Mapas al límite del arte contemporáneo. Tres muestras en Muntref: Anna Bella Geiger, Graciela Sacco y Leila Alaoui
Muntref expone obras de Anna Bella Geiger, pionera del conceptualismo brasilero, una videoinstalación de Leila Alaoui y una muestra homenaje a Graciela Sacco.
Haciendo sinergia con la naturaleza de ese edificio que más de un siglo atrás daba cobijo a aquellos que bajaban de los barcos, el Centro de Arte Contemporáneo de la Universidad Tres de Febrero acaba de inaugurar tres muestras en las que tres artistas contemporáneas, provenientes de las más diversas poéticas, reflexionan acerca de cuál es el espacio que habitamos (y de qué modo).
Al homenaje rendido a Graciela Sacco (fallecida a fines del año pasado) y la pequeña muestra instalación de la francomarroquí Leila Adaoui, se suma la cuantiosa muestra de la brasilera Anna Bella Geiger. En las espaciosas salas que miran al río, las decenas de mapas que la artista, pionera del arte conceptual carioca, ha intervenido con lápiz, con lino, con técnicas como el collage o el fotograbado, para cuestionar los supuestos ideológicos desde los que pensamos el territorio y sus límites, parecen adquirir una mayor carga simbólica. Curada por la española Es- trella de Diego, Geografía física y humana reúne 75 obras, entre objetos, fotografías, videos e instalaciones, y está centrada justamente en esos mapas que la artista realizó durante los años 70 y 80. Mapas que funcionaron como puntapié inicial para que la artista diera el salto desde la abstracción pictórica hasta una obra basada en objetos circundantes, explorando una diversidad de técnicas. Mapas que le permitieron sugerir, en plena dictadura, aquello que por seguridad debía callar: que esos dibujos de líneas punteadas que nos enseñan a leer desde la escuela, guardan un grado de arbitrariedad y abstracción mucho más grande que cualquier óleo aplicado sobre un lienzo.
–La forma de intervenir esos mapas es por momentos muy afectiva, hay algo de cierta calidez en el tamaño y en los materiales de sus obras... –Cierto, sí. Todo esto puede ser muy conceptual pero los significados a veces vienen de un trazo en el lápiz que va a torcer y a transformar el sentido, y el sentimiento es el sentimiento porque estoy envuelta en Río, donde vivo, no quiero salir de ese lugar. Mira, el arte cambia, mi arte cambia, las situaciones cambian... Yo sólo puedo hablar de mi trabajo. Busco cómo
formular situaciones estéticamente. –¿Cómo fue su transición desde el arte abstracto a las obras que hoy pueden verse en esta muestra?
–Fui una artista abstracta por quince años, tenía el ejercicio de saber cómo se hace una composición, pero ahora eso no me ayudaba porque el desafío era otro... Necesitaba recurrir a otros métodos para hablar de lo que me interesaba. Mi trabajo venía desarrollándose desde un lugar mucho más visceral ligado al cuerpo humano. No es que yo pensara que mis trabajos no expresaban lo que yo sentía, pero adentro mío algo se iba acelerando... en paralelo los años pasaban y la dictadura no terminaba. Entonces empecé a pensar que a partir de la cartografía (que era algo que ya estaba en mi cabeza) yo podría concebir metáforas. Utilizar mapas implicaba trabajar con imágenes que no pertenecían al mundo del arte, sólo podía hacer un uso simbólico. Pero yo no conocía nada sobre mapas y sentía que eso me impedía concebirlos estéticamente, hacerles decir lo que quería. Entonces me puse a estudiar.
–¿Qué tan difícil era ser artista conceptual, latinoamericana y mujer en en Brasil de los 70?
–Yo tenía una necesidad de transformar mi poética a través de la lectura. Esa manera de trabajar el objeto no era sólo mía, muchos artistas venían trabajando en esa dirección, pero no teníamos en Brasil ninguna vinculación con los centros hegemónicos. No tenía con quién conversar, y no es que no hubiera gente pensando, pero sentía que no era correspondida en esa charla. Para mí fue muy importante pensar en la idea. Una vez le pregunté a Joseph Beuys si se consideraba un artista conceptual, porque un artista como él es más rebelde, y me dijo que sí. En ese momento ser conceptual no era una cartilla, no implicaba obedecer a ningún mandamiento, pero a mí me brindaba la oportunidad de comprender por qué un artista como él o como yo misma nos interesábamos por cuestiones más antropológicas, por mapas, por la problemática de Brasil y de Latinoamérica. Cuando me estaba cuestionando todas estas cosas tuve la suerte de encontrar a Beuys. Nueva York y Londres estaban pensando las mismas cosas que nosotros, pero no teníamos forma de conectarnos porque la dictadura nos aislaba, siempre que me preguntan si la dictadura me atrapó yo digo que sí, atrapó nuestras relaciones, nuestras discusiones, las cosas estaban cambiando y yo no tenía a dónde mirar para preguntar, y entonces elegí la cartografía para poder hablar de toda esta complejidad.
–¿Trazar mapas resistiendo la dictadura fue un modo de pensar el territorio desde el aislamiento? –Territorio, límites, continuidades... Cada vez recurría más a publicaciones en el campo de la geografía cultural para pensar cómo podía hacer lo que quería. Leía tanto de cartografía como de teoría del arte. En ese momento era una amalgama de cosas, me preocupaba cómo comunicarme y decir cosas que no necesariamente implicaban un cartel, un anuncio que dijera “venga y luche”. Cómo decir y que lo entiendan. Tampoco es que soy tan filosófica, pero ahora mi obra de aquel momento se entiende mejor. En ese entonces yo estaba desesperada, pero trabajando.