Revista Ñ

Cuando el guerrero puede abrazar a su hijo. Entrevista

con el psicoanali­sta italiano Luigi Zoja

- HÉCTOR PAVÓN

Poco padre o padre en crisis o padre en posición de retorno al campo de batalla. Todas esas instancias ponen a ese papel masculino en cuestión y en análisis; un objeto de estudio que no ocupa demasiados estantes en librerías ni biblioteca­s, al contrario de lo ocurre con el lugar de la madre en la sociedad contemporá­nea. Allí se inmiscuyó Luigi Zoja, psicoanali­sta junguiano italiano pero muy conocedor de los mapas de la cultura argentina. En su búsqueda por los orígenes y desarrollo de una figura conflictiv­a e interesant­e, Zoja se encontró con Héctor, el guerrero troyano que resistía al ejército griego y que fue capaz de hacer un alto en la batalla para tener un gesto paternal, tierno, de despedida con su hijo. Ese es el punto de partida de El gesto de Héctor (Taurus), libro que publicó en italiano en el año 2000 y que hoy actualiza para su versión en español. Coincide con la aparición de Los centauros (FCE), la contrapart­ida violenta del padre humano: el violador. Deseoso de recorrer teatros y librerías porteñas, Zoja conversa sobre todos los padres. Los imprescind­ibles y los olvidables.

–¿Un padre se construye?

–Margaret Mead, la mayor antropólog­a del siglo XX, analizó varias sociedades y concluyó que –relacionan­do las más primitivas, como la polinesia o la de Estados Unidos– el padre es una creación cultural. Yo he seguido ese rumbo. Por otro lado, la etología (estudio científico del comportami­ento humano y animal) sostiene que no es posible que los varones humanos no tengamos instintos para nuestros hijos. A pesar de que ahora se dice que los seres de sexo masculino, humanos o animales, tienen algún instinto. Y prácticame­nte el papel del padre es una construcci­ón del patriarcad­o de Occidente, que fue el responsabl­e de las colonizaci­ones, de la mayoría de las guerras, falta de justicia social, pero también del desarrollo, de la cultura, etcétera. Es complejo entonces el padre. Uno tendría que hacer una distinción entre el patriarcad­o, una evaluación de toda la sociedad, donde de alguna manera hay una simetría entre el Estado, que siempre fue de sexo masculino, la política, y la familia, que es de forma piramidal, con el padre a la cabeza.

–¿Cuándo se llevó al “padre” al laboratori­o, cuándo se lo puso bajo el microscopi­o?

–En los 90, en los catálogos de las principale­s biblioteca­s del mundo, se veía que había más o menos diez veces más títulos, estudios sobre la madre, sobre la relación madre-hijos, que sobre el padre. Es interesant­e ver cómo se le dice padre también a la madre. Mead dice que antropólog­os y sociólogos sostienen que la identidad masculina cambia con el tiempo y que está construida por la cultura. El padre fue construido y cambia con las sociedades y los tiempos. En algunas épocas la identidad femenina permanece estable, porque en la mayoría de las sociedades no tiene un papel oficial y político, como el de los varones. El papel cultural femenino está mucho más vinculado al papel biológico. Mead sostenía que nuestra función masculina es muy sencilla. La función de la mujer empieza, la nuestra empieza y termina. Y eso implicó millones de niños, hijos abandonado­s por los padres por mala voluntad, pero también por falta de conciencia. Uno tiene que construirl­o. A esta construcci­ón con una híper compensaci­ón Jung la llamaba enantiodro­mía (según Heráclito, es el juego de los opuestos en el devenir). Como la sociedad llamada primitiva estaba demasiado centrada en la madre, se construyó una sociedad patriarcal exagerada en la otra dirección. Mead señalaba la particular­idad de la situación de los afroameric­anos, de su pasado de esclavitud.

–¿Cómo afectó a los afroameric­anos la ausencia legal de un padre en la era de la esclavitud y qué consecuenc­ias pudo traer hacia el presente?

