Revista Ñ

Leonard Cohen, el poeta del fuego

- RAQUEL GARZÓN

En el centro de la sala, bajo una luz cenital, un teclado esconde un libro entero: basta con apretar cualquier tecla para que Leonard Cohen recite, uno a uno, los poemas de The Book of Longing (2006). En castellano este podría sonar como “a menudo pienso en vos / cuando estoy solo en / mi habitación la boca abierta y el control remoto / perdido en algún lugar de la cama”. Recién salida de entre las sábanas, su voz cavernosa, alquitrana­da lo ocupa todo como si estuviera inventando cada palabra al ponerla a vibrar en el aire. El poema se esponja a través de las decenas de parlantes viejos y bocinas de gramófonos que rodean al órgano Wurlitzer, corazón vintage de la instalació­n que Janet Cardiff y George Bures Miller llamaron The Poetry Machine.

La obra es una de las veinte que integran A Crack in Everything, la megaexhibi­ción con la cual el Museo de Arte Contemporá­neo (MAC) de Montreal homenajea hasta el 9 de abril al hijo más famoso de esa ciudad canadiense, fallecido en 2016. Su legado inspira a los más de 40 artistas, músicos y cineastas que participan del tributo. “Ella entró en mi pie con su pie / y en mi altura con su nieve...” sigue diciendo al presionar otra tecla el mismo Cohen que convirtió en leyenda un mix de virilidad, desesperac­ión y deseo, como poeta y narrador desde los 60 y en sus cinco décadas como cantante (superventa­s en 1988 con Soy tu hombre). En su voz todo verso tiene algo de piel.

La llegada de Cohen al museo es un resultado natural de su señorío icónico en las calles, donde protagoniz­a murales en distintos barrios (“santo secular de Montreal” lo ha llamado The New York Times). Reinan la media luz y el clima de concierto en las seis salas que el MAC le dedica. Las propuestas multipanta­lla recrean actuacione­s en distintos escenacrib­iendo rios y cuando las sillas se acaban, los visitantes se sientan en suelo a escuchar y cantar junto al autor de Hermosos perdedores. The Offerings trabaja con la ilusión de una conversaci­ón cara a cara con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011. “Para mí, la poesía es una evidencia de la vida y no la vida misma; son las cenizas de algo que está ardiendo bien. A veces uno se confunde y trata de crear cenizas en lugar de fuego”, alerta Cohen, en la videoinsta­lación de Kara Blake, que desgrana en cinco pantallas y diversos encuadres la imagen envolvente del poeta jovencísim­o, esa mano, tachando y deteniéndo­se para pensar la idea que sigue a la que acaba de anotar, como si de esa criba esencial dependiera encender la chispa de la lumbre. A veces, cuenta, llega un poema de un tirón como un extraño regalo. Pero en general, el trabajo del poeta es reescribir hasta que siente que ha dado con imágenes indelebles. Una de ellas tañe en el título de la muestra: “Toca las campanas que aún puedan sonar / olvida tu ofrenda perfecta / hay una grieta en todo, / así es como entra la luz”.

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Montreal. Murales y megamuestr­a en el MAC.
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