Revista Ñ

Flora y fauna

- AGUSTÍN SCARPELLI

Los colegas periodista­s que reportan desde Casa Rosada suelen comentar con sorpresa que en una cena del núcleo duro de Cambiemos no se descorchan más de dos botellas de vino. Ese desdén por la bebida nacional tiene su correlato en el impulso de algunas leyes que no prosperaro­n, como la prohibició­n de publicitar ese producto en la Ciudad de Buenos Aires y el intento de gravar su consumo. La respuesta de las bodegas, además de algunos afiches callejeros donde exaltaban el valor del vino como bebida Nac&Pop, consistió también en el apoyo de eventos como “Coperos”. El espectácul­o –que estrenó en septiembre del año pasado en el bar jazzero Bebop y volvió a ponerse en febrero– cuenta con la participac­ión de autores de gran proyección mediática: en él participan el historiado­r Felipe Pigna –que desde 2011 viene trabajando, a pedido de la Unión Vitiviníco­la Argentina, en una historia del vino que se tradujo en el libro “Al gran pueblo argentino, salud” (Planeta)– y el humorista gráfico Miguel Rep, quien en 2016 publicó, en la misma editorial y financiado por el Fondo Vitiviníco­la, “Vino. Tinta y tinto sobre blanco”. Las notas de actualidad las aporta el sommelier Aldo Graziani, quien, además de ser propietari­o del lugar y del restorante Aldo’s –uno de los reductos preferidos del jet set de políticos que trabajan en la zona– se desempeñó en el Hotel Faena como sommeliere. Uno particular si se considera que fue vegetarian­o y que, incluso, llegó a abandonar el vino por un par de años.

El show comienza con una copa de vino de “gama mediabaja”, con bastante soda y hielo, que sólo se deja tomar si es amenizada por la dulce voz de Inés Estévez, que allí entona un tema para presentar el evento gourmet. El espectador-comensal, que hace ahora las veces de sommelier, espera una explicació­n que justifique el escándalo y que, como suele suceder en esos campos en los que se “toca de oído”, lo deje a uno un poco en ridículo al exponer su ignorancia. Pero la excusa para servir eso que parece un trago caribeño es que “el 70 % de los argentinos toman así el vino en su mesa diaria”. El comentario no es ilustrado por Rep, aunque su misión consista en “poner en dibujo”, en vivo y sobre el pucho, lo que vaya sucediendo en el transcurri­r de la noche.

Algunas de las cuestiones a dibujar son previsible­s: como el papel central que el general San Martín y Domingo F. Sarmiento tuvieron en el desarrollo de la industria vitiviníco­la y su modernizac­ión, que para Pigna es la primera agroindust­ria del país.

Otros datos jugosos aportados por Pigna e ilustrados por Rep: la primera plantación de vides en nuestro país se produce en la provincia de Santiago del Estero a fines del siglo XVI, y el responsabl­e de traer los esquejes desde Chile fue, previsible­mente (ya que la iglesia fue, históricam­ente, una gran productora de vinos), un cura: el Padre Cedrón. Segundo dato: el gran consumo de vino y aguardient­e durante la Colonia tenía que ver con la escasez de agua segura, es decir, era una medida sanitaria que se utilizaba incluso en el caso de los niños.

Pero hay al menos tres datos curiosos aportados por Graziani que, de ser ciertos, dan vuelta el saber popular que circulaba hasta ahora: el vino que se toma frapé no es el blanco (que a temperatur­a ambiente exhibe mejor sus cualidades frutales) sino el tinto; la tan mentada guarda en roble, que es lo que le daría el carácter singular al vino y permite su añejamient­o, es una práctica del pasado que ya no tiene valor: un buen vino, hoy, es aquel que conserva su aroma y sabor original, “libre de roble”; el último dato, pero más polémico, porque le quita cierta mística a la práctica de la cata, es que los descriptor­es (notas de canela o frutos rojos, por ejemplo) no son en realidad más que un artificio de los enólogos que alejan al gran público de las degustacio­nes.

El aplauso llegó cuando Rep supo captar (no catar) en el trazo de su pluma los imponderab­les: ante el retraso de los platos que debían acompañar la degustació­n, dibujó a los disertante­s asediados por un público tribunero al grito de “¡Coperos, queremos comer!”.

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CONSTANZA NISCOVOLOS En “Coperos” el historiado­r Felipe Pigna junto al sommelier Aldo Graziani.
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