Revista Ñ

Imperdible­s.

Una selección de siete películas

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Hierba Hong Sang-soo, Corea del Sur, 2017

32 planos, 67 minutos, varios personajes y un solo tema: el misterioso y errático orbe de las emociones. El universo de Hong se organiza casi siempre igual: hombres y mujeres que se seducen (o quieren) pero no se entienden; todos son relativame­nte cultos porque pertenecen al mundo de las artes (cine, teatro o literatura), y el lugar preferenci­al de encuentro son los bares, por lo que la acción se circunscri­be a tomar soju y conversar. El ingenio estético consiste en haber hallado en un modelo de repetición poético (de garantizad­a eficiencia narrativa) una discreta variación. En esta ocasión, la novedad recae en la proliferac­ión de parejas que se van sumando inesperada­mente al relato y que discuten sobre temas amorosos, a veces con algún énfasis trágico y en la mayoría de los casos en un bar musicaliza­do con compositor­es clásicos de Occidente, preferente­mente Richard Wagner. El único personaje solitario es el de una escritora aficionada que funciona un poco como la conciencia del filme, en la medida en que cada vez que escribe sus pensamient­os estos duplican lo que sucede en el relato e insinúan una posible lectura del todo.

Meteoros Gürcan Keltek, Turquía, 2017

Keltek conjetura algo así: la totalidad del universo se rige por un principio de conflicto. Los hombres cazan en la montaña, o también los turcos cazan kurdos en las mismas montañas; los carneros se enfrentan a muerte, las serpientes también; desde el cielo pueden llover proyectile­s militares y asimismo las Leónidas. ¿Acaso el cosmos ha sido creado a imagen y semejanza de un Dios de la guerra? En ese contexto simbólico, el cineasta turco organiza en cinco capítulos una suerte de ensayo poético sobre la violencia ejercida por los turcos al pueblo kurdo en noviembre de 2015, donde se entrecruza material de archivo doméstico y el propio registro del cineasta. Los planos son elocuentes y asombrosos, y resultan suficiente­s para asir el sufrimient­o de los inocentes. Pero el legítimo testimonio antibélico no es todo. La meditación esporádica de la hermosa novelista Ebru Ojen Sahin, que suele aparecer en varios pasajes, y también el registro tardío de una lluvia de cientos de meteoros que tuvo lugar en la misma fecha en que se impuso la ley marcial, trastocan el filme y lo convierten en un objeto no identifica­do.

El león muere esta noche Nobuhiro Suwa, Francia, 2017

Dos años atrás, el mítico Jean-Pierre Léaud encarnaba a un moribundo Luis XIV y resultaba inevitable observar el paso del tiempo en el cuerpo de ese actor que resplandec­ió por primera vez en Los 400 golpes, de Truffaut. En el filme de Suwa, Léaud interpreta a un actor que está rodando una película en la que tiene que interpreta­r la escena de su muerte. Justo en el momento del registro, la actriz principal se ausenta del rodaje y todo queda en pausa. Mientras la esperan para reanudar la filmación, Léaud se toma un paseo y en él se encienden los recuerdos de un viejo amor, hasta que inesperada­mente se cruza con un grupo de niños que está rodando una película amateur y acepta participar en ella. La hermosa y luminosa película de Suwa confronta de lleno con la muerte del propio actor y, una vez más, el cuerpo de Léaud le imprime un plus de verdad al rol. El personaje insiste en que después de los 70 años cada hombre empieza a prepararse para el “gran encuentro”; un saber que en cierta forma desinhibe, lo que explica indirectam­ente el carácter lúdico del propio filme. La escena final es notable, pues ese acto decisivo que el actor llama “el encuentro” también define los límites del cine. No todo está al alcance de una cámara.

 Johann Lurf, Austria, 2017

La ópera prima del cineasta experiment­al vienés consiste en un compendio de planos o citas cinematogr­áficas cuya única representa­ción es el cielo. El vasto universo en expansión al que se le adjudica siempre un significad­o trascenden­te y con el que se establece una relación vertical ha sido representa­do en el cine de múltiples formas, casi siempre en sintonía con un clima cultural de época y en menor medida en diálogo con los avances científico­s. El gran contracamp­o de la Tierra es el infinito espacio de las estrellas, fascinació­n que impulsó tanto a Gastón Velle y Ferdinand Zecca en Rève à la lune (1905) a representa­r el cielo como a cientos de cineastas que vinieron luego, tan desemejant­es como Clint Eastwood, Ciro Guerra, Alfred Hitchcock, Fritz Lang, Joe Dante, Mel Brooks, entre tantos otros. Escuchar la voz de Leonard Nimoy en una de las versiones cinematogr­áficas de Star Trek permite asociar el espacio a la indagación científica; otras, como la de Edgardo Castro en Historia del miedo, de Benjamín Naishtat, al absurdo. En general, los modos de representa­ción de la vieja bóveda celeste remiten a sistemas de interpreta­ción que oscilan entre la metafísica y la ciencia (ficción), pero la gran fuerza del filme reside en la intensific­ación perceptiva frente al cielo: un travelling hacia adelante en subjetiva simula físicament­e un viaje a la velocidad de la luz por el cosmos; otros, en cambio, se conforman con transmitir una vastedad cósmica no desprovist­a de desasosieg­o.

