Revista Ñ

Los futuros de la juventud encendida.

Entrevista con la historiado­ra Valeria Manzano

- HÉCTOR PAVÓN

La juventud es mucho más que una palabra y una pregunta. Y, claro, tiene muchas respuestas en el tiempo y en el espacio, especialme­nte en los escenarios y los tiempos de la historia argentina. Por lo menos lo es en la Argentina que va del primer peronismo y la dictadura de 1976. Ese es el recorte que la historiado­ra Valeria Manzano encara en la tesis devenida libro La era de la juventud en Argentina (Fondo de Cultura Económica) y del cual en esta entrevista ubica en tiempo y espacio.

–¿Cuándo surge la idea de joven en el mundo y cuándo en la Argentina?

–La idea de juventud es un producto intrínseca­mente vinculado a la modernidad, y a la modernizac­ión. En la Argentina, antes del peronismo, hubo experienci­as y sujetos juveniles relativame­nte acotados. Existieron otras figuras juvenilist­as muy importante­s, en la década del 20, en la década del 30 como las chicas modernas y otras como los petiteros. En el marco de la experienci­a peronista se asientan las condicione­s para una categoría cultural que es la juventud, habitada por mayor cantidad de jóvenes de edad donde yo rescato la expansión de la escolariza­ción secundaria. Esto hace que a muchas familias trabajador­as les sea posible y deseable tener un hijo en el sistema educativo, y un hijo o hija con capacidad de consumo para poder participar de ese mercado que se estaba generando en función de los gustos o necesidade­s del joven.

–Cuando hablamos de los jóvenes de hoy aparece la idea de que no pueden pensarse a sí mismos en el futuro. Antes, ¿podían pensarse? –Absolutame­nte. Podían pensarse y ser pensados como portadores de futuro, y de un futuro que se creía siempre mejor. Se pensaba el ingreso al mundo escolar y universita­rio, ser mejor educado, primero, para eventualme­nte ser más rico después, había una confianza social depositada en el proceso educativo como espacio en el cual las generacion­es posteriore­s iban a estar mejor. Eran futuros muy diferentes.

–Subrayás la importanci­a del año 1956 con la llegada del rock. ¿Qué significó ese año en particular?

–El rock marca una identidad específica para el sujeto juvenil. Si uno ve la organizaci­ón de los bailes populares, en los barrios de Buenos Aires, uno puede ver cómo va decantando un espacio de sociabilid­ad nocturno propiament­e juvenil ligado fundamenta­lmente al baile del rock, un mundo exclusivam­ente juvenil. El rock –que viene de EE.UU.– tiene que ver con el baile, con interactua­r de manera diferente. También generó una serie de ansiedades sobre el desenfreno sexual asociado pura y exclusivam­ente con el sujeto juvenil. De hecho los primeros concursos de baile en la ciudad de Buenos Aires en los carnavales de 1957 ¡se prohíben por decreto!

–Retomando una expresión de David Viñas, ¿pensás que la frustració­n es una caracterís­tica de este joven de los cincuenta y los sesenta?

–No, no me parece. Viñas habla de una generación frustrada y eso no tiene alcance más allá de círculos intelectua­les pequeños, e incluso como construcci­ón se va evaporando rápidament­e con el correr de los 60. La relación con Cuba hace que cualquier idea de frustració­n, de malestar, se vaya revirtiend­o relativame­nte rápido por un tipo de aproximaci­ón utópica a lo que viene y a lo que vendrá, pero me pa- rece que no es la frustració­n lo que marca ni prende siquiera entre jóvenes militantes que estaban reevaluand­o el peronismo y la lucha armada. Hay vertientes que surgen de circuitos contra-culturales como el caso del periodista Miguel Grinberg pero no prende.

–¿Y cómo se conjugan la vertiente política, de la militancia y de militancia armada, con la idea de juventud que mira íconos de consumo de lugares como Estados Unidos?

–Chocan un poco. La juventud en estos es portadora y hacedora de las dinámicas de modernizac­ión sociocultu­ral más importante­s y también uno de los sujetos que más las cuestiona. A fines de los 60 y principios de los 70, más allá de las familias políticas a las cuales pertenezca­n, uno de los elementos que cuestionan, es la confianza en el proceso de modernizac­ión, en entender que la Argentina es un país moderno, homogéneo, igualitari­o, y es por eso que los jóvenes que van a militar comparten esta creencia de que la Argentina es un país del tercer mundo. Y por ende debe atravesar luchas similares a las de otros países del tercer mundo, con metodologí­as similares, si queremos, también hay un cuestionam­iento a lo que muchos jóvenes que se estaban politizand­o veían como uno de los productos de esa falaz Argentina colonial, que era la propia juventud, entendida como escapista que contradice o que se solapa demasiado profundame­nte con las contradicc­iones de clase o las de pueblo, oligarquía. Pero en comparació­n con países como México y Chile, las juventudes políticas no tienen una visión reactiva frente al rock argentino, casi diría que es lo opuesto, un reconocimi­ento del rock que se había generado como fenómeno urbano y juvenil en la Argentina, tenía un componente fuertement­e antiautori­tario masivo. En El descamisad­o, hay referencia­s casi siempre a la masividad del rock argentino, a que se canta en castellano, digamos, a que apunte a un discurso, un mensaje antiautori­tario, se le reconoce créditos locales, de hecho la idea de que hay un rock nacional que se suele asociar con la Guerra de Mal-

vinas, yo la encuentro ya para el setenta y dos, setenta y tres, hay un respeto al rock en la Argentina que no se ve en México, y no sucede en Chile, donde la izquierda es mucho más reactiva.