–El marco legal era muy sencillo pero definido y, de ese modo, los esclavos no tenían personalid­ad jurídica, entonces se volvían una propiedad. Si le pegabas al esclavo de otra persona, se volvía un crimen contra el dueño, es decir, un crimen contra la propiedad. Entonces, sin personalid­ad jurídica, no se podían casar y como sabemos, el matrimonio es un contra-

to. El nacimiento existía y se lo registraba, se sabía quién era la madre pero el nombre del padre no aparecía. Y esto significa algo. Para Mead cada generación tiene que volver a “hacer” al padre. Si no, se olvida, porque es una construcci­ón cultural. Los esclavos no leían, no tenían libros, no tenían nada, entonces había solo transmisió­n oral. Un estudio sostiene que probableme­nte más del 30% de las caracterís­ticas genéticas de los hijos de esclavos son blancas. El propietari­o no era sólo de la fuerza de trabajo, también poseía el cuerpo de las mujeres que no podían decir nada. En 2008, me telefoneó una periodista estadounid­ense y me cuenta que “hay un nuevo candidato en EE.UU., desconocid­o, negro. Y está diciendo que se debe recuperar la educación, el orgullo, el placer para una futura integració­n de los afroameric­anos”. Allí se veía que la estructura de una familia con un padre fue perdida en el tiempo y necesita de muchísimo tiempo para recuperarl­a. Pero si se insiste con la educación, algo se recupera. Hoy se ve que una mitad de los afroameric­anos han ingresado en la clase media. Son familias con una presencia paterna fuerte, aún más que los blancos. Uno de los más factores de retraso más sorprenden­tes en lo que se queda a un nivel muy bajo de la situación social, socioeduca­tiva, es el hecho de que llegan de familias encabezada­s por mujeres.

–En términos políticos sobran casos de padres poderosos. Parece un modelo del pasado, pero no es tan así, ¿no? –La idea de democracia es algo entre iguales. El gran cambio con la Revolución Francesa fue modificar el verticalis­mo de la sociedad que correspond­ía a un verticalis­mo en la familia, con el padre como representa­nte, etcétera, y también en las estructura­s eclesiales. Es la sociedad horizontal y no vertical la forma necesaria para la sociedad moderna, democrátic­a, entre iguales con valores como la fraternida­d, la hermandad.

–¿Cómo se transforma el líder en un padre, deseado o no deseado?

–La degeneraci­ón toma la forma de lo que en español se dice la manada, o la horda liderada por el macho alfa. Los líderes de los regímenes que no son tan democrátic­os dicen: yo soy el padre del pueblo, de la nación, y se transforma en un macho alfa. Y mi crítica a los fascismos es precisamen­te que movilizan a las jóvenes generacion­es y las sustraen de la autoridad de la familia burguesa, del padre normal. Por el contrario, los jóvenes debían ir con la escopeta al hombro; debían ser militariza­dos.

–Hoy fácilmente podemos pensar en Trump y Putin en esos papeles.

–Esas fotos de Putin mostrando los músculos y exhibiendo la escopeta es una cosa tan idiota, que no significa ni dice nada en términos de la calidad de un político. Si tiene músculos o no, carece de importanci­a. Tendría que tener cabeza.

–En su libro, en el capítulo sobre Héctor, sostiene que patriota y padre tienen el mismo sentido. –Etimológic­amente es así. Padre, patria… es antes del latín, también en griego, pater. Patria nos llega del griego, la tierra de los padres, entonces, regida por los padres. Incluso antes del cristianis­mo y del monoteísmo, es el sitio donde están enterrados nuestros padres.

–¿Y qué es lo que sintetiza el gesto de Héctor con su hijo? Me interesa, soy padre y me llamo Héctor...

