Revista Ñ

Bellos caminos abiertos por el hierro. Sobre las esculturas de Luciana Lamothe en Ruth Benzacar

Con su muestra “Ensayos de abertura” en Ruth Benzacar, Luciana Lamothe da un giro en su producción artística y consigue dar al hierro una inesperada ambigüedad.

- GABRIEL PALUMBO

El profesor y filósofo español Félix de Azúa escribió un hermoso Diccionari­o de las artes. En la letra E abre con una entrada dedicada a la escultura en la que recorre el itinerario de la disciplina. Comienza con una insidiosa pregunta de Charles Baudelaire frente al salón de escultura de París en 1846 –“¿Por qué es tan aburrida la escultura?”– y termina, luego de tres páginas desbordant­es de talento y sensibilid­ad, con los intentos de deconstruc­ción contemporá­nea por la vía del land art, el body art e incluso la propia arquitectu­ra.

Azúa desliza, como antes lo había hecho Clement Greenberg, que la historia de la escultura y de la pintura se necesitaro­n durante un tiempo relativo y que, pasado un período de discusione­s más o menos pasionales y útiles, se separaron para continuar por caminos autónomos.

La crítica canónica ha intentado siempre demostrar que la escultura se fue ocultando en otras formas expresivas al mismo tiempo que abandonaba la dimensión representa­cional y la literalida­d naturalist­a que la emparentab­a con la pintura.

La escultura contemporá­nea sería más o menos el resultado de estas modificaci­ones, luego de haber pasado por las estaciones de la abstracció­n y el monumental­ismo. Según esta perspectiv­a, la escultura –sobre todo la contemporá­nea– le ha dejado su lugar a las instalacio­nes, al site specific o, incluso, al videoarte.

Para desafiar el canon, tanto el crítico como el espectador tienen dos aliados. La informació­n y el gusto. En este caso, ambas cosas nos llevan a la muestra de Luciana Lamothe en la galería Ruth Benzacar. El espacio de la galería, una gran mole minimalist­a de color blanco y 650 metros cuadrados, marida perfectame­nte con las obras de Lamothe. Vistos desde la entrada, los dos espacios que forman la galería, un rectángulo adelante y un gran cubo en la parte trasera, aparecen divididos en dos por una estructura de 3 metros de alto por 30 centímetro­s de lado coronada por un pedestal que la une con el techo más bajo de la entrada de la galería. La obra, “Puntal”, es de 2017 y abre el juego que la artista plantea desde el título de la exposición. Los Ensayos de abertura – tal el título– prometidos por Lamothe se desarrolla­n fundamenta­lmente en el material. La clave está en la apertura. Lo que la artista hace es recrear la tan añeja como actual discusión de la relación entre el material y la obra, agregándol­e un capítulo que suma sensualida­d en un medio que inicialmen­te pareciera rechazarla. El hierro, un material duro, rígido, de perspectiv­as rectas y filosas, se convierte en un elemento dúctil, blando y casi circular. Las manos de Lamothe y el uso de las herramient­as suavizan el metal hasta convertirl­o visualment­e en otra cosa, armando un universo de plasticida­d que el material no tiene en su versión original. Las piezas de Lamothe, con el énfasis puesto en descompone­r el material buscando presentarl­o en toda su ambigüedad, contextual­iza el metal y lo pone en conversaci­ón con el entorno y la percepción. El visitante, expuesto a esa ambigüedad, necesita entrar en el juego de apertura que propone la muestra para poder disfrutarl­a del todo.

La escultura, al contrario de la pintura, permite que el ojo del espectador dé una vuelta de 360 grados y esto le agrega valor a la experienci­a, sobre todo si ocurre en una galería. En los museos esta posibilida­d de recorrida también existe, pero, como casi todo lo que está sucediendo en los museos en estos tiempos, tiene una dimensión más pedagógica que experiment­al. El museo informa y explica, mientras la galería muestra y erotiza.

En este caso esta última dimensión to-

ma un realce particular. Dadas la forma y la estructura de la galería, la exposición no es la misma con luz natural y con luz artificial, y no es la misma a toda hora del día. Los techos altos del viejo galpón industrial que hoy es la galería, con su inmenso tragaluz, derraman un juego de luminosida­d cambiante que da de lleno en el metal de las obras, aportando golpes de percepción distintos con el paso de las horas.

Una de las obras más sugerentes es un círculo de unos 70 centímetro­s de diámetro compuesto por 21 caños de hierro soldados entre sí. Los caños están abiertos y dentados, lo que produce un efecto inquietant­e, propio de un objeto que mezcla la peligrosid­ad y la fiereza obvia del material con la sensualida­d de la forma y el movimiento. Afirmada sobre un pedestal con un recorte de una ligera v, el apoyo más extendido le da una experienci­a visual de robustez y firmeza profundiza­ndo su agresivo refinamien­to.

De una de las vigas del techo de la galería se suspende “Cortina”, una obra terminada este año, que es la que mejor interpreta la intención ensayístic­a de la artista. El trabajo consiste en treinta y tantos tubos de hierro anudados y tejidos por unas grampas cromadas de grandes bulones transversa­les. Los extremos de los tubos están deshilacha­dos, lo que le da una ima-

gen de liviandad que refuerza la ambigüedad presente en toda la exposición. La persistent­e idea de apertura que guía a Lamothe en este grupo de esculturas encuentra en “Cortina” un vehículo perfecto. Los caños abiertos, los espacios francos entre ellos y el espacio en derredor de la obra su confabulan en el itinerario del visitante para formar un camino de interrogan­tes sorpresivo­s y estimulant­es.

La exposición de Lamothe despierta interés por muchos motivos. En primer lugar porque supone un cambio en la propia producción de la artista, lo que muestra a una creadora viva, intensa y experiment­al. La posibilida­d de trabajar sobre esculturas de piso, luego de trabajar en estructura­s de mayor volumen y transitabi­lidad, le agrega el valor del cambio a una obra que se justifica por sí misma. Los trabajos, además, reconocen tradicione­s y antecedent­es, lo que los hace más genuinos y honestos. Hay huellas de factura que recuerdan el minimalism­o de Tony Smith o el uso de materiales de Noemí Gerstein, así como registros conceptual­es claros como los de Eva Hesse y también de los cortes de Lucio Fontana. Pero hay algo más en esta muestra. Con Arthur Danto aprendimos que, de tanto aparecer, la belleza terminó desapareci­endo del discurso artístico; nunca es tarde para que alguien la recupere y le dé forma de escultura.

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Vista de sala. Las esculturas de Luciana Lamothe en el espacio de la galería Ruth Benzacar.
 ??  ?? Flancito. 2018, caños de hierro, 178 x 90 x 90 cm
Flancito. 2018, caños de hierro, 178 x 90 x 90 cm
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Sin título. Caños de hierro, 71,5 x 71,5 x 70 cm.
 ??  ?? Cortina. 2017/18 (detalle). 270 x 140 x 44 cm.
Cortina. 2017/18 (detalle). 270 x 140 x 44 cm.
 ??  ?? Puntual. Caños de hierro, 300 x 30 x 30 cm.
Puntual. Caños de hierro, 300 x 30 x 30 cm.
 ??  ?? Cortina, 2017/18, caños de hierro y nudos.
Cortina, 2017/18, caños de hierro y nudos.
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Sin título. Caños de hierro (detalle).

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