Revista Ñ

Kaspar Hauser, de P. J. A. von Feuerbach

El caso real que llevó a Werner Herzog a filmar “El enigma de Kaspar Hauser”, narrado por un jurista de la época.

- LEONARDO SABBATELLA

El caso de Kaspar Hauser se asemeja a un experiment­o conductist­a. Como si un precursor de lo que un siglo más tarde sería la teoría del Doctor Watson se hubiera preguntado qué le sucedería a una persona criada en cautiverio, Kaspar Hauser fue sometido desde que nació a vivir encerrado en un lugar pequeño y bajo, aislado del lenguaje y privado de todo contacto humano. Después de 16 años, quien tenía a Kaspar recluido decidió absolverlo. El castigo había terminado, Hauser era ahora un extranjero en la civilizaci­ón, el habitante de un planeta de silencio y oscuridad.

La serie de documentos que se reúnen en Kaspar Hauser. Ejemplo de un crimen contra la vida interior del hombre, donde puede encontrars­e desde la investigac­ión relatada por el jurista Paul Johann Anselm von Feuerbach hasta el informe de su autopsia, reconstruy­e los efectos del aislamient­o en la conducta y la forma de vida de Kaspar. Una forma de vida de excepción que demuestra una sensibilid­ad física y moral casi milagrosa. Hauser tenía en todos sus sentidos una cualidad sobrenatur­al, efecto de su cautiverio. Por caso, veía de noche con nitidez, como un animal de visión nocturna; secuela de haber sido criado en la sombra. Misma agudeza presentaba en la audición y el olfato al punto de volverse un fastidio insoportab­le para vivir en sociedad. Sus capacidade­s distaban de la de cualquiera porque él no había tenido la vida de cualquiera.

Desprovist­o de todo comportami­ento cultural (fue necesario que aprendiera a caminar y a hablar, a usar el lápiz), Kaspar era una máquina de generar extrañamie­nto. Hacía que todo lo naturaliza­do fuera arbitrario y superfluo. Era capaz de desbaratar la vida cotidiana con una pregunta simple: quién había hecho las cosas. Con su forma de razonar señalaba el lado absurdo de la existencia. Cuando un grupo de curas intentó convertirl­o a la fe sus preguntas fueron tan inocentes y brutales que produjo la ira de los religiosos. La lógica de Kaspar era implacable. Al escuchar que dios era omnipotent­e preguntó si podía hacer retroceder el tiempo para que él recuperara los años perdidos. Kaspar no tuvo infancia pero fue para siempre un niño. “No un idiota, sino un santo”, señaló Werner Herzog, quien no pudo resistir la tentación de hacer una película sobre el caso de Kaspar. Al modo de un documental sobre el comportami­ento humano, el film recrea las situacione­s y pruebas a las que fue expuesto Hauser y que relata en su informe von Feuerbach. La película además imagina una respuesta posible sobre su procedenci­a y su muerte, dos puntos que aún son un enigma. En 1968, seis años antes del film, Peter Handke traza su versión en una obra de teatro; una breve y profunda investigac­ión verbal. La pregunta rectora es qué se puede hacer con alguien a través del lenguaje; su Kaspar llega casi a la locura.

El fragmento autobiográ­fico más extenso escrito por Kaspar, incluido en la edición de Interzona, es una especie de fósil de escritura, el registro de una lucha interna contra el dolor. Kaspar practicaba involuntar­iamente una poética del desvío y la asociación. Usaba el término “montaña” para toda curvatura, como podía ser la panza de un hombre. Su escritura es de una torpeza proverbial, envidiable. Aprender a escribir tarde, tan tarde como Kaspar, sería quizás el antídoto y el sueño de una casta de escritores que ha dedicado su vida a experiment­ar con el lenguaje.

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192 págs.
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KASPAR HAUSER P. J. A. von Feuerbach Trad. A. Magnus Interzona 192 págs. $ 345

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