Revista Ñ

La pesquisa del irlandés

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Juan José Delaney se jacta de tener una buena biblioteca de policiales argentinos. “Pero cuando vi la de Donald Yates en su casa de Santa Helena, California, me di por vencido – cuenta–. Era un bibliófilo, por lo pronto tenía las coleccione­s policiales de Rastros y Pistas completas, y muchas primeras ediciones con dedicatori­as de los autores. Todo en una extraña caja fuerte que sólo se abría desde un banco”.

Yates preservó las cartas de Walsh, pero no las propias, y también mantuvo correspond­encia con Leonardo Castellani. Tradujo además a Marco Denevi y Manuel Peyrou, entre otros autores nacionales. Después de su tesis The Argentine Detective Story, compiló las antologías El cuento policial latinoamer­icano (México, 1964), donde incluyó relatos de Adolfo Pérez Zelaschi y W. I. Eisen, entre otros, y Tiempo de puñales (Seijas y Goyanarte, Buenos Aires, 1964), para la cual Walsh reescribió íntegramen­te “En defensa propia” y “Las tres noches de Isaías Bloom”.

También en 1964, Yates integró con Walsh el jurado del tercer concurso de cuentos policiales de la revista Vea y Lea. Considerab­a que los orígenes de la novela policial hispanoame­ricana se encontraba­n en Con la guadaña al hombro (1940), de Abel Mateo y que el género decayó como resultado de “la influencia de autores norteameri­canos”. En 1964 Juan Jacobo Bajarlía incluyó su relato “Los ojos que no ven”, a título de “argentino honorario”, en la antología Cuentos de crimen y de misterio.

Delaney, que a la vez está escribiend­o una historia de la literatura policial en la Argentina, conoció a Yates en 1986 y se convirtió en su correspons­al. También tradujo dos capítulos de su biografía de Borges, que publicó el Boletín de la Academia Argentina de Letras. Su padre fue compañero de Walsh en el Instituto Fahy de Moreno y da nombre a un personaje del cuento “Irlandeses detrás de un gato”.

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