Revista Ñ

Pinturas que cuentan historias sin palabras. Sobre la muestra Prior en los 70, en Vasari

Se exhibe en Vasari una muestra curada por su colega Juan José Cambre: papeles de los 70 en los que el artista desliza su interés literario.

- ANA MARIA BATTISTOZZ­I

La obra pictórica de Alfredo Prior es siempre una puerta de salida a travesías diversas. En ella la pintura y la literatura se funden en una amalgama que se extiende ante el espectador como un vasto territorio de relatos extravagan­tes. Ya pueden emerger de un título o de las sugerencia­s que propone el tratamient­o de los propios elementos de la pintura. “Pienso como Duchamp –confesó alguna vez el artista– que el título tiene que ser un color más pero también una música de fondo. En mi caso también opera como generador de imágenes”. Así también puede actuar el impulso controlado del color; el protagonis­mo que adquiere el soporte o ambas cosas a la vez. Tal el caso de la serie de pinturas abstractas sobre papel de los años 70 que el artista trae ahora a escena en la galería Vasari.

Ya entonces las agrupó como serie con el nombre de A la manera de Aru Dutt. Enigmático título que podría ser tomado como una de las tantas extravagan­cias que siempre fascinaron a Prior o, si se quiere, como homenaje que prodigó a la poetisa hindú de ese nombre. Figura clave –ella y su hermana Toru– de la poesía indo inglesa del siglo XIX. Aru murió de tuberculos­is en 1874 a los 20 años.

Es dudoso que Prior haya especulado con la oportunida­d de traer a escena justamente en marzo, mes particular­mente movilizado por las reivindica­ciones femenistas a esta figura rescatada por él en los 70. Más acertado sería ubicar el homenaje a Aru Dutt dentro del marco de fantasías orientalis­tas y literarias que ha animado buena parte de su obra. O acaso relacionar­la con su especial afición por los juegos de heterónimo­s.

Tal vez la serie A la manera de Aru Dutt fue concebida para llenar un vacío a partir de la sensibilid­ad exquisita que el artista imaginó asociada a la olvidada poetisa. Ya que de ella se conservaro­n algunas traduccion­es de poetas franceses pero muy poco de su propia autoría. Podría imaginarse entonces que los refinados papeles de Prior que la aluden son una aproximaci­ón a su espíritu. O acaso a algún otro de su círculo. Todo sea por alimentar el principio de verosimili­tud esencial a toda ficción. Porque da la impresión de que Alfredo Prior es en verdad un hombre de letras –cautivado desde siempre por las narracione­s de todo tipo– que ha optado por esta singular forma de escritura que es la pintura.

Así, sus delicadas pinturas sobre papel deberían ser tomadas como historias sin palabras que participan de una dimensión poética esencial. ¿Cómo considerar­las simplement­e geometrías abstractas? Basta detenerse en sus sutiles detalles para advertir que hay algo en ellas que rehúye el sentido fuerte y racional que animó la mayor parte de la abstracció­n geométrica. Al menos aquella que se consideró a sí misma expresión de las vanguardia­s afirmativa­s.

Minuciosam­ente elaboradas y leves, las pinturas de Prior se deslizan como vapores de color que se posan sobre diferentes soportes que el artista arrugó, en su afán por problemati­zar el plano, y terminó por modelar sutiles orografías.

80 días en Katsura y uno en Montecarlo es el nuevo título que acompaña a esta serie en la rentreé triunfal que promovió Juan José Cambre como curador. Un título que puede sugerir viajes en globo como aquellos de los tiempos de Julio Verne. En ese caso los papeles de Prior podrían ser registros de vistas aéreas; retazos de geografías vistas desde arriba. Demarcacio­nes de sembrados o configurac­iones urbanas; zonas más fértiles y zonas áridas que un artista viajero documentó. Es sabido que Prior cultiva como pocos una relación dialéctica entre la figuración y la abstracció­n. “Me considero el más abstracto de los pintores figurativo­s y el más figurativo de los pintores abstractos, afirmó a en ocasión de una exhibición de la que participó en 2005.

Así, de las numerosas travesías emprendida­s por el artista que mencionamo­s en las diferentes instancias de su obra, ésta que documentó en papeles “memorables” como los calificó César Aira, es sin duda la de la pintura abstracta, ese misterio que es también la galería de espejos, que definió el escritor.

Prior cultiva con Aira una relación de años que se remonta justamente a la época en que realizó estos papeles y, justamente él es quien presenta ahora estos trabajos de juventud que se nos revelan de una madurez sorprenden­te. Tanto desde el punto de vista de las ideas como de la realizació­n. Se trata de trabajos que describen climas y que, a diferencia de cualquier intento formalista, no tienen como destinatar­io al ojo sino a la imaginació­n.

Lejos de ser un cruzado de la pintura –Prior también escribe relatos, poesía, hace música, concibe performanc­es, objetos, todo bajo la marca de su poderosa ironía–, la ha defendido a capa y espada más allá de las veces que fue enviada al cadalso. “Debo decir que en lo que yo hago sólo hay un tema: la pintura”, ha confesado una y otra vez. Así, sus pinturas – dice– pueden sugerir arenas del Sahara, dunas que se desplazan, o semillas arrojadas al azar. Nada demasiado distinto de lo que se puede encontrar en esta serie de sutiles papeles.

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 ??  ?? Alfredo Prior. El artista en su taller de San Isidro, en 1978.
Sin título. 1974. De la serie “A la manera de Aru Dutt”, Esmalte sintético sobre papel manteca. 16 piezas de 45 x 33 cm cada una.
Alfredo Prior. El artista en su taller de San Isidro, en 1978. Sin título. 1974. De la serie “A la manera de Aru Dutt”, Esmalte sintético sobre papel manteca. 16 piezas de 45 x 33 cm cada una.
 ??  ?? A la manera de Aru Dutt. 1974, esmalte sintético sobre papel arrugado por el artista, 44 x 34 cm. (arriba a la derecha y a la izquierda).
A la manera de Aru Dutt. 1974, esmalte sintético sobre papel arrugado por el artista, 44 x 34 cm. (arriba a la derecha y a la izquierda).

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