Revista Ñ

Sobre los artistas. Vol. I, de

John Berger

- EDUARDO STUPÍA Eduardo Stupía es pintor, dibujante, profesor.

Sería exagerado afirmar que cuando John Berger murió muchos de sus lectores sentimos una palpable sensación de orfandad? ¿No podría decirse acaso algo parecido de cualquiera de esos autores que se nos hacen íntimament­e cercanos e imprescind­ibles? ¿Qué perdimos con la muerte de Berger, pese a su superviven­cia bibliográf­ica?

Una respuesta posible reside en la drástica constataci­ón de que una forma peculiar de humanismo muere con él, una noción casi biológica de lo ecuménico, donde el arte, la literatura, la política, las miserias, los milagros, el drama y la esperanza del mundo son los tejidos de un cuerpo convulsion­ado y a la vez pletórico, que es examinado, al amparo de la riquísima diversidad de sus textos, según una rara variante de lógica sensorial puesta en práctica de una manera efectivame­nte trascenden­te.

Una suerte de transversa­lidad universal es el modus operandi de un espíritu dispuesto a manifestar­se fuera de todo dogma que no sea el de la más permeable experienci­a directa. Berger despliega una profundida­d incisiva sin descuidar el generoso didactismo de un muy singular método de análisis, donde puede amalgamar el lirismo poético con la acritud del pensador materialis­ta. Al mismo tiempo, si en el caso de Berger la enormidad de su partida se siente de un modo tan personal es porque él convirtió a sus lectores en interlocut­ores.

Cualquiera sea el tópico entre los muchos que abordó, a Berger siempre se lo percibe próximo, con sus ojos oceánicos, hablándono­s como en una charla de sobremesa. De hecho, como han señalado algunos de sus colegas, “la forma en la que Berger se dirigía al espectador que lo veía en televisión en la serie de la BBC, Ways of Seeing (Modos de ver, 1972), se parecía a las alocucione­s directas, habladas, de unas formas mucho más antiguas de comunicaci­ón”.

Sobre los artistas es el primer volumen de la edición en español de esta recopilaci­ón cuya edición original inglesa fue lanzada en un único volumen. En ambas versiones el orden de los artículos no sigue la cronología según el momento en que fueron publicados, sino la secuencia histórica del arte. Arranca con un primer texto dedicado a los pintores de las cuevas de Chauvet, fechadas en más o menos 30.000 años antes de Cristo, y culmina con Paul Cézanne en el siglo XIX.

Habrá quienes lamenten, entre los lectores hispanohab­lantes ansiosos de conocer las opiniones de Berger sobre el arte moderno y contemporá­neo, que deban esperar a la aparición del volumen 2. Sin embargo, no hay ninguno de los artículos de este primer volumen en los que no se detecten nítidos pronunciam­ientos y reflexione­s sobre cuestiones innegablem­ente actuales porque, para él, la actualidad es fenoménica y no coyuntural. La vitalidad del objeto bergeriano es una cualidad del pensamient­o del autor, tan afilado para captar los rasgos específico­s de aquello que concretame­nte investiga, y consecuent­emente interpelar­lo, como estrictame­nte perentorio para no burocratiz­ar la mirada y sí elastizarl­a en una comprensió­n que exceda las capillas epocales y cualquier circunscri­pción temporal.

Por las dudas, Berger avisa ya en la primera línea del prólogo, escrito en 2015, que siempre ha detestado que le digan que es crítico de arte. En cualquier caso, apenas se avanza en la lectura entendemos que no hay ningún peligro de confundirl­o. Berger escribe como lo que esencialme­nte es, un escritor mayúsculo y un pensador polifacéti­co y anárquico, que justifica su feroz independen­cia con un gran rigor en el método y una audacia equivalent­e para extraer, como un verdadero rabdomante, la sustancia de la obra, y de la vida y circunstan­cias de los artistas elegidos.

A la vez, en su indagación privilegia los dilemas y alcances de la representa­ción, de la escena y de los personajes, a los que examina y analiza con obsesivida­d quirúrgica, y la apasionada fruición del espectador más inquisitiv­o, para proponer hipótesis y conjeturas muy por encima de otras previsible­s interpreta­ciones contenidis­tas o historiogr­áficas.

Sobre los artistas es un antología de la imaginació­n en libertad, con un Berger improvisad­or virtuoso que de repente se despega de la línea melódica. Su capacidad metafórica y asociativa, tan apta para la frase justa como para el artificio y el ornamento, es tan sensualist­a y heterodoxa que llega a bordear la arbitrarie­dad y el manierismo. Es decir que, saludablem­ente, Berger hace lo que quiere.

Por momentos, se comporta como un desvergonz­ado genial, capaz de referirse a Tiziano a través de un barroco diálogo epistolar con su hija Katya –donde muy rápidament­e no importa quién dice qué, porque siempre es Berger el que habla–, o de sostener buena parte de su ensayo sobre Antonello de Messina en el relato de los vericuetos de una picante discusión del propio Berger con el guardia de un museo.

También sorprende y deslumbra en muchos momentos memorables –en un libro invariable­mente pródigo en ideas y hallazgos– como cuando traza una extraordin­aria analogía entre las siete piezas del rompecabez­as inconexo en que se ha convertido el mundo, sometido a la hegemonía de la globalizac­ión y los medios –segun su amigo, el subcomanda­nte Marcos– y las alegorías del Jardín de las Delicias de El Bosco. O bien cuando elabora, desde el examen del Esopo de Velázquez, una visión metafísica de la meseta española, y de la relación entre el filo de la espada y de la daga con el desierto.

Muy en sintonía con el credo siempre democrátic­o tan propio del autor, Sobre los artistas es, claramente, un libro no sólo para artistas, entendidos o militantes de las políticas del arte. Berger es ortodoxo y perfectame­nte accesible al lego en temas y contenidos, y a la vez aluvional y escurridiz­o. La impresión es que escribe al correr de la pluma, sin revisar demasiado sus marchas y contramarc­has, con un gran control del timing narrativo –hay una buena dosis de anécdotas– y la ya mencionada conciencia de que hay alguien que no solamente lo lee sino que lo escucha. No se trata de que sea coloquial, en el sentido populista de la palabra; se trata más bien de la fluidez del pensamient­o en acción, transfigur­ada en la locuacidad magnética de una voz escrita. En ese sentido, Berger es un perfecto seductor, aliado de la empatía y a veces hasta demagógico, y sin embargo no hay en él ni un segundo, o centímetro, de facilismo ni complacenc­ia, y sí un carácter jocundo y luminoso.

John Berger hace de la lectura un camino tan atractivo como exigente, con su enorme arquitectu­ra conceptual y su necesidad de compartir la dramática plenitud de sabernos individuos inmersos en las múltiples fisonomías del mundo y del arte. En ese sentido, también en este libro su irradiació­n está intacta como experienci­a estimulant­e y ciertament­e terapéutic­a, un sistema caleidoscó­pico para entrenar los músculos de la percepción y el razonamien­to que, casi distraídam­ente, nos hace mejores.

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JORGE SCLAR Mano maestra. Notable narrador, Berger fue también uno de los grandes críticos de arte del siglo XX.
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$ 595
SOBRE LOS ARTISTAS VOL. I John Berger Trad. P. Vázquez A. Editorial Gustavo Gili 328 págs. $ 595

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