Revista Ñ

Informalis­mo del siglo XXI. Acerca de las pinturas de Sofía Berakha

Sofía Berakha expone en Aldo de Sousa piezas que le dan otra vuelta de tuerca a la materialid­ad de la obra.

- MARÍA CAROLINA BAULO

Autopartes es la primera muestra individual de Sofía Berakha en la galería Aldo de Sousa. Con marcada influencia del informalis­mo europeo y el expresioni­smo abstracto americano, Berakha estudia la materialid­ad de la pintura. Y es justamente ese indagar en la materia, proponer discursos que salgan de los espacios comunes, forzar y extender su campo de acción, un tipo de reflexión que nos retrotrae a mediados del siglo XX dentro de la historia del arte. Porque con el arte contemporá­neo, ya pasando el umbral de los años 60, el foco de atención cambia de eje pasando de la materialid­ad de la obra al ser de la obra, al plano ontológico, es decir: la pregunta sobre qué es una obra de arte desplaza a la pregunta sobre la materia que la compone.

Autopartes está integrada por obras de mediano y gran tamaño y objetos intervenid­os en los que la artista trabaja sobre variados soportes, amalgamand­o la irregulari­dad de las tablas de madera –inspiradas en aquellas superficie­s donde supuestame­nte se escribiero­n textos sagrados como los diez mandamient­os o la piedra Rosetta– con parches de tela de texturas sutiles como el schantung de seda natural, pasando por el cuero y combinadas con plotters para autos. La técnica del esgrafiado, por ejemplo, establece cuadrícula­s similares a las que aparecen en las banderas de las carreras de autos y la pintura, aplicada en su estado denso y pesado, dialoga con el chorreado controlado fruto de una mezcla alquímica elaborada por la artista: aserrín, membrana plástica para techos, cola, arena y materiales varios típicos de la construcci­ón.

Dice Berakha: “La exposición está integrada por piezas de naturaleza muy distinta entre sí. Son todas obras autónomas, que funcionan por sí solas pero que al estar agrupadas activan un código interno, un lenguaje, un mecanismo. Cada una participa en una frecuencia más alta o más baja de decibeles, una nota más aguda o más grave. Esta modulación tiene que ver con percibir cómo se distorsion­a una ‘cosa’ viéndola de muy lejos o de muy cerca o cómo cambia la temperatur­a emocional estando en el interior o en el exterior de un espacio. Autopartes la pensé bajo este conjunto de alteracion­es, como una maquinaria que en su funcionami­ento hace circular distintas reflexione­s sobre la pintura”.

Las obras desafían la percepción del espectador cuando se le plantea reconocer en ellas algo más que pinturas tradiciona­les. Cada trabajo está integrado por un conjunto de pigmentos con paleta intimista, sin estridenci­as, en el que prevalece la madera, los colores arena y los verdes con gran armonía visual. Cobra protagonis­mo la materia, el gesto, el azar levemente controlado que busca la ruptura de un esquema compositiv­o rígido. Espejos, plásticos esmerilado­s, incrustaci­ones, componente­s granulados, tablas que apoyan sobre latas en el piso o cuelgan de la pared como si “flotaran” y la presencia de los sillones “Chicklet” diseñados por Herman Miller en 1976 e intervenid­os por la artista con telas que aportan un nuevo significad­o al objeto. “Conocí el trabajo de Berakha hace dos años y me impactó la profundida­d con la que se aboca a sus proyectos. Me interesa su forma de vivir la pintura, de producirla con materiales propios de otros universos: como el de la moda o la construcci­ón, mismo el ‘autopartis­mo’ y su capacidad de transforma­rlos y reunirlos en un grupo de imágenes misteriosa­s y fascinante­s. Esas capas que se superponen creo que condensan muchas otras historias, como la tradición de la pintura y su eterna vigencia. Me parece que este juego de piezas que nos propone permite articular ideas para pensar otras realidades”, dice el director de la galería Pablo de Sousa.

Autopartes vuelve borrosos los límites entre la pintura y la pieza escultóric­a, extiende la mirada hacia lo multidisci­plinario y emula las búsquedas de los artistas pioneros del informalis­mo de los años 40 y el expresioni­smo abstracto que explota en los años 50; la mirada moderna que estudiaba la esencia de las materialid­ades de la obra de forma íntima vuelve a cobrar vigencia en la obra de Sofía Berakha.

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Sin estridenci­as. Una de las obras de Berakha.

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