Revista Ñ

Lugar y símbolo

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Para honrar los 50 años de aquel estallido social que introdujo nuevos modos de organizaci­ón política como la autogestió­n y la asamblea, el periodista Toni Capuozzo propone en su último libro, Andare per i luoghi del 68 (Andar por los lugares del 68) – editado en Italia por Il Mulino–, un peregrinaj­e por las escenograf­ías que vieron despabilar el fervor por la vida en comunidad, la minifalda, el pelo largo y el megáfono: Trento, Milán, Roma, Turín y Pisa son algunos escenarios del itinerario.

–¿Qué valor, simbólico y concreto, tienen los lugares donde transcurri­eron las protestas o las marchas del 68 en Italia? –Los lugares son importante­s. Son el chip de la memoria. En Italia no es difícil dar con los lugares que han sido teatro de hechos históricos. Suele haber una placa, un monumento. O la tradición. Se cree, por ejemplo, que Garibaldi habló desde cuanto balcón se ve en Italia. Pero el 68 ha sido muy inmaterial. En un aula magna donde se celebró una asamblea no hay rastros, queda bien poco. Por lo tanto para mí el desafío era intentar contar el ’68 a través de la memoria que se ha depositado en esos lugares y que no ha dejado rastros. Ha sido un movimiento muy inmaterial, muy verbal, de palabra, intangible. Fue una feliz comedia en una Italia muy inmóvil, donde aún no había llegado el divorcio, por ejemplo. Una comedia a la italiana con una escenograf­ía de cartón. Una vez terminada, no es demasiado lo que queda.

–¿Cuál fue la principal caracterís­tica en Italia?

–Respecto de lo que sucedió en otros países, el 68 en Italia coincidió con la escolariza­ción en masa. Se dio el ingreso de una generación completa, muy numerosa, de los hijos del dopoguerra, a la educación superior. La escuela comenzaba a funcionar claramente y por primera vez como ascensor social. Un obrero comprendía que, haciendo sacrificio, su hijo podía acceder a una vida mejor que la suya. Podía ser un doctor, un abogado. En este sentido era un ascensor social, sin revolución. Hoy, por el contrario, todo el mundo puede tener acceso a cualquier nivel de instrucció­n pero, sin embargo, el obrero, por más sacrificio que haga, no está del todo seguro de que su hijo doctor tendrá una vida mejor que la suya porque, tal vez, será doctor pero estará desocupado.

–Hay quienes aseguran que luego del 68 nada volvió a ser igual. ¿Cree que es así?

–En algunos aspectos culturales, sí. Pero no lo digo con orgullo. También desarrolla­mos ideas negativas como la negación del mérito. Por otra parte, cualquier Parlamento de hoy se parece mucho a una asamblea del 68: mucha verborragi­a, muy ideológico pero menos divertido. Y quedó una idea de la política proclamato­ria y poco reformista. Eso también fue el 68.

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