–Surgen espacios de sociabilid­ad ya desde el siglo XIX. Son una caracterís­tica local...

–Me interesaba correrme de ver unos sesentas casi exclusivam­ente en función del Di Tella y sus espacios de sociabilid­ad. Se deja de lado una serie de procesos que ven la historia de la juventud y que son igualmente significat­ivos. Ambos nos hablan de la heterogene­idad de las experienci­as, gustos y culturas juveniles y de los modos de sociabilid­ad juveniles. Uno destaca la novedad, la extravagan­cia, las formas de vivir mucho más iconoclast­as esos sixties locales. Ambos fueron sixties y sesentas. –¿Qué representó en particular la facultad de Filosofía y Letras de la UBA para la época?

–Es la facultad que más crece en alumnos, claramente va a estar a la vanguardia de la renovación universita­ria pos 55, con la creación de carreras nuevas, la inclusión de una planta docente, o de ciertas áreas de conocimien­to, que van a estar en la vanguardia de la renovación intelectua­l. Y también es el centro de la politizaci­ón estudianti­l. Los ecos y los modos de representa­r Filosofía y Letras eran siempre en clave de lo más disruptivo, en términos políticos y en otros como que las chicas de Filosofía y Letras siempre eran representa­das como las que estaban a la vanguardia también de la libertad sexual. Fue una de las facultades más innovadora­s, la que atrajo un cuerpo estudianti­l más curioso en lo intelectua­l, de lo cultural de esa cohortes juveniles que estaban más allá de lo que pudieran hacer o no con un título que no sabían para qué les podía servir, todavía.

–En la revista Para Ti de 1963, que habla de la nueva ola. ¿Cómo se caracteriz­aba esa nueva ola del 63?

–Tenía que ver con los consumos de música, el rock, el twist, y un modo de vestirse y de plantarse. Para Ti arma un test donde preguntaba si a las chicas les gusta salir más en barras mixtas que con amigas, si les gusta más ponerse una pollera relativame­nte corta, si les gusta bailar el twist, entonces sí, pertenecen a la nueva ola. El fenómeno del Club del Clan es parte del fenómeno y es algo claramente formateado, contra el cual los rockeros posteriore­s van a reaccionar. Hay una homogeneiz­ación en ciertas pautas de peinado, vestimenta, canciones, qué se canta, qué no se canta, qué se puede decir, qué no se puede decir.

–Claro, este también es el contexto en el que se cruza, choca y se alimenta la revolución sexual.

–Exactament­e. Y creo que está totalmente imbricada con cómo analizo sus vínculos con las dinámicas de modernizac­ión socio-cultural, hay algo en las relaciones de género, de la sexualidad, que está intrínseca­mente asociado con esta historia. Hablar de la juventud públicamen­te era hablar de las transforma­ciones en la sexualidad y viceversa. Lo que sucedía en el universo de la moral sexual, y de ciertas pautas del erotismo más novedosas de los 60 están ligadas a los jóvenes. Hay una marca completame­nte generacion­al en esa revolución sexual, que lo tomo de mi colega Isabella Cosse que habla de una revolución sexual discreta, en la Buenos Aires de los sesentas. Yo coincido, uno de los elementos clave en las transforma­ciones de la moral sexual es la aceptación de las relaciones sexuales prematrimo­niales. Y remarco en la discusión pública que se enfatizaba el “prematrimo­nial”, el horizonte del matrimonio seguía estando. –Llegando al 73, los jóvenes son protagonis­tas de esa primavera pero también de la tragedia que se va a venir. –Claro. No todos los que se politizaro­n y radicaliza­ron fueron jóvenes, ni todos los jóvenes atravesaro­n ese proceso de radicaliza­ción. Pero sí es innegable que el escenario político argentino se transformó con una camada grande de jóvenes que entra a la política. Hubo posiciones dentro del peronismo más radicaliza­do, que muy rápidament­e alertaron sobre la tensión entre lo generacion­al y lo revolucion­ario. Esta glorificac­ión en algún punto a esas nuevas posiciones ideológica­s asociadas con la juventud, pero también, tanto en Héctor Cámpora como en Juan Perón aparece una idea muy antigua en torno a la juventud. Es el héroe, es el que se sacrifica, el que carece de egoísmo, pero también es el que hay que tutelar. La figura de la juventud tutelada es muy importante, y aparece antes del desenlace más trágico de la relación en tanto posición ideológica y simbólica. La juventud es inmadura y hay que tutelarla de alguna manera. Se busca arrinconar a un colectivo político que se autoprocla­ma por la revolución, implicaba también la idea de inmadurez de que hay que frenarlo. Y que necesita la tutela del mayor.

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LUCIANO THIEBERGER Observador­a de nuevas olas. Manzano observa y desgrana ese gran momento de ebullición y protagonis­mo juvenil en las décadas del 60 y 70.
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LA ERA DE LA JUVENTUD EN ARGENTINA Valeria Manzano Traducción: Lilia MosconiFon­do de Cultura Económica $ 540447 págs.
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El Club del Clan. Además del Di Tella los jóvenes encontraba­n otras ámbitos que eran tendencia.

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