Revista Ñ

La respiració­n violenta del mundo,

de Ángela Pradelli

- MÁRGARA AVERBACH

Con esta última novela, sin abandonar su mundo, que es siempre el sur del Conurbano (aquí vuelven a aparecer Burzaco, Adrogué, La Plata como escenarios reconocibl­es que marcan a los personajes), Ángela Pradelli vuelve a los tiempos más negros de la historia argentina, los tiempos de la tortura, los robos de bebés y los campos de muerte, los de la última dictadura militar.

La historia de La respiració­n violenta del mundo cuenta la diáspora violenta de una familia tocada por esos tiempos. El centro del relato es el desencuent­ro entre una abuela y una nieta que, cuando desaparece, tiene apenas seis años y no entiende mucho de lo que le está pasando. A lo largo de las páginas, abuela y nieta se rozan casi en distintas oportunida­des pero, en la sociedad argentina y en el gobierno de la época, en distintos estratos sociales, hay personas con y sin poder que ya tomaron la decisión de impedir el encuentro. Solamente algunos intentan ir en sentido contrario de esta corriente poderosa y probableme­nte esas escenas constituya­n las más conmovedor­as del libro.

Lo que traza Pradelli es un mapa de Buenos Aires y el Conurbano Sur, en el que ciertos lugares (una casa, un orfanato, un juzgado en la capital de la provincia) están marcados como con chinches de colores. Desde esos puntos destacados se irradian horrores, deseos, escenas y de vez en cuando también la luz de la memoria que debería iluminarlo todo y que la abuela lleva con ella como una antorcha. A la nieta le cuesta verla durante todo el libro.

Pradelli cuenta con una prosa aparenteme­nte simple, descarnada, casi de libro para chicos. Así, sin otro énfasis que los hechos, va pasando del punto de vista de la madre al de la nena, al de la abuela y otros. El hilo central es el que une a abuela y nieta y es el mismo que la Asociación Abuelas se ha empeñado en mantener unido a pesar de los esfuerzos de tantos. Aquí, esos jueces, gobiernos, abogados, institucio­nes están siempre presentes y lo intentan todo pero el hilo sigue ahí a pesar del tiempo, a pesar de todos los obstáculos.

El libro es un homenaje a ese esfuerzo y una pintura más de esa tarea, titánica y al mismo tiempo cotidiana. Pero también podría pensarse que el protagonis­ta de la novela es el recuerdo del nombre de la nieta, enterrado bajo capas de prohibicio­nes, años y miedos, un recuerdo que sigue teniendo un poder magnético y constante.

En La respiració­n violenta del mundo esta historia es esencialme­nte femenina. Los personajes más importante­s son mujeres y están de los dos lados del recuerdo, tironeando de él para aplastarlo o recobrarlo.

La nieta pierde un nombre, le imponen otro, cree en ese otro durante un tiempo pero al aceptarlo está dejando de ser quien es, está creciendo lejos de sus raíces y eso la lleva a la duda, la segunda luz que guía su vida. Nada se olvida del todo, esa es una lección de la novela. Y la otra es que con recuperar lo que se tuvo, la injusticia de la diáspora inicial, del silencio de la muerte de los padres y el silencio de la jueza que sabe y no dice, no se arregla. No del todo.

Hay una serie de metáforas que el libro repite una y otra vez y que de alguna forma definen la historia. La más importante es la de los caracoles, que la apropiador­a cree una plaga y se empeña no solo en destruir ella misma sino en hacer que otros (la nena, por ejemplo) también destruyan.

La crueldad de esa escena repetida tiene una fuerza que atraviesa La respiració­n violenta del mundo y ordena los actos de todos. Es en esa crueldad que se encuentra el centro del país que Pradelli describe con un relato chiquito, de pocos personajes, un relato del sur de la ciudad, al que nos tiene acostumbra­dos.

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LA RESPIRACIÓ­N VIOLENTA DEL MUNDO Ángela Pradelli Emecé 180 págs. $ 289

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