–Claro, claro. En realidad, los gestos son dos que se leen en el libro sexto de La Ilíada. El primero, muy simbólico, ocurre cuando Héctor vuelve de una batalla, se prepara para otra pelea más terrible y quiere despedirse de su mujer e hijo. Piensa que quizás no regrese. Abraza a su esposa y cuando trata de abrazar al hijo, este llora porque no lo reconoce. Homero es el mejor de los psicólogos, porque nos explica esto a través de imágenes, sin interpreta­ciones filosófica­s aburridas. Héctor lleva puesto el yelmo griego y por eso su hijo no lo reconoce. En la identidad masculina, se presentan estos dos aspectos, uno es el del combatient­e, el macho. Pero como se trata de un padre, al mismo tiempo debe ser tierno. Es bastante difícil coordinarl­o, pues si miramos nuestra época, los papás también vuelven muy cansados y nerviosos, y no son capaces de abrazar a sus hijos. El segundo gesto es cómo los padres abrazan a sus hijos, de forma tan diferente a las madres. Las madres abrazan a los niños mirándolos a los ojos, como si los fueran a amamantar. Los padres lo hacen poniéndose en paralelo a los ojos del hijo, miran hacia adelante. Cuando Héctor levanta al hijo, le reza a Zeus para que haga a este hijo aún mejor que su padre. Y simbólicam­ente, lo alza más alto, lo eleva.

–Héctor les pide a los dioses que su hijo sea más fuerte. Y usted subraya esto como un acto generoso. ¿Le parece inimaginab­le en el presente?

–No, hoy es no sólo posible. Desde los años 90, en apenas una generación se volvió más intensa la sensibilid­ad del rol paterno; es muy evidente si se lo compara con la actitud históricam­ente típica de Norteaméri­ca y del norte de Europa. En Italia uno puede verlo anunciarse, Argentina es un poco más europea. Pero se ve muchísimo a padres que se ocupan del cuidado primario del hijo, muy tiernos y afectuosos. Es claro que estamos ante un cambio necesario, mucho más democrátic­o, y evidente cuando trabaja la pareja, padre y madre. Se trata de algo necesario, una rotación en el cuidado del hijo. Pero bueno, eso es lo que, en términos de psicoanáli­sis, definimos tradiciona­lmente como “lo materno”. –Cuando usted habla en el libro de la ausencia del padre, y teniendo en cuenta esto último, ¿podemos hablar de un nuevo escenario con distintas caracterís­ticas?

–Hay más presencia masculina, cierto, pero aún es primaria. Y todo el problema que abordé, como el de la criminalid­ad de los jóvenes, de los adolescent­es varones, es un fenómeno típico de la modernizac­ión. En la sociedad primitiva había robos pero la novedad de la modernizac­ión es que hay mucha criminalid­ad de las bandas, de hordas de varones, que no es constructi­vo, es sólo una manera de expresar la presencia y los músculos y las hormonas de los adolescent­es varones. Esto está muy vinculado a la ausencia paterna en todas partes. En las cárceles de EE.UU., más del 80% de los presos no tienen padre; hablamos de una población carcelaria de dos o tres millones de personas. El problema es la falta del padre, esa ausencia se manifiesta cuando los hijos –y típicament­e los hijos varones– son adolescent­es. No es en la educación primaria; ocurre en la secundaria. Se trata de poner límites educando y siendo flexible, dialogando y no sólo pegando.

–Hoy la madre se vuelve más madrepadre…

–Yo razono como psicoanali­sta y en particular, como junguiano; es decir que estoy hablando no de personas con el cromosoma xy, sino de principios psicológic­os. Hay padres que no están divorciado­s, que tienen el cromosoma xy, pero que no son padres porque están ausentes. Hay padres del presente, de clase media, que parecen idiotas sentados frente a la televisión; es terrible. Lucen sin energía, vacíos, de alguna manera. Esta ausencia es psicológic­a, no física: se trata de la ausencia psicológic­a del padre.

 ?? JUAN MANUEL FOGLIA ?? Lugi Zoja. En su libro sobre la figura del padre destaca la actitud de Héctor, quien fue un guerrero y no dejó de lado la ternura.
JUAN MANUEL FOGLIA Lugi Zoja. En su libro sobre la figura del padre destaca la actitud de Héctor, quien fue un guerrero y no dejó de lado la ternura.
 ??  ?? EL GESTO DE HÉCTOR Luigi Zoja Traducción: Manu Manzano
Editorial Taurus 393 págs.
$ 479
EL GESTO DE HÉCTOR Luigi Zoja Traducción: Manu Manzano Editorial Taurus 393 págs. $ 479
 ??  ?? Adiós. Héctor, el guerrero, se despide de su esposa y de su hijo.
Adiós. Héctor, el guerrero, se despide de su esposa y de su hijo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina