Revista Ñ

Una elegía a quienes te dieron origen, por Patricia Suárez

- PATRICIA SUÁREZ

Dos textos autobiográ­ficos de Richard Ford acaban de publicarse en español reunidos en Entre ellos. Recuerdos de mis padres. El primero, inédito hasta ahora, cuenta la historia de su padre y de su madre antes de él, la historia del origen de uno mismo, enigma tan caro a muchos autores, entre ellos Ingmar Bergman, quien sobre el mismo misterio escribió la novela Las mejores intencione­s.

Ninguna grieta estilístic­a pone a un lado los textos de ficción y del otro los biográfico­s; se trata siempre del mismo tono pausado, emotivo, que lleva al lector a comprender que a veces los actos más íntimos de una persona están movidos por una “corazonada”, por la irracional­idad, y que se debe aceptar –como lector– que no se puede comprender­lo todo. Ford no disecciona a sus personajes para mostrar el funcionami­ento de conducta humana en determinad­as coordenada­s históricas, sino que muestra a unos personajes que, como humanos que son, hacen cosas que a veces no entendemos.

Richard Ford fue el hijo único y tardío del matrimonio Ford: llegó al mundo cuando ellos ya llevaban 15 años de matrimonio y no parecían necesitar un hijo para ser el todo y el uno que considerab­an una familia bien hecha. Hasta ese 1944, entonces, el matrimonio Ford había vivido “en movimiento”: él era vendedor y representa­nte de distintos productos en varios estados y su esposa lo acompañaba en sus viajes. Podría decirse que eran unos Bonnie y Clyde de la década siguiente y del comercio, y que esa vida andariega –para el crimen o para la construcci­ón de un país– tejió los cimientos de los Estados Unidos. Yendo de un lado a otro, el sueño americano parecía posible.

Las cosas cambiaron para el matri- monio cuando llegó el pequeño Ford; debieron asentarse y él pasó la infancia con un padre en perpetuo viaje y una madre no del todo cómoda en la vida sedentaria. El padre falleció siendo él un muchacho de 16 años y por eso el segundo escrito de este libro sea “Mi madre, in memoriam”.

Los dos textos son elegías a sus padres; “El acto de reflexiona­r sobre la vida de mi madre es un acto de amor”, escribirá sobre ella y de su padre dirá que aunque hubiera deseado poder tenerlo vivo de adulto, comprende que de haber vivido su padre, nunca se habría hecho escritor y, en suma, nunca habría escrito esta memoria sobre él, donde trató de ser exhaustivo acerca de las virtudes y las dificultad­es que su progenitor afrontó en vida. “Para su hijo”, escribe, “no haber dejado memoria de su padre habría sido una pérdida verdaderam­ente triste”.

Desde una lógica existencia­lista, toda esta enunciació­n es ilusoria, sólo existe lo que es, no lo que “hubiera sido”. Pero desde la lógica del corazón, la única forma que encontró Ford –y el 90% de los escritores también– de hacer a sus padres vivir con él por siempre, fue escribiénd­olos.

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