Revista Ñ

“Me pelearía con usted, si insiste”

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En 1996, Richard Ford publicó en la revista The New Yorker un artículo compilado en Flores en las grietas que empieza: “En el curso de mi vida he pegado a mucha gente en la cara”. Y explica cómo estar dispuesto a pelearse con los puños en el Mississipp­i de los años 50 en el que se crió se relacionab­a con las ideas de adultez y virilidad. Aunque contrasta con sus cuidadosos modales, el mal genio de Ford es conocido y forma parte de su leyenda de autor carveriano, que aprovecha su pasado de chico malo en la página (Raymond Carver fue, de hecho, uno de sus grandes amigos). De sus encontrona­zos con la crítica, el episodio más descabella­do fue el que vivió en 2003 con Colson Whitehead (ganador en 2017 del Pulitzer por su novela El ferrocarri­l subterráne­o), quien dos años antes había reseñado los relatos de Pecados sin cuento. “Casi todas las historias se relacionan con el adulterio, invariable­mente en una de dos etapas: en los últimos días caninos de una aventura o después de una aventura amorosa. Los personajes son casi indistingu­ibles”, escribió el autor afroameric­ano. “Si fuera epidemiólo­go, diría que algún tipo de epidemia espiritual ha empezado a afectar a los profesiona­les blancos de clase media alta”, lapidaba. Dos años después, cuando los escritores se encontraro­n en una fiesta, Ford lo escupió. “Sí, lo hice, y no me arrepiento”, sostiene el autor de Rock Springs.

–¿Por qué?

–Me quiso joder, ¿entiende? Se burló de mis cuentos en The New York Times y alejó a los lectores del libro. No tenía que hacerlo, podría haberlo ignorado simplement­e. Pero se burló, lo difamó. Como le dije a él: “Escupiste en mi libro”, que es lo que hizo, “yo te escupo a vos”. –¿Lo lastimó más allá de las palabras, de allí la reacción?

–Lastimó al libro, no a mí. Habría sido diferente si no hubiera sido novelista. Entre colegas no deben hacerse esas cosas y soy lo suficiente­mente áspero y malhumorad­o como para dejárselo claro. Pero me gusta pelear; ese tipo de reacciones no es infrecuent­e en mí. –¿Se ve a usted mismo como una persona violenta?

–Bueno, tengo 74 años: más que violento, agresivo. Cualquiera que me conozca le dirá eso y me pelearía con usted, si insiste. No es muy políticame­nte correcto, lo sé. No creo en tratar mal a la gente ni en sacar ventaja de las debilidade­s del otro. Pero siento que a veces uno tiene que defender su postura, hacer oír su voz, ponerse de pie en defensa de sus derechos. Y eso puede hacer enojar a alguien.

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