Dubai se piensa como un oasis de arte, por Eduardo Villar
Con compradores de todo el mundo, la feria Art Dubai que hace días cerró una nueva edición busca ser clave en Medio Oriente, África y Asia.
El joven me sale al paso en la entrada de uno de los dos pabellones de la feria, y me pregunta amablemente y en un inglés tan impecable como su atuendo árabe tradicional si tengo dos minutos para responder unas preguntas. Accedo y dispara: “¿Qué necesitan los artistas en los Emiratos Arabes Unidos (EAU) para desarrollar sus carreras?”. Le respondo que no soy artista sino periodista, que acabo de llegar a Dubai desde la Argentina y que no tengo idea. Pero el joven insiste y, sin perder un milímetro de amabilidad, me dice que no importa, que mi opinión igualmente es valiosa. Y para mi sorpresa agrega otras preguntas conexas: “¿Cómo podemos sostener y hacer crecer la comunidad creativa de EAU? ¿Cómo podemos desarrollar el discurso crítico en el arte y la cultura? ¿De qué manera se podrían compartir las colecciones de arte con más gente? ¿Qué rol le parece que debería jugar la tecnología en las artes?”. Las preguntas son parte de Dubai 10X, una iniciativa de la Autoridad de Artes y Cultura de los Emiratos que espera hacer el progreso de 10 años en uno solo en todas las áreas de la cultura dubaití.
Para los ojos argentinos puede parecer ingenuo. Pero deja de serlo si se tiene en cuenta que estamos en un lugar que en los años 60 era poco más que un desierto y ahora es una ciudad de rascacielos relucientes, trenes elevados, autopistas transitadas por autos de alta gama, shoppings gigantescos y plazas que parecen campos de golf. En pocos años Dubai se convirtió también en uno de los destinos turísticos del planeta y en un centro comercial y logístico fundamental para la región de Medio Oriente, norte de Africa y buena parte de Asia. A la luz de la velocidad con que lo logró, se puede permitir el optimismo también en el desarrollo del arte y la cultura.
El optimismo es algo palpable en este emirato. También en Art Dubai –según su director artístico, el español Pablo Del Val, “la feria más global del mundo”– cuya duodécima edición tuvo lugar la dirección general de Myrna Ayad entre el 21 y el 24 de marzo pasado con el mecenazgo del Sheik Mohammed bin Rashid Al Maktoum –vicepresidente y primer ministro de los Emiratos Arabes Unidos– en el espectacular hotel Madinat Jumeirah con la participación de más de 100 galerías de 48 países que llevaron obra de artistas de todo el mundo. Durante esos días más de 28.000 personas recorrieron los dos pabellones dentro del hotel destinados al arte contemporáneo y un tercero dedicado al arte moderno –Art Dubai Modern–
que presentó obras de calidad museo de artistas de Medio Oriente, Africa y Sur de Asia de gran influencia en la región durante el siglo 20.
En esa sección de arte moderno hubo 16 galerías de 14 países y una extraordinaria exhibición fuera de mercado, That Feverish Leap into the Fierceness of Life, que recorre la historia del arte moderno de la región y sus diferentes corrientes.
Uno de los stands más interesantes de esta sección de arte moderno fue sin duda el de la galería Mark Hachem, de París, que presentó una notable serie de trabajos del artista egipcio Hamed Abdalla (19171985): sus poderosas pinturas –en su momento fueron exhibidas por la Tate de Londres, entre otros grandes museos– son letras del alfabeto árabe que se convierten en figuras humanas, casi siempre representando escenas sexuales, un contenido que genera, por lo menos, incomodidad en una región donde rigen normas culturales y religiosas que excluyen completamente el erotismo. En Dubai, sin embargo, parece haber cierta permisividad y flexibilidad normativa. No es raro, si se considera su cosmopolitismo. La mayor parte de la población está compuesta por expatriados. Algunos, profesionales y personal de grandes empresas de países europeos, de la India, de Sudáfrica. Otros, sobre todo paquistaníes, son la mayoría de los trabajadores de servicios. El esfuerzo de Dubai por desarrollar un importante coleccionismo es posible en parte gracias a esa característica demográfica: los residentes extranjeros ricos son los principales compradores de arte en las galerías dubaitíes, que en los últimos diez años se multiplicaron sobre todo en Al Quoz, una antigua área industrial de esta ciudad-estado, conocida ahora como Alserkal Avenue. Fue fundada en 2007 por un empresario inmobiliario para promover las iniciativas culturales en la región. En Dubai hay un verdadero mosaico de fundaciones privadas que buscan ese fin. Art Dubai, por ejemplo, se realiza en asociación con The Abraaj Group, con la autoridad gubernametal de Cultura y desde esta edición con el Misk Art Institute. pero hasta ahora el objetivo dubaití se vincula especialmente con el desarrollo del mercado de arte, mientras que su vecino Abu Dhabi, otro de los integrantes de los EAU, con el desarrollo artístico. El último movimiento en esa dirección fue la apertura hace meses del extraordinario Museo Louvre de Abu Dhabi. En esos dos desarrollos, el artístico y el de mercado, los dos emiratos se asocian y se potencian. Todos los participantes de Art Dubai dan por hecho que la presencia del Louvre a una hora y minutos en auto es un impulso inestimable para la feria. Cualquier persona involucrada en el arte debería tener interés en visitar ese museo, diferente a todos los que existen en el mundo, no sólo por la belleza de su arquitectura imponente sino también porque en él es posible ver obras maestras de arte de todas las épocas de Occidente en diálogo –una junto a la otra– con piezas de Oriente, Asia y Africa.