Para vibrar con la mente, por Sandra de la Fuente
Hernán Cattaneo, el DJ argentino que triunfa en el mundo, dará un show sinfónico con orquesta en el teatro Colón.
El mundo lírico está alborotado porque su teatro, el Colón – ícono universal de la ópera y el ballet–, alquiló su sala a una productora que hará el festival Únicos, una serie de shows entre los que figuran el cantautor catalán Joan Manuel Serrat y el DJ Hernán Cattaneo.
Decibeles, razones estéticas, pero también éticas: todo se mezcla en este debate. ¿El contrato regula qué tipo de show se puede hacer? ¿Cuánto le queda al Colón, o a los amantes de la lírica, como ganancia de esos alquileres? ¿Debería el teatro hacer espectáculos populares, con voces e instrumentos amplificados? Las respuestas son variadas, pero todas tienen el mismo tono de reproche hacia la gestión actual del teatro. Mientras tanto, Cattaneo trabaja junto con su equipo de productores y Gerardo Gardelín, director y arreglador. Quiere hacer una presentación que esté a la altura del teatro. Ese, dice, es su desafío.
“Sé de qué se trata el teatro Colón. No haría jamás una rave en un teatro así”, subraya apenas comienza a conversar con Ñ. Esas palabras volverán una y otra vez, como en un loop, durante la charla. “Los ensayos los manejan Gardelín y la gente de la orquesta, que son mucho más meticulosos que nosotros. Los DJ andamos solos por el mundo: voy, vengo, pongo y saco. Hago lo que deseo. Pero aquí el compromiso es diferente. Y si se me da por no cumplir, tendré siempre el límite del sonidista, quien ya advirtió que no piensa pasar de los 70 decibeles. Trabajé toda la parte electrónica con mi equipo. Luego, con Gardelín ensayamos con una orquesta virtual. Llegaremos al Colón recién el día del show, por la mañana, para el ensayo general. Es un concierto en el que, en lugar de Beethoven, se escuchará, por ejemplo, a Depeche Mode. Hacemos música electrónica con una orquesta de 50 músicos. No es un show de agite. A todos los que compraron la entrada les entregaron la explicación de que este es un concierto para escuchar sentado. Puede pasar que alguien vaya sin saberlo, pero apenas comience se va a enterar de que fue al lugar equivocado”.
–Pero, por ejemplo, el kick del bombo es parte del estilo de esta música. No creo que fácilmente puedas reemplazarlo por una fila de contrabajos. –No, claro que no puedo reemplazarlo. El kick del bombo estará, pero reducido en su potencia para que simplemente marque el tiempo y no produzca vibraciones. Cuando ponés música en un festival, el kick tiene que estar fuerte para que a la gente le pegue en la cadera y quiera empezar a moverse. Pero acá no hace falta hacer vibrar a nadie corporalmente. En todo caso, habrá que hacerlos vibrar mentalmente.
–Es difícil anticipar qué quedará de tu estilo una vez que se acabe esa vibración.
–Todo pasa a la mente. Está pensado para que la música te ponga la piel de gallina y no para que muevas las piernas. Conceptualmente, no tiene nada que ver con lo que hago habitualmente, con lo que hice el sábado pasado en Australia. La parte melódica de los clásicos que seleccionamos para este show con orquesta es la que estará reivindicada. En vez de buscar los golpes repetitivos, que tradicionalmente tiene esta música, buscamos por el lado de las melodías. Yo tenía pensado armar un espectáculo con 25 canciones. Sin embargo, Gerardo vio que algunas no iban a funcionar bien, que iban a quedar planas, muy chatas. Fuimos probando hasta que encontramos el material con el que él po- día jugar más.
–Tu música va a recorrer el camino que hizo el tango, de música para bailar a música para escuchar. ¿Qué cambios habrá que hacerle para que sea interesante únicamente desde el punto de vista auditivo? –El 70% de la música electrónica es para bailar, pero hay un 30% que nunca fue bailable. Eno y Sakamoto van como ejemplo de lo que digo. Como DJ, me hice conocido y represento a una escuela de la música electrónica en la que hay mucha melodía. La gente que viene es aquella a la que le gusta la melodía porque esa es mi marca. Puede ser que alguno salga con la idea de que faltó ritmo, pero eso ya no depende de mí. También hay un gran grupo de gente a la que le gusta lo que hago desde el punto de vista melódico pero me dice que no soporta el bochinche de la electrónica. Esa gente saldrá muy contenta. Aunque no hago música para convencer a nadie. Hago la música que me gusta. Si aceptamos este proyecto es porque pensamos que era un desafío el tener que adaptarnos al lugar. Por eso Gerardo hizo arreglos llenos de timbres para las piezas electrónicas que nosotros hacemos habitualmente. La melodía se escucha muy arriba y el groove está muy apagado.
–¿A Gardelín lo elegiste vos o lo eligió la productora?
–Este show se empezó a gestar hace dos años, más o menos, cuando Darío Lopérfido era el director artístico del teatro. Él y Agustín Pereyra empezaron a ver cómo hacerlo. Y en ese momento, tuvimos muy buenas referencias de Gardelín, de su compromiso y de su flexibilidad. Porque yo quiero trabajar con alguien que se entusiasme con lo que hago. Luego, Gardelín estaba trabajando en los arreglos y dirección de Únicos y lo mío se sumó.
–Tu música es muy repetitiva. Si no fuera por el movimiento corporal que genera, uno podría decir que es minimal. ¿Te parece que esa idea de repetición sobrevivirá sin baile?
– En los últimos diez años, con tanta difusión en Internet, la mayor parte de la gente ya sabe lo que hago, sabe muy bien lo que va a escuchar, conoce el estilo. A los que no les gusta y piensan que lo que hago es aburrido, no irán. Así que no lidio con ese tema, me dedico a seguir mi camino. Y te digo más, como la mayoría de los tickets se vendieron rapidísimo, estoy seguro de que los que compraron son fans. Los que compren a última hora puede ser que vengan a ver de qué se trata. Y algunos se aburrirán. Pero yo soy honesto con lo que hago.
–¿Cuál es la formación de la orquesta, qué instrumental usa?
–Cuerda completa, flautas, flautín, oboe, corno inglés, clarinetes, fagotes, cornos, trompetas, timbal, percusión y arpa. Son 50 músicos. Tenemos invitados a un violonchelista, un guitarrista y un bajista. También está la soprano Oriana Favaro. –Que cantará con micrófono.
–Sí, claro.
–Los instrumentos acústicos no tendrán amplificación, pero sí los electrónicos, a los que habrá que cuidar que no pasen los 70, ¿no? –Obviamente, lo nuestro es digital y va amplificado. En la orquesta algunas cosas se amplificarán también. Pero todo va a la consola de Néstor Scalcione, que tiene el control general, que sabe cuál es el volumen adecuado en el Colón y que nos advirtió que no subirá más que hasta lo establecido.
–¿Lo establecido dónde?
–Yo no vi el contrato pero sé que existe y sé también que hay una limitación. Lo que yo firmé no tiene que ver con los decibeles, porque no firmé un contrato con el Colón sino con la productora. Néstor me dijo que tenía que adaptarse a las regulaciones del teatro porque si no, se lo harían saber al instante.
–La limitación existe, pero el problema es que los decibeles suben porque los músicos solistas se escuchan poco, piden más volumen y en el show, con gente adentro, se da un poco más de volumen porque hay menos rebote, de modo tal que se va perdiendo el control y esa regulación finalmente, no la cumple nadie.
–A mí no se me ocurriría cambiar las reglas del teatro.