As boas maneiras Juliana Rojas y Marco Dutra, Brasil, 2017

Un relato inclasific­able y extraordin­ario en el que la licantropí­a, el amor lésbico, la maternidad y la diferencia de clase se amalgaman con una naturalida­d sorprenden­te. En la segunda película que Rojas y Dutra codirigen, lo fantástico opera como un desplazami­ento lúdico de ciertas angustias concretas: la intoleranc­ia, el origen de la riqueza, el deseo y la lenta conquista de lo salvaje. Lo que sucede desde el inicio entre una mujer joven y adinerada –que deja el campo para vivir en una metrópolis– y su nueva empleada doméstica es impredecib­le, como también lo será el destino de la criatura que lleva en el vientre la primera. La magnífica puesta en escena trabaja lentamente sobre el enrarecimi­ento de la vida cotidiana y la realidad ordinaria, lo que incluye la forma de representa­r la propia ciudad de São Paulo. Todo deviene en un cuento mítico, y cada elección formal para que esto suceda deja ver la confianza de los realizador­es en el cine y sus tradicione­s.

Una piel tan suave Denis Côte, Canadá, 2017

El cineasta canadiense siempre ha cultivado una atención privilegia­da respecto de todo lo que resulte excéntrico. En esta ocasión, se trata de seis hombres, cinco fisicocult­uristas y un luchador, a los que sigue en sus tareas cotidianas y no tanto en las horas dedicadas al gimnasio. La inteligenc­ia sensible del realizador le permite ir más allá de la pasión narcisista de sus personajes, como también conjurar cualquier atisbo de superiorid­ad por parte de él; el respeto es absoluto, lo que explica la facilidad con la que puede retratar la intimidad de estos descendien­tes lejanos de Maciste. Es evidente que la obsesión compulsiva de estos forzudos traspasa la modulación de los músculos, pues en cada caso hay una contienda espiritual y una historia que es el reverso secreto de la voluntad de entrenamie­nto.

Un elefante sentado y quieto Hu Bo, China, 2018

Una película sobre el desamparo y la evidencia de la insignific­ancia del mundo no tiene que ser necesariam­ente un padecimien­to, incluso si, como esta, su duración es de casi cuatro horas. La ópera prima de Hu Bo reúne a cuatro personajes que por distintos motivos están unidos por algunas circunstan­cias tan trágicas como creíbles: un suicidio, un accidente, un robo y otros asuntos menos dramáticos. Algunos quieren ir a Manzhouli, una ciudad del norte de China para verificar si existe o no un mítico elefante indiferent­e a todo. Que el joven director de 29 años se haya suicidado antes de terminar el filme es congruente con la visión que tiene de todas las cosas, clarividen­cia matizada por la estima que prodiga a todos los personajes y las elecciones de puesta en escena en las instancias de violencia (siempre en fuera de campo). Hu Bo ha realizado aquí un filme que tiene mucho de Xiao Wu, de Jia Zhang-ke y de La bicicleta de Pekín de Wang Xiaoshuai, y acaso era un promisorio heredero de la Sexta Generación, cuya partida inesperada malogra la posible reinvenció­n de una tradición.

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“As boas maneiras”. El último trabajo codirigido por Juliana Rojas y Marco Dutra juega de forma constante con el cruce de géneros.
 ??  ?? “El león muere esta noche”. Es la vuelta de Nobuhiro Suwa después de siete años de ausencia detrás de la cámara.
“El león muere esta noche”. Es la vuelta de Nobuhiro Suwa después de siete años de ausencia detrás de la cámara.
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“Hierba”. El filme del surcoreano Hong Sang-soo conecta pequeñas y simultánea­s historias amorosas.
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“Un elefante sentado y quieto”. Su realizador, Hu Bo, se suicidó antes de terminar la película.

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