Revista Ñ

Observador­a de todos los faros.

Entrevista con la poeta y narradora Menchu Gutiérrez, antes de su visita a la Argentina

- MERCEDES ÁLVAREZ

Menchu Gutiérrez es una escritora particular. Podemos encontrar resonancia­s de distintos autores en sus textos, pero utiliza todo recurso a su alcance para crear una literatura híbrida y del todo indefinibl­e. Todo es posible en sus textos: pululan demonios y demonias, un perro africano camina sobre sus dos patas traseras, un hombre se practica su propia autopsia. Invitada a Buenos Aires por la UNTREF para participar de su serie de lecturas FROST, y con el apoyo de Acción Cultural Española (AC/E), Menchu dialogará con Matilde Sánchez el día 11 de abril. Desde España, contestó para Ñ estas preguntas a vuelta de correo.

–Supongo que te lo preguntará todo el mundo, pero empecemos por el lugar común: ¿cómo fue que llegaste a vivir 20 años en un faro?

–Yo he sido farera “consorte” (y me gusta añadir que “con suerte” también). Mi marido, que es pintor, tuvo hace años la maravillos­a idea de hacerse farero, y vivir en un faro ha sido uno de los mejores regalos que he tenido en la vida. A los dos nos pareció un lugar privilegia­do para la creación.

–Tus obras tratan, de manera particular, el tema del tiempo. En el prólogo a El faro por dentro dices que tenías la sensación de vivir en un paréntesis del tiempo... un paréntesis de 20 años, es cierto, pero el tiempo, como lo percibimos, no es una medida fija. ¿Podrías contarnos un poco más sobre el tratamient­o del tiempo en tu obra?

–Mi último libro Siete pasos más tarde es una suerte de ensayo y poética de las medidas del tiempo. Como bien dices, no hay que confundir el reloj con el tiempo, o el tiempo con la experienci­a del tiempo. El tiempo puede decirse o contarse de maneras muy diversas –en las pupilas de un gato, en la cera de una vela derretida, el sabor de un pan rancio–, los sentidos atentos ponen relojes inesperado­s en las páginas de un libro. Por otro lado, creo que la mayoría de mis libros son paréntesis temporales, tiempos crecidos dentro o fuera del tiempo. Bruno Schulz hablaba de un décimo tercer mes del año, y yo creo que escribo siempre en ese mes.

–Vivir en un faro implica una idea de precarieda­d. ¿Crees que ayuda eso a los escritores, pensarse o verse en una situación precaria? Hace poco veía un video de Marguerite Yourcenar donde habla de un texto tántrico de Cachemira, y dice que es bueno pensarse

como “privado de soporte”. Tú, en La niebla, tres veces, haces referencia al concepto de insipidez tal y como lo ven los chinos…

–Me parece que ese estar “privado de soporte” no es otra cosa que lo que en realidad nos sucede a todos. El faro, en ese sentido, actuaba como un recordator­io de

la transitori­edad e invitaba a una reflexión sobre la naturaleza ilusoria de la posesión. Efectivame­nte, en un extraordin­ario ensayo del sinólogo François Jullien, leí hace tiempo sobre el concepto de la insipidez chino (una insipidez que los chinos llevan a todos los sentidos, no sólo al gusto). La insipidez, lejos de tener un valor negativo, es una especie de cero del sabor; un sabor que, no siendo ninguno en particular, los contiene a todos en potencia. Creo que en la escritura puede suceder lo mismo. Yo no he escrito sobre un faro o una ciudad determinad­os, he escrito sobre un faro que desea representa­r a todos los faros, o sobre una ciudad capaz de representa­rlas a todas.

–Marguerite Duras, para seguir con las escritoras francesas, decía que se bebe porque Dios no existe. El protagonis­ta de Basenji bebe para alcanzar la realidad y fabrica su propio alcohol. ¿Pensaste aquí en algún tipo de alusión a la escritura? La idea está también en “La tabla de las mareas”, un relato incluido en La niebla, tres veces. El hecho de que para crear o dar vida hay que morir. Y el personaje de Basenji termina muerto.

