacto de silencio sobre el horror que habían atravesado. Es un lugar común en la historia de los sobrevivie­ntes judíos y armenios hallar testimonio­s que recién salen a la luz cuando los testigos de los hechos ya son muy ancianos. Fue a lo que se enfrentó, por ejemplo, Magda Tagtachian, que en No me olvides, Armenhui narra la vida y memorias de su abuela armenia. O Iván Jablonka, el autor francés que en Historia de los abuelos que no tuve fue a buscar sus orígenes a un pueblito polaco arrasado por los nazis, y en esa búsqueda encontró a sus parientes argentinos. No todo el mundo tiene la decisión de contar, y tal es el caso de Adam Wajszczuk, padre de Ana, poeta y ahora autora de Chicos de Varsovia, un libro de vida e investigac­ión sobre el Levantamie­nto de Varsovia en 1944 por el ejército insurgente polaco Armia Krajowa, que fue aniquilado junto con la ciudad.

Ana Wajszczuk y su padre viajaron a Varsovia en 2015 a buscar las raíces de su familia y comprender los hechos que la impulsaron a viajar a la Argentina. Lo primero que los impacta y da sentido a su viaje es “la hora W”, a las cinco de la tarde de cada 1° de agosto, cuando la ciudad se detiene durante un minuto. Todo cesa para recordar a los caídos durante el Levantamie­nto. La hora W, escribe la autora, puede significar cuatro cosas en idioma polaco: la hora del estallido, de la liberación, de la lucha, de la libertad y también Varsovia, la ciudad arrasada: todas estas palabras comienzan con la letra W. También podrían referirse a la masacre de Wola, un barrio donde los nazis incendiaro­n y fusilaron cincuenta mil civiles. De capitán para arriba, un oficial nazi podía matar hasta 50 civiles polacos sin pedir autorizaci­ón.

En este libro, la autora recorre los museos que recuerdan el hecho, encuentra a sobrevivie­ntes y vecinos, argentinos y polacos, niños que lograron sobrevivir de milagro y con ese material reconstruy­e la épica polaca. Encuentra historias como la de Wanda Lurie, llamada la “Níobe polaca”, que embarazada, con dos hijos chicos, fusilados los tres, sobrevive porque la bala sólo le atraviesa la mejilla; la envían a un campo donde al cabo de un mes nace su hijo, a quien ella llama Vengador. Ninguno de los criminales nazis a cargo de la masacre de Wola fue ajusticiad­o por lo hecho allí. A Vengador Lurie todavía le queda mucho por hacer, por lo visto.

Chicos de Varsovia es un libro sagaz que suma a la investigac­ión emotivas páginas personales y poemas de la autora, homenajes a los héroes de su familia. Además de conmovedor, Chicos de Varsovia es uno de los libros que a los argentinos nos hacen argentinos. Cada uno de aquellos que se dice “bajado de un barco” tiene una estela de parientes perdidos y una historia de dolor que contar. En ese nosotros del que habla Ana Wajszczuk al referirse a su familia estamos también nosotros, los lectores.

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CHICOS DE VARSOVIA Ana Wajszczuk Sudamerica­na 400 págs. $ 349

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