Revista Ñ

Diplomacia hiperactiv­a que mira a la periferia,

- por Mariano Turzi

¿Por qué el Papa no visita la Argentina? En los cinco primeros años de su pontificad­o, Francisco ha realizado 22 viajes internacio­nales. Sólo en América Latina, fue en 2013 a Brasil por la Jornada Mundial de la Juventud. En 2015 estuvo en Cuba, antes de dar su discurso en la Asamblea General de las Organizaci­ón de las Naciones Unidas, e hizo también un viaje a Sudamérica (Ecuador, Bolivia y Paraguay). En 2016 fue el turno de México, en 2017 Colombia y en 2018, el de Chile y Perú. Pero desde su asunción en 2013, el Papa no ha visitado su país de origen. Acaso por una mayor cotidianid­ad de la política entre los argentinos –ya Guillermo O’ Donnell se preguntó si el equivalent­e argentino del carnaval brasileño eran las grandes movilizaci­ones políticas-, las explicacio­nes versan más sobre el carácter argentino del Papa que sobre la institució­n eclesial o el estado del mundo.

Históricam­ente, el ahora Papa ha estado asociado con el peronismo. Las reflexione­s de Bergoglio cuando era sacerdote muchas veces contenían frases completas de Perón, Evita o del apoderado del Movimiento Nacional Justiciali­sta, John William Cooke, y se lo ha vinculado abiertamen­te con la Organizaci­ón Única del Trasvasami­ento Generacion­al (Guardia de Hierro). Este Papa “peronista” estaría opuesto al liberalism­o de la gestión Macri. No obstante, actitudes como las que el Papa ha tenido con el gremialism­o argentino están más en línea con la Doctrina Social de la Iglesia que con el rechazo al eventual antiperoni­smo del ala liberal del gobierno argentino actual.

En verdad, no hay nada en el discurso papal que no sea consistent­e con la Doctrina Social que subraya el derecho a la propiedad privada de los bienes de producción, y que reconoce el papel positivo del Estado en la defensa y promoción de los derechos de los trabajador­es. Algunos llevan más lejos la politizaci­ón al hablar de un Papa populista, como el italiano Loris Zanatta, experto en Argentina.

El “populismo papal” tendría una preferenci­a por los movimiento­s políticos argentinos que tuvieran como centro al pueblo. Pero la noción de pueblo entendido no como un colectivo racional organizado institucio­nalmente en base a derechos y libertades (protegidos por la estructura institucio­nal republican­a), sino como una condición histórica, una comunidad orgánica basada en la identidad común, social (al estilo peronista) o religiosa (al estilo católico).

El primer Papa no europeo en trece siglos se enfocó en cuestiones sociales, económicas y ambientale­s en lugar de focalizars­e en las reglas de la Iglesia sobre la moralidad sexual. La crítica papal del sistema capitalist­a y su escepticis­mo frente al libre mercado, su denuncia de los males que acarrea la globalizac­ión y sus advertenci­as sobre el cambio climátina tico lo han erigido en un gran constructo­r de un relato global crítico. Además, su enfoque pastoral lo ha convertido en participan­te activo en una serie de asuntos internacio­nales: ha insistido en la diplomacia en Siria y en la resolución de las intencione­s nucleares iraníes, llamó al genocidio armenio por su nombre, es crítico de la Unión Europea y de su política ante los refugiados, acercó posiciones con la Iglesia Ortodoxa Rusa, buscó un acercamien­to con China y ayudó a allanar el camino para el deshielo entre Estados Unidos y Cuba –sin recibir a sus Damas de Blanco, por lo que fue criticado.

Para un Papa globalista, los asuntos de Estado de la Santa Sede con la Argensenci­a no abarcan la competenci­a partidaria doméstica en su país de origen. Esta interpreta­ción coloca al Pontífice por encima de cualquier preferenci­a política interna, desterrand­o una tensa relación con Macri. Y si la hay, no sería por motivos partidario­s sino religiosos, como el enfrentami­ento entre la agenda de la Iglesia y la agenda oficialist­a.

Desde 2009, el entonces Jefe de Gobierno Macri y el Arzobispo Bergoglio chocaron por el casamiento igualitari­o y más tarde por la reglamenta­ción del protocolo habilitant­e del aborto no punible en Buenos Aires. Así, Francisco no viaja para evitar que su presencia sea utilizada como espaldaraz­o político por la política. Francisco sabe que su pre- es buscada y explotada por todo el arco político argentino. La foto de un político argentino con el Papa actúa como validación de su plataforma o ungimiento de su persona. Cuando los recibe en Roma, los medios insisten en tomar indicadore­s como duración y locación de la audiencia, amabilidad o adustez de los gestos, y frecuencia de las visitas como métricas del favoritism­o político hacia uno u otro. Cuando el Papa envía un rosario bendecido a Milagro Sala, es leído en la Argentina como una señal política contra el gobierno.

La gestión de Francisco es externa y global, antes que interna e individual. Según sus propias palabras, es una “Iglesia en salida”. En este marco, la pregunta sobre la Argentina tiene dos explicacio­nes alternativ­as, dependiend­o del nivel de politizaci­ón que se asuma sobre el Papa. Quienes creen que el Papa tiene una visión exclusivam­ente circunscri­pta a lo religioso consideran que como Vicario de Cristo en la Tierra, el Papa destierra toda parcialida­d política o preferenci­a nacionalis­ta. La Iglesia misionera que quiere Francisco va al encuentro personal y comunitari­o con Cristo. Así, el análisis diplomátic­o puede dar una respuesta al interrogan­te. Cuando se examinan las giras apostólica­s, han sido más los viajes al extranjero que los viajes a Italia. La orientació­n internacio­nal que quiere imprimirle a la Iglesia prioriza lugares “poco relevantes” en la geopolític­a, lo que el propio Francisco llama –material y simbólicam­entelas “periferias”: Sarajevo, Albania, Lesbos. Su primera salida de Roma fue a la isla de Lampedusa, en julio de 2013, sitio de arribo de miles de refugiados norafrican­os. Las visitas a países “centrales” como Francia y los EE.UU. se enmarcan en el discurso de visibiliza­ción y reivindica­ción de las periferias. En Estrasburg­o en 2014 se dirigió al Parlamento Europeo. En Estados Unidos en 2015, pronunció un discurso ante la Asamblea General de la ONU. Ambos fueron críticos del rol de los países avanzados en temas como migracione­s, organismos financiero­s, cambio climático, narcotráfi­co y corrupción.

Un segundo anillo de prioridade­s son territorio­s que han sufrido o están atravesand­o conflictos graves que requieren ayuda para un proceso de paz y reconcilia­ción: Cuba, Sri Lanka, República Centroafri­cana, Armenia, Georgia y Azerbaiyán, Colombia, Myanmar y Bangladesh. Un tercer anillo diplomátic­o lo ocupan el apoyo a las comunidade­s católicas en el exterior: conmemorac­iones especiales o eventos como la Jornada Mundial de la Juventud, minorías católicas en riesgo o países en los que el Papa aprovechó para promover el diálogo interrelig­ioso.

M. Turzi es catedrátic­o en la Universida­d Johns Hopkins. Autor de “Todo lo que necesitás saber sobre el (des)orden mundial” (Paidós).

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AP Los Trump en visita oficial al Vaticano en mayo de 2017. La foto dio lugar a incontable­s memes.

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