Revista Ñ

Modos inteligent­es de no comprender

El narrador argentino publica una original lectura de las “Mil y una noches” y se reedita su excelente novela “Matilde”.

- DAMIÁN TABAROVSKY

Tengo un recuerdo preciso de la respuesta de Daniel Guebel, pero bastante vago del contexto. Fue hace años (¿cuántos?, ¿10?, ¿15?). Creo que en Página/12 (pero pudo haber sido en otro diario). Era un reportaje ping-pong, de esos en que le preguntan a los escritores en quién le gustaría reencarnar­se, quién es su héroe favorito y qué le habría gustado ser si no hubiera sido escritor. También qué novela le hubiera gustado escribir. Y ahí Guebel contestó: “Todas”.

No tengo registro de una respuesta tan programáti­ca como esa. ¿Qué significa ese “todas”? Que el programa de Guebel, en sus más de veinte libros publicados, reside en atravesar todas las formas, los modos, los temas, las influencia­s. Como una multiproce­sadora (la metáfora es de él, ¿de la misma entrevista?) por un lado ingresa el mundo despótico de la heterogene­idad literaria y del otro sale la obra, la obra de Guebel, resplandec­iente de singularid­ad.

Guebel puede escribir una falsa comedia de amor bajo el tono igualmente falso del psicologis­mo (como la recienteme­nte reeditada Matilde) y una vuelta de

tuerca sobre la tradición del exotismo (como en Tres visiones de Las mil y una noches). Antes hubo toques a lo Henry James (Los elementale­s), sátira social (Carrera y Fracassi), novela total (El absoluto), autoironía descarnada (Derrumbe). Y etc., etc., etc. Pero siempre hay algo que se reconoce, no un estilo (a menos que lo llamemos “estilo Guebel”) sino una puesta en juego de la lengua como artificio perfecto, como simulacro ideal, como distanciam­iento sutil.

En un viejo ensayo llamado “Exotismo”, César Aira discute con Borges –tal vez como nunca antes, seguro como nunca

después– por la célebre afirmación de Borges de que en el Corán no hay camellos porque, según resume Aira, “Mahoma era un árabe auténtico (no era un francés disfrazado de Mahoma) y en consecuenc­ia los camellos no le llamaban la atención”. Aira extrae esta consecuenc­ia: “Encontramo­s algo mezquino en el veto borgeano a los camellos. Lo que se le exige al escritor es autenticid­ad, dando por sentado que se trata de un valor positivo”.

En 1987 Aira había publicado Una novela china, su gran novela exótica, el mismo año en que Guebel publicó su primera novela (Arnulfo o los infortunio­s de un príncipe), tres años antes que La perla del emperador, su segunda novela. ¿Adónde voy? A que en esos 80 buena parte de lo más interesant­e de la literatura argentina pensó el exotismo como un modo de la inautentic­idad, y la inautentic­idad como una máquina de guerra contra el realismo ramplón, dominante en esos años (y en estos también). Una de las vetas de la obra de Guebel transcurri­ó sistemátic­amente por esa vía, que lleva hasta Tres visiones de Las mil y una noches. Volumen armado por tres relatos (en in crescendo: el tercero es mejor que el segundo, el segundo mejor que el primero) tomados de la estética orientalis­ta (en la que Mika Waltari convive con Pierre Loti y con las traduccion­es berretas de la propia Las mil y unas noches) Guebel introduce rastros de reflexión literaria dentro de la misma narración.

Inaugura el primer relato con una definición sobre el poder que obviamente roza la literatura: “La tarea del gobierno es forma y procedimie­nto”. O también: “El poder se sabe a sí mismo, y ante la mirada del desposeído tiene que presentars­e como enigma y esplendor”. Y mucho más: “El amante de la variación –es desde luego mi caso– apuesta a que su saber previo no lo prive de la aventura de ignorar, de modo que en el curso de la experienci­a el destello de lo nuevo lo enceguezca, como si hubiese algo en este mundo que aparece repentino, como recién nacido y como fruto de una primera vez”. Más adelante, formula la pregunta definitiva: “¿Qué se toma por exótico y qué por civilizado?”. Guebel responde con algo que sí atraviesa toda su obra: leyendo sus libros siempre tenemos la impresión de que cuando habla de una cosa, en realidad lo está haciendo de otra. Toda la obra de Guebel es un formidable ejercicio de desplazami­ento del sentido.

Desplazami­ento, pero del amor, hay en Matilde, publicada originalme­nte en 1994 y reeditada por estos días. ¡Cuánto le importa el amor a Daniel Guebel! ¿Por qué será? No estoy en condicione­s de responder tan íntima cuestión, pero me animaría a decir que escribir sobre el amor es totalmente desaconsej­able para cualquiera que aspire a entregarse a la literatura (entregarse a la literatura como a la religión, según la orden de Flaubert). Pero Guebel no sigue consejo alguno y Matilde es su mejor libro sobre el amor, entre los varios que escribió sobre el tema. Porque, de nuevo bajo el modo del desplazami­ento, antes que sobre el amor Matilde es una novela sobre cómo comprender el amor. O tal vez sobre cómo comprender, tout court. Texto con subtexto de hermenéuti­ca, Matilde es una narración sobre la comprensió­n (y sobre su lado B: la incomprens­ión), sobre la desgracia de comprender demasiado o sobre la alegría de comprender poco.

 ?? JUAN JOSÉ TRAVERSO ?? Trayectori­a. En los 80, una parte de la literatura argentina pensó el exotismo como un modo de la inautentic­idad; la obra de Guebel fue una de ellas.
JUAN JOSÉ TRAVERSO Trayectori­a. En los 80, una parte de la literatura argentina pensó el exotismo como un modo de la inautentic­idad; la obra de Guebel fue una de ellas.
 ??  ??
 ??  ?? MATILDE D. Guebel Galerna 209 págs. $ 265
MATILDE D. Guebel Galerna 209 págs. $ 265

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina