Poder contar el aguacero, no las gotas
No es posible contar Mayo del 68. ¿Acaso el objeto de la Historia es contar? ¿Hoy el historiador no se coloca en otra postura que ya no es contar los hechos sino tomar en cuenta el hecho por el espesor del discurso? ¿Qué sería contar Mayo del 68? Sería decir en 1969: es esto; en 1970: es aquello. Poco a poco y al cabo de los años, y de las décadas, el 68 es tomado como objeto del presente. Y se lo utiliza.
Evidentemente, tomamos nuestro pasado y evidentemente lo usamos. Obviamente nos vestimos con los trajes del pasado. Y tratamos de distinguirnos o al contrario de ponernos en una misma línea. La cuestión no es nueva. Pero lo realmente importante, para nosotros los historiadores, es que en el fondo lo que pasó en un anfiteatro de La Sorbona en realidad no interesa porque lo que interesa es cómo esa escena se articula con otra que transcurre en una fábrica. Cómo, en el fondo –es lo que Gilles Deleuze decía en cuanto al acontecimiento y que para mí es algo muy fuerte– el acontecimiento es una lluvia de gotas. A mí me interesa la lluvia, no la gota. Hay que hacer ese trabajo y se hace.
En el libro El 68, una Historia colectiva, mi trabajo no consistió en trabajar sobre las gotas, sino más bien en tratar de pensar esa lluvia, ese aguacero. ¿Cómo restituir ese aguacero, cómo dar cuenta de ese aguacero de gotas? ¿Y cómo, en el fondo, ese aguacero fue luego contado? Y qué herramientas produjo para contarla.
En el fondo emerge quizás una figura del historiador más frágil, precaria, más modesta, quizá. En la actualidad, el historiador debe ser modesto porque vemos perfecta- mente cómo respecto de un suceso como Mayo del 68, es complicado hacerse oír. Es decir, lo social es complejo. La Historia es compleja. ¿Qué es ser contemporáneo? ¿Qué es un acontecimiento? Ciertamente, resulta un poco desesperante ver que nuestros políticos han tenido una visión de la historia sumamente simplista. La historia son hechos, grandes fechas, grandes hombres, consecuencias, orígenes de consecuencias, no es lo complejo, la complicación que explica por ejemplo Bruno Latour cuando trata de percibir lo social. Lo que intentamos tal vez hacer, modestamente, es mostrar que hacer Historia es llegar a ese grano que es inédito, difícil, frágil, complicado.
Mayo del 68 es un momento en el que la aspiración de esa juventud y las aspiraciones sociales de una cantidad de personas, sin duda dominadas –sean obreros, inmigrantes, mujeres–, en ese momento en el fondo esa gente dijo: nosotros desearíamos otra sociedad, tampoco una revolución.
Desde entonces, ha habido hechos importantes. La caída del Muro de Berlín es un hecho muy considerable, en un plano internacional enorme. Porque la caída del Muro ocurre en el gran momento de la globalización, es algo que se abre, y positivamente. En 1989, podríamos haber llegado a creer en un momento de utopía. Se podía pensar que otro mundo era posible. Hoy –pero quizá porque envejezco– creo que, en todo caso en Europa, me resulta difícil ver que haya otro mundo posible y me cuesta ver con qué fuerza podría construirse otro mundo posible. Yo creo –y en el fondo toda la defensa de Mayo del 68 iba en ese sentido– que estamos en una mala situación. P. Artières brindó este testimonio oral en una conversación con Ñ en el año 2008.