Escritora argentina (1936)
Yo empecé a hacer los viajes porque se me agotaron las ganas de escribir ficción y me pareció más revelador salir por el mundo a mirar. Pero si sigo haciendo viajes tengo que pensar qué es lo que hago. Porque no quiero volverme automática. Yo quiero que me salgan plumas nuevas.
Yo no soy inocente. Lo que sí tengo es esa veta medio optimista.
No suspendo el tiempo en función de algún hecho central en el que antes ponía todas mis fantasías; ahora es como si todo fuera importante e irrelevante a la vez. Y si el tiempo se ha adueñado de mí, me parece que me he hecho a la vez más dueña del tiempo. Ojalá que me dure.
Todo arte de escribir es hacer una digresión y saber volver.
Nosotros entendemos a través de nuestra propia inteligencia y no tomamos en cuenta otros saberes.
Hay que ser compasivo y agresivo para escribir.
A mayor libertad de pensamiento, mayor disciplina. La disciplina asociada a la libertad implica que cuanto más alto volás más disciplinado tenés que ser. Cuanta más ficción hacés, más control tenés que tener para que resulte verosímil.
Viajar te sirve para darte cuenta de dónde estás parado y de cómo sos. A mí siempre me gustó viajar, pero siempre me gustó volver.