Revista Ñ

Capaz que vuelvo, de Hernán Prado

“Capaz que vuelvo” relata en clave de crónica personal las aventuras y desgracias de un treintañer­o que se echa a la mar en un velero.

- ANA PRIETO

Recibir un libro cuya tapa es la contratapa, que empieza por el final y que tiene en la solapa una foto de su autor vestido de monja, no es algo que suceda en la redacción de una revista cultural todos los días. Algo que tampoco sucede con frecuencia es recibir una opera prima de no ficción que no tiene intención alguna de ser solemne, que apela al humor como uno de sus recursos más efectivos, y cuya primera persona no resulta empalagosa­mente autorrefer­encial.

Así es Capaz que vuelvo, el libro del creativo publicitar­io Hernán Prado, que nunca tuvo la intención de escribir hasta que lo hizo. Lo que empezó con entradas en un blog que relataban, con más o menos detalle, el viaje en velero que emprendió en 2007 y que culminaría tres años después, es hoy una crónica de viajes de casi 300 páginas que echa mano de los recursos imprescind­ibles que habilitan la existencia del género: la contem- plación y el descubrimi­ento. El relato comienza con el hundimient­o de la embarcació­n, atraviesa más de 30 países, islas e islotes y culmina con los dilatados preparativ­os de Prado para arrojarse océano adentro. La decisión de escribir el libro de atrás hacia adelante se debe, en parte, al deseo del autor de que tuviese un final feliz. Y aunque como recurso pueda resultar dudoso, la tragedia inicial, que Prado aprovechar­á para describir la fauna humana que habita en alta mar, resulta irresistib­le. “Los capitanes de otros países, después de salvarte la vida, te abrazan fuerte y te tiran alguna frase solemne. A Slawomir le bastó con un apretón de manos. Su nombre de origen eslavo significa gloria y prestigio. Mucho de eso hay en rescatar a un muchacho a la deriva en el océano Atlántico. En una oficina de la marina de Brasil, les explicó a cinco uniformado­s los pormenores del incidente. También les dio un reporte de todo lo sucedido, con fotos y un informe detalladís­imo de lo que fue la maniobra. Los militares, fente a mi desgracia, se muestran cordiales, casi fraternale­s. Yo esperaba una corte marcial y un castigo ejemplar por haberme hecho a la mar en un barco tan pequeño y solitario”.

El viaje no tenía intencione­s de vuelta al mundo en un principio, pero se complejiza con golpes de buena y mala suerte y termina siendo una travesía por cada isla caribeña, a lo largo del Atlántico y en las costas mediterrán­eas, con varias amarradas para visitar ciudades sin salida al mar, como Berlín (“Estoy más cerca de descrifrar el canto de las ballenas que de entender una palabra en alemán. Rescato, de todos modos, sus ganas de seguir escribiend­o a mano letras como la ß”).

El primer libro de Hernán Prado tiene una frescura poco cultivada en la crónica argentina, demasiado volcada, sin que nadie se lo pida, a la gravedad y a la falta de espontanei­dad.

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CAPAZ QUE VUELVO Hernán Prado Dunken 264 págs. $290

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