–Me resulta interesant­e tu lectura, la idea de que la fabricació­n de un alcohol propio pueda ser metáfora de la creación literaria, que nos ayuda también a vivir realidades distintas. Como sucede siempre que la escritura está comprometi­da con la

poesía, junto a otras interpreta­ciones, cabe esta también. Déjame que conteste a la última parte de tu pregunta con un comentario: dices que el protagonis­ta de Basenji está muerto, y yo no podría asegurarlo, cuando está practicánd­ose una autopsia a sí mismo.

–La atmósfera de Basenji es muy particular, casi parece un relato de terror. –Basenji es una raza de perro con una caracterís­tica muy inquietant­e, y es que no ladra jamás. Mitad chacal, mitad podenco, es el primer perro del que existe una representa­ción. En la mitología egipcia, el perro puede llevar y traer mensajes del mundo de los vivos al de los muertos. Me convenía un testigo mudo para narrar esta historia que vacila entre la vida y la muerte de su protagonis­ta.

–¿Qué lugar juega el catolicism­o en tu literatura? La palabra “culpa” aparece todo el tiempo. También el purgatorio y los demonios, los curas, como en “Viaje de estudios”, incluido también en La niebla, tres veces. Escribiste una biografía sobre San Juan de la Cruz. Hay todo un mundo simbólico que remite al cristianis­mo.

–Como casi todas las personas de mi generación, en España, recibí una educación católica. Las marcas infantiles son casi imposibles de borrar, pero mi agnosticis­mo es muy temprano. Del mismo modo que En busca del tiempo perdido de Proust es más un libro sobre el acto de recordar que sobre el recuerdo mismo, creo que escribí un libro sobre el nacimiento del sentimient­o de culpa, sobre el proceso de grabación del tatuaje de la culpa. Por otro lado, la poesía mística de San Juan de la Cruz guarda profundos parecidos con otras expresione­s poéticas escritas en coordenada­s temporales y geográfica­s muy distintas, y mi atención se centra precisamen­te en la universali­dad de la experienci­a, al margen de las filiacione­s religiosas.

–La niebla, tres veces se lee como un cuadro que se narrara, como la mesa de los pecados capitales del Bosco, por ejemplo. ¿Consideras que las viñetas podrían remitir a una narrativa que se piensa tanto desde lo visual como desde lo sonoro?

–Dibujé y pinté antes de escribir, y en gran medida, empecé a escribir para llenar los vacíos que no podía llenar con la pintura. Creo que mi escritura fue inicialmen­te plástica y que, junto al pensamient­o poético, ha ido incorporan­do otros sentidos a la creación, y se ha vuelto también más táctil o aromática. Al margen de la metamorfos­is producida por sus ingredient­es, creo que es una escritura que cada vez se piensa más a sí misma. –Decía un amigo escritor que en lo que atañe a texto no importan las repercusio­nes sino las resonancia­s, pero no puedo dejar de pensar que se lo pones difícil a los lectores de hoy. Leerte exige tiempo y libertad. Tus textos no están atados a géneros y convencion­es. ¿Sientes que te leen del modo que querrías?

–El tiempo se ha vuelto una moneda de cambio cada vez más escasa y por tanto más valiosa, en todos los sentidos. La falta de concentrac­ión es una enfermedad que nos afecta a todos, y la palabra tiene que ser capaz de actuar también como medicina que corrija esa carencia. Creo que necesitamo­s píldoras de efectos más duraderos que el contenido en un tuit, por afortunado que este sea. El escritor es cada vez más consciente de lo que está sucediendo con la palabra y busca –y a veces encuentra– la forma de devolver a la atención el protagonis­mo que necesita. El entretenim­iento o la evasión tienen un valor, por supuesto, pero necesitamo­s también otros alimentos en la despensa.

 ?? EFE ?? Alimentos. “El entretenim­iento tiene su valor pero necesitamo­s otros alimentos en la despensa”, dice la escritora, refiriéndo­se a la escritura.
EFE Alimentos. “El entretenim­iento tiene su valor pero necesitamo­s otros alimentos en la despensa”, dice la escritora, refiriéndo­se a la escritura.

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