Flora y fauna
¿Por qué Harry Houdini (1874 - 1926) es el mago más famoso? ¿Por qué todo el mundo conoce su don para el escapismo? Hijo de una familia judía que se mudó de Budapest a Nueva York cuando él tenía apenas cuatro años, Houdini se construyó como una estrella del mundo del espectáculo que estaba transformándose. “Se adelantó a muchas técnicas de promoción que se utilizan hoy en día”, afirmó Miguel Delgado, curador de Houdini. Las leyes del asombro, la exposición que hasta el 2 de junio se puede visitar en Fundación Telefónica.
En una conferencia el viernes 9, el periodista e investigador examinó su biografía en paralelo a la aparción de los espectáculos y los medios de comunicación de masas. Junto a María Santoyo, Delgado culmina una trilogía de exposiciones que incluye las de Nicola Tesla y Julio Verne, como “tres per- sonajes definitorios del pasaje del siglo IXI al XX”, el momento en que la magia abandonaba los freak shows.
El afiche proyectado en la sala muestra a Houdini como “el rey de las cartas”, una disciplina por la que no es especialmente conocido. Delgado se apoya en esta imagen para contar una transición: cuando su representante le sugiere que debía concentarse en el escapismo, en su habilidad para liberarse de candados y grilletes, e irse de gira por Europa. Viajó pero al regreso Houdini lo despidió, y en poco tiempo ya era una estrella. No había celda ni cerradura que lo pudiera retener, y mucha gente iba a verlo con la secreta esperanza de que fallara, para poder decir que estuvo allí en el momento de su muerte. “Todo esto estada manipulado al milímetro para reforzar esa sensación”, contó el curador, con una reflexión: “Lo que nos muestra cómo hemos cambiado como público, porque la mayor parte del tiempo la gente no veía; hoy mantenemos mucho menos la atención, somos menos pacientes y cambiaron los shows”.
En su afán de celebridad, el mago sacó los números fuera del teatro: shows multitudinarios saltando de un puente, encadenado en medio del río Hudson, le llenaban los teatros.
“Hoy día sería un cazador de tendencias”, afirmó Delgado. “En una sociedad inmigrante, donde muchas personas tenían problemas con la policía, liberarse de las esposas era muy llamativo –explicó–, al igual que aparecer casi desnudo cuando un hombre podía ir preso por mostrar las piernas”. Lo comprendió como nadie, como usar la camisa de fuerza, la forma definitiva para que una persona no se pudiera mover, utilizada con las personas con problemas mentales: “Usándolas en sus shows estaba reventando otro símbolo”. Una réplica de su camisa está en la muestra.
También fue visionario del auge de la aviación y los pilotos estrella, y se hizo fabricar su propio biplaza para convertirse en el primer hombre en sobrevolar tierras australianas (lo hizo solamente para obtener el récord y después lo vendió).
En paraleo a su existencia eminentemente física, por los esfuerzos para sus escapes y su entrenamiento, Houdini fue un bibliófilo. Como nunca aprendió a escribir bien, quería tener la amistad de escritores y personas del mundo de la cultura. Contó Delgado: “Al final de su vida había construido una biblioteca formidable y llegó a contratar al bibliotecario de Harvard para que la gestionara”. Pero no sólo buscaba obsesivamente documentar la historia de la magia: regresaba de Eurpa con baúles repletos de volúmenes científicos. Porque de sus leyes se nutre en gran parte de magia. “Hoy sabemos que una de las ramas más vanguardista de la neurociencia está trabajando con los magos, porque tienen un conocimiento intuitivo de las limitaciones y los fallos”, sorprendió el curador a su auditorio.
En su plan de ser universalmente conocido fundó su propia productora de cine, con la que filmó series de capítulos de 20 minutos que culminaban en el momento crucial para dejar a todos expectantes, y regresar al siguiente con la resolución exitosa. Eso sí, era un pésimo actor. Lo suyo era la realidad.