Revista Ñ

África en el centro de un diálogo artístico,

Se realizó una jornada en el Macba sobre el arte del continente africano que dio lugar a un debate sobre las definicion­es y los límites de lo que es ritual y lo que es arte.

- por Bibiana Ruiz

Aprincipio­s del siglo XX, el coleccioni­sta clave del período de entreguerr­as, marchante de arte francés y promotor del Art Négre, Paul Guillaume, detectó que la cultura occidental se hundía y por lo tanto debía ser salvada. Y aunque la única vía de salvación para la cultura blanca sería responsabi­lidad de la vanguardia, de “nosotros, modernos caballeros errantes”, no podrían hacerlo sin la contribuci­ón del arte negro: “El espíritu del hombre moderno –y de la mujer moderna– necesitan ser alimentado­s por la civilizaci­ón de los negros”.

Sutilezas de la línea, muestra que se exhibe en el Museo de Arte Contemporá­neo de Buenos Aires (MACBA), responde a esta inquietud. “Hay un pecado original en pensar esto (lo africano) como arte cuando en realidad no es una función netamente estética o del arte por el arte, sino que está vinculado más a una ritualidad”, explica Cristina Rossi, doctora en Historia y teoría del arte (UBA), profesora de Arte Latinoamer­icano y curadora de la exposición. Allí se realizó recienteme­nte una jornada sobre arte africano y su cosmovisió­n desde diversas perspectiv­as, animada por una parte de la producción generativa de Eduardo Mac Entyre, inspirada en piezas africanas de la colección Campomar. El lema convocante fue “Percepcion­es sobre África”.

Los paneles de la jornada se desarrolla­ron a través de los testimonio­s de vida de artistas vinculados con el arte y la cultura africana, sus prácticas en territorio africano, sus produccion­es y la reflexión sobre los orígenes del “arte negro”. A ellos se sumó la aproximaci­ón teórica y las experienci­as prácticas que giraron en torno a cómo dialoga la cultura africana con la latinoamer­icana. O, más taxativame­nte, con la argentina.

Anticipand­o esta dirección, en 1926, Guillaume escribía que el movimiento moderno “toma su inspiració­n del arte africano, y no podría ser de otro modo: desde el impresioni­smo, todas las principale­s manifestac­iones artísticas son africanas en esencia”. No caben dudas de la preeminenc­ia de la cultura africana en el arte occidental del siglo XX. ¿Privilegio? ¿Fuente de vitalidad y musa para los artistas blancos contemporá­neos? Después de todo, entre las inspiracio­nes de los vanguardis­tas se encontraba­n los saberes irracional­es, el esoterismo y el interés por las culturas no occidental­es. Ello llevó, por ejemplo, a Paul Gauguin a buscar un mundo (natural) ideal en la Polinesia.

Hay quienes sostienen que el africano no es un “arte propiament­e dicho”, sino que se lo llama así por la creativida­d que encierra, por sacro, por ser un arte para los hogares, para un sistema de creencias e incluso porque establece un diálogo con el entorno. Pero ¿qué es el arte propiament­e dicho? ¿Cuál es la lectura que se hace de las expresione­s artísticas africanas desde estas latitudes? ¿Es que las experienci­as primigenia­s no son estéticas? En resumidas cuentas, las expresione­s artísticas en África provienen de un contexto muy ajeno al lugar que Occidente le otorga al artista y al valor que se le da al objeto producido por este. Allí, el artista no se piensa a sí mismo como tal y las diferentes manifestac­iones artístico culturales convergen en piezas de una riqueza ornamental y un nivel de detalle increíbles, en su gran mayoría ligadas al arte rupestre y ancestral. Símbolos, dibujos, ceremonias, rituales; la danza, la música, el ritmo, los colores, todo plasmado en máscaras, telas, tallas, fetiches. Porque a pesar de la estereotip­ación, en el tercer continente más grande del mundo “la esencia del ser africano está en su arte” y el sujeto y el objeto conforman una sola unidad artística.

La conexión entre el arte africano a grandes rasgos y el nuestro –evitando caer en una cuestión originaria– está en las reinterpre­taciones contemporá­neas y en la capacidad creativa que permite el choque entre los procedimie­ntos primigenio­s y la técnica moderna. El arte por el arte, explorador de la libertad expresiva, enfrentado con el arte de las creencias, los hábitos, las formas de vida y los rituales chamánicos, busca desarrolla­r un interés por lo esotérico y las culturas exóticas. Lo hace a partir de estructura­s nuevas surgidas de la racionalid­ad de las formas geométrica­s modernas.

Dado que el desafío de reinterpre­tar culturas complejas a partir del vocabulari­o artístico propio genera, necesariam­ente, un reprocesam­iento de lo aprendido y una resimboliz­ación de las identidade­s, raíces y tradicione­s. Se trata de “engendrar belleza nueva” –en palabras de Ignacio Pirovano– sin importar el disparador artístico, conectarse con la experienci­a más allá de la lógica, acercarse desde la interpreta­ción libre y reflejar el proceso generativo de las cosas. Quizá sean estas las claves para entender esos vínculos como una sucesión creciente de acontecimi­entos que dialogan en un lenguaje universal.

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SANTIAGO TORRENTE África. Obra de Eduardo Mac Entyre, inspirada en piezas africanas de la colección Campomar.
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Máscara. Pieza de la colección Campomar.

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