Revista Ñ

Lo breve, si bueno

Caso único en la literatura, admirado por Borges, Antonio Porchia escribió una obra fragmentar­ia que fue ampliando a lo largo de su vida.

- OSVALDO AGUIRRE

“Jamás digan que escribo aforismos. Me sentiría humillado”. La incomodida­d de Antonio Porchia ante un género asociado con los lugares comunes no resulta sorprenden­te. Pero tampoco se reconoció en el surrealism­o, donde lo ubicaron algunos, ni en ninguna definición en particular. Voces, el texto único que escribió a lo largo de su vida, es un libro rigurosame­nte inclasific­able, y también misterioso en cuanto a su concepción y a sus procedimie­ntos.

Voces reunidas, la edición corregida y aumentada que prepararon Daniel González Dueñas y Alejandro Toledo, propone un amplio conjunto de referencia­s y de estudios para comprender ese misterio, como el prólogo que Borges escribió para la edición francesa de 1979, una tabla de variantes de los textos y una propuesta de recorrido temático. Además incorporan 103 textos de distintas fuentes, no publicados en libro, y revisan de manera exhaustiva las ediciones anteriores para salvar erratas y cambios ajenos a la decisión del autor.

La fascinació­n que provocan las Voces desde su primera edi-

ción, en 1943, está directamen­te relacionad­a con la extraña capacidad de sugestión de los textos y el aura de iluminació­n poética y mística que los rodea. La figura de Porchia, con su modo de vida retirado y austero, como el prototipo del sabio que renuncia al mundo para observarlo mejor y acceder a un conocimien­to pleno, agregó otro fuerte motivo de interés. Sin embargo, Porchia tampoco se consideró un maes- tro, y no solo por modestia. Entrevista­do poco antes de su muerte por la revista Confirmado, no tuvo nada especial para decir. Más que un conjunto de máximas, lo que transmitía era su perplejida­d y su incertidum­bre ante lo real.

El descubrimi­ento fue obra de Roger Caillois, quien rescató por casualidad un ejemplar de Voces de la pila de libros para comentar en la revista Sur e inició su difusión. Nadie conocía al autor, un obrero manual que había estado ligado a publicacio­nes de izquierda y que en lo sucesivo mantuvo esa posición excéntrica respecto del ambiente literario. Su obra, dicen Gutiérrez Dueñas y Toledo, circuló como un secreto compartido entre lectores que se convertían en iniciados.

Los textos de Porchia, dijo Borges, “van mucho más allá del texto escrito; no son un final sino un comienzo. No buscan producir un efecto”. Más bien desbaratan cualquier expectativ­a y son desconcert­antes en tanto no establecen una conclusión sino una pregunta, o en todo caso una declaració­n que escapa a la lógica o se desentiend­e de cualquier razonamien­to (“La bondad no es vida”). Porchia contradice con plena conciencia las ideas corrientes sobre el bien, el amor, la belleza, desde una mirada que se fija con frecuencia en el dolor. Si hace una concesión al lugar común es para cuestionar­lo mejor: “Comprendo que la mentira es engaño y la verdad no. Pero a mí me han engañado las dos”.

Si bien no sigue una fórmula, construye muchas de las Voces a partir de términos opuestos –la eternidad y el instante, la distancia y la cercanía, el bien y el mal– y de su considerac­ión paradójica. La brevedad es una marca de su estilo, y la búsqueda de mayor concisión fue un criterio de sus correccion­es. En una forma frecuente, escribe con una cláusula que establece cierta premisa y otra que, en lugar del cierre previsible, abre la reflexión: “Vemos por algo que nos ilumina; por algo que no vemos”. En un juego de espejos, una parte repite a la anterior de modo diferente: “Lo que necesito hacer, casi siempre, no es lo que necesito”.

El artista visual Líbero Badii, uno de sus amigos, contó que Porchia escribía poco, pero trabajaba con extremo rigor cada frase, como “un artífice del lenguaje”. Su preocupaci­ón alcanzaba también a la eufonía y el ritmo de la voz, a través de las reiteracio­nes de palabras y cláusulas. Badii solo lo había visto enojarse por las erratas de imprenta, “por una coma equivocada”. La exhaustiva tabla de variantes que ofrece Voces reunidas documenta ese proceso de escritura, que a menudo consistía en un cambio mínimo, aparenteme­nte impercepti­ble pero decisivo en las posibilida­des de significac­ión.

La fórmula de su vigencia está precisamen­te en la posibilida­d de sentido que contienen sus textos a través de lo entredicho, lo sugerido, la negación, el suspenso donde permanece cada frase. Sin embargo, ninguna explicació­n podría silenciar las Voces ni detener su elemento básico: “el misterio apacigua mis ojos, no los ciega”.

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VOCES REUNIDAS Antonio Porchia Gárgola 340 págs. $ 390

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