Daniel Santoro
Artista plástico Una visita postergada
No sé por qué no viene el Papa a la Argentina; infiero que su decisión tiene que ver con las dinámicas de las internas políticas y la forma en que estas se desencadenarían con su llegada. Estas internas no son ajenas a los posicionamientos ideológicos que generaron por lo menos dos bandos: los que extrañan a aquel Bergoglio cardenal, que atendía las urgencias tácticas en su territorio, y los que apoyan a este papa Francisco con una nueva misión estratégica, que a escala universal prioriza su combate contra la codicia suicida desatada por el actual sistema económico. A muchos compatriotas les cuesta entender y se confunden al creer que se trata de un extraño cambio que incluso podría deberse a la reactivación de un gen residual setentista.
Entiendo que el Papa nunca podría apoyar el aborto, pero lo que me apena es que el gobierno haga un uso político y oportunista de esta postura doctrinaria central en la iglesia. En este tema solo podrá esperarse que la Iglesia juegue su rol tradicional.
En mas de una ocasión, el papa Francisco aclaró el término populismo y lo diferenció de lo que es aquel el viejo populismo europeo de raíz fascista. Los nuevos liderazgos populistas latinoamericanos se constituyeron en torno a los movimientos de liberación a lo largo del siglo XX; el líder populista latinoamericano no tiene nada que ver con el europeo, que es fascista e imperialista, sino que ejerció siempre liderazgos positivos, como el que ejerce Francisco a escala mundial. Este liderazgo se vio plasmado sobre todo en su viaje a Bolivia, donde les habló claramente a los movimientos sociales, como lo haría un líder popular, pero desde su condición de pastor misericordioso.
Por otro lado, ese liderazgo universal lo ejerce a través de prédicas y encíclicas, que claramente cuestionan la centralidad que el “Dios dinero” ostenta en este tiempo, a la vez que retoma la idea cristiana de un capital puesto al servicio del hombre. Con estas trascendentes decisiones podemos imaginarnos la enorme cantidad de enemigos que acumula desde todos los centros de poder mundial, tanto económicos como comunicacional.