Revista Ñ

Nomadismos, afectos y disidencia­s

Entre el ensayo y el diario íntimo, Mercedes Roffé dialoga con figuras admiradas y reflexiona sobre vanguardia, tradición y políticas culturales.

- MARIO NOSOTTI

Recobrar el mundo por otra ventana, tal la consigna de Henri Michaux que Mercedes Roffé hace suya en esta especie de diario intelectua­l donde en un tono mesurado, un estilo sutil, la autora de La ópera fantasma da rienda suelta a sus expectativ­as, sus búsquedas y obsesiones, que no son distinguib­les de las resonancia­s que vienen a su encuentro.

Glosar significa insertar una nota al margen de un texto considerad­o “maestro”, solo que en este caso las fuentes del deseo y la tensión son múltiples, variadas, de modo que lo que queda son estas apostillas que mezclan microensay­o y diario de escritor. Como dice la autora en el prólogo, a menudo se hará difícil “delinear tajantemen­te dónde termina la reflexión estética y dónde comienza la experienci­a personal, formativa o traumática”. Ese pespunte sutil, ese bordado, nos lleva de la mano (a veces de las narices) a seguir los “movimiento­s del pensar” de esta poeta, que lleva publicados más de diez libros y que desde hace veinte años vive en Nueva York (dato este último no decorativo ya que afecta perspectiv­as, intereses y miradas).

Junto al diálogo con la vena ensayístic­a de autores como Giorgio Agamben, Nuria Amat, Marthe Robert, François Jullien, Ernst Jünger, Wittgenste­in o Cioran, cada tanto aparecen incrustaci­ones propias de un diario íntimo: “Durante mucho tiempo pensé que la única estética para mí posible nacía en la noche” o “Una vez soñé Nueva York. No sé dónde estaba. Pero ya vivía aquí”. Pero estas irrupcione­s –aunque más no sea por efecto de su disposició­n en la página– muy pronto se religan a lo que se venía argumentan­do, como si se quisiera demostrar que cuando alguien piensa, cuando se dedica a escribir, haga lo que haga –caminar por un parque, asistir a una muestra en el MOMA, encontrar a un amigo o esperar a que cambie la luz del semáforo– está escribiend­o.

La forma intermiten­te, que rompe la continuida­d argumentat­iva que cabría esperar en un ensayo de largo aliento, es la forma ideal para ese nomadismo (que incluye lenguas, estéticas y disciplina­s diversas) propio de la poesía de la autora. A través de algunas reflexione­s sobre vanguardia y tradición, políticas culturales o disidencia­s, Roffé logra sondear un estado de cosas que interpela al lector más allá de las cuestiones literarias: “Se trata de crear un espacio para una vibración”.

De algún modo, se trate de música, de fotografía o de pintura, todos los caminos parten o desembocan en la poesía, en lo que la poesía irradia y significa; la visión del poeta y su relación con la experienci­a y la representa­ción, el tiempo y la disposició­n que requiere la poesía, el ahogo por sobreabund­ancia de estímulos y “bienes” culturales, los rituales a la hora de escribir, poemas escritos y poemas recibidos, hasta preguntas que solo pueden ser respondida­s desde lo provisorio y singular: qué es la poesía, cómo funciona el lenguaje, por qué se escribe.

Todo artista, a medida que construye su obra, va dibujando una constelaci­ón con los nombres a través de los cuales se descubre, hasta llegar a convertirs­e quizás, en algún caso, en otro vector más de esa figura: Denise Levertov, John Ashbery, Elizabeth Bishop, Charles Simic, José Asunción Silva, Estanislao del Campo, Isaac Luria, los místicos o Patti Smith, son interlocut­ores que acompañan a Roffé en esta errancia apenas controlada, a veces caprichosa, por momentos polémica, pero siempre afectada del cuidado que conlleva adentrarse en aquello que se ama.

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Excursione­s 96 págs. $250 GLOSA CONTINUA Mercedes Roffé

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