El fin intuido en el espejo.
Sobre la exhibición de Luciana Rondolini
Es una constante en el arte contemporáneo poner en jaque todos los criterios de verdad enquistados en el tiempo, reguladores de la moral y las costumbres; romper con cualquier tipo de imposición de formas, pensamientos e ideales de vida a los cuales deberíamos aspirar para sentirnos parte de una elite o grupo de pertenencia. Reflexionar sobre la belleza en la vida y en el arte poniendo en crisis el concepto de perdurabilidad en el tiempo y perpetuación a través de las posesiones materiales –tan ponderado por el mercado y el consumismo– son claros objetivos en la obra de la artista visual Luciana Rondolini (Buenos Aires, 1976), quien hace días inauguró FIN, su primera muestra individual, en la galería Del Infinito.
Rondolini –formada en el Instituto Nacional de Arte (IUNA)– transforma el espacio de la galería en una plataforma de experimentación que combina elegantemente materiales económicos típicos de la construcción –como son el enduido y el yeso– con cadenas, esposas, perlas y huesos, todo enmarcado por una paleta cromática que pasa de la sutileza del blanco a lo extravagante del dorado presente en la bijouterie de bajo costo.
Los espejos son otro de los elementos constitutivos del discurso: están ubicados estratégicamente para producir cierta incomodidad, devolviendo reflejos donde los objetos se interponen al impulso vanidoso del espectador que busca la imagen de su propio rostro. La elección estética enfatiza el contraste entre los aparentes objetos de lujo y los materiales que recrean ese mundo utópico de valores vigentes en un imaginario colectivo que ve en el status social, en el poder, en la belleza y en la juventud un salvoconducto a la eternidad.
Dice la artista: “Me interesa crear piezas que son atrayentes, utilizar un lenguaje cotidiano, el del mercado, donde todo tiene que llamar la atención para ser vendible y no importan los contenidos sino la superficie. Todo entra por los ojos y está a la venta.” Y no es un dato menor el hecho de “decorar” los objetos con el enduido trabajado con una manga de repostería. Las calaveras, las manosguantes presentadas bajo esos toques ornamentales, apelan, por un lado, al atractivo visual y por el otro vuelven a recordarnos que esa fachada simplemente baña y resguarda el contenido; es lo primero que se destruye cuando se quiere acceder a su verdadera esencia.
Toda la propuesta expositiva es una gran máscara: los objetos suntuosos no son más que meras baratijas, las paredes se descascaran dejando al descubierto la fragilidad de la materia que las compone y hasta algunos dibujos que acompañan las instalaciones tienen sus figuras cubiertas por un empaste que las oculta parcialmente de la mirada inquisitiva del espectador.
Si bien las obras fueron pensadas especialmente para esta muestra, Rondolini continúa una línea de trabajo que comenzó años atrás con una serie de frutas naturales recubiertas con gemas de plástico –dándoles apariencia de piedras preciosas– que se iban pudriendo con el paso del tiempo. Esta práctica se replicó con flores y hasta con comida. En FIN, la artista prefirió trabajar en piezas cuya duración pudiera extenderse un poco más en el tiempo, a pesar de la precariedad de los materiales que las componen. Dice Julián Mizrahi, director de la galería, del trabajo de la artista: “Rondolini es contemporánea en la factura y tradicionalista en la técnica. Demuestra que el lápiz es una pieza esencial y tradicional del arte contemporáneo argentino. En su obra el dibujo es algo fundamental, la seguridad en su trazo habla de una artista sin miedos, que no duda. En el caso de la muestra FIN, la artista decidió ocupar la galería con objetos de nuestra vida cotidiana, transportándolos a su propio universo estético. Calaveras, manos y pedazos de mampostería realizados con materiales básicos y nobles resignificados se funden en las paredes de la galería o sobre su propio reflejo. Rondolini traslada el dibujo a un plano escultórico blanco, monocromático, con destellos dorados, cerca de una ironía hacia el mismo mercado donde está inserta la obra. El manejo de ambas técnicas hacen de la muestra FIN, un concepto completo que también incluye dos cualidades básicas en cualquier obra: trabajo y poesía.”
Dudas y temores primarios inherentes al ser humano emergen de estas formas. La eterna pregunta sobre el límite entre aquello que deseamos tener o ser y aquello que en realidad nos constituye como personas y que está muy lejos de poseer un valor comercial sobrevuela la sala. La obra de Luciana Rondolini nos propone reflexionar, como una suerte de memento mori contemporáneo, sobre aquellos valores que aun siguen marcando nuestro ritmo, adentrados ya en el siglo XXI, así como los nuevos dioses que emergen con otros rostros, otras apariencias y que vienen a reemplazar los esfuerzos que hagamos por liquidar viejos ídolos impuestos por las leyes del consumismo. Pero como reza la famosa sentencia de Marx, “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Frente a ello, cualquier intento de eternizar la materialidad es misión perdida desde el inicio.
Ficha
Luciana Rondolini. FIN. Lugar: Del Infinito Arte, Av. Quintana 325. Fecha: hasta el 15 de marzo. Horario: lunes a viernes, 10 a 19. Entrada: gratis