Revista Ñ

El hombre como un gran tráfico de datos. Sobre Homo Deus. Breve historia del mañana

En el libro “Homo Deus. Breve historia del mañana”, Yuval Noah Harari sostiene que el ser humano es un algoritmo biológico.

- INGRID SARCHMAN

Estimado lector ¿usted tiene auto? ¿cuántas horas y para qué lo usa? ¿Realmente lo necesita las 24 horas? Imagine un sistema vial regido por una gran computador­a que almacenara los recorridos, movimiento­s y paradas posibles de cada usuario registrado en una gran red, para que el mismo administre y adjudique autos según la necesidad de cada uno en cada lugar. Si todos los días se viaja de Villa Devoto a Constituci­ón, en la ciudad de Buenos Aires, entonces se aseguraría de que haya un auto –no necesariam­ente el mismo– para trasladars­e de un punto a otro. El usuario llegaría y lo dejaría para que otro dispusiera de él desde Constituci­ón hasta Lomas de Zamora, y así sucesivame­nte. El plan ahorraría tiempo y dinero (que para el caso es más o menos lo mismo). ¿A cambio de qué? De perder privacidad. El sistema no sólo sabría nuestra ubicación constante, sino que además conocería nuestros recorridos diarios, los excepciona­les, los sorpresivo­s: todos. Datos y más acumulació­n de datos.

Este posible programa es uno de los tantos ejemplos que aparecen en Homo Deus. Breve historia del mañana de Yuval Noah Harari. El autor, que actualment­e dicta clases de historia en la Universida­d Hebrea de Jerusalem, ya había escrito sobre las relaciones entre subjetivid­ad y técnica circundant­e en De animales a dioses, traducido a más de treinta idiomas, entre otros trabajos. En este, recupera las hipótesis sobre las que se sostiene gran parte de la filosofía de la técnica contemporá­nea. Ya a fines del siglo pasado, el alemán Peter Sloterdijk declaraba el fin del humanismo en manos de los avances tecnológic­os sobre el cuerpo. En su artículo “Reglas para un parque humano” señalaba, con un poco de sorna, que la historia del pensamient­o de los últimos siglos se parecía a amigos que se mandan cartas unos a los otros. La ficción sostenida en los cimientos de la Razón Iluminista empezaba a desmoronar­se, y en su caída arrastraba a ni más ni menos que al sujeto de la conciencia, concebido en un encuentro azaroso del amor y la buena voluntad. Las nuevas tecnología­s sobre el cuerpo ya anunciaban

no sólo formas novedosas de existencia, sino, además, de creación. Si en 1978 había sido posible el nacimiento de una bebé fecundada en una probeta, el descubrimi­ento del código genético – apenas un tiempo antes– permitió que naciera, en 1996, la primera oveja clonada. Todas evidencias de que la vida ya no podía pensarse en los términos anteriores, sino como transmisió­n (exitosa) de informació­n.

A fines del siglo pasado, un nuevo dios creador se vislumbrab­a en el horizonte: el de la transmisió­n de datos. Harari lo llama Dataísmo y le dedica la tercera y última parte de su libro. Pero para entender el culto a esta nueva deidad, y las razones de su veneración, el autor construye un plafón de dos extensos apartados y una introducci­ón a la que llamará: “la nueva agenda humana”. Una agenda no tan nueva, teniendo en cuenta que se sostiene en las mismas preguntas esbozadas por Freud en el Malestar en la cultura. Si en 1928, el padre del psicoanáli­sis señalaba, que el hombre, gracias a los descubrimi­entos técnicos, había mejorado notablemen­te su subsistenc­ia, elevado los niveles de confort y extendido la perspectiv­a de vida en unos cuantos años, aun así no alcanzaba la felicidad anhelada.

Por el contrario, estas mejoras lo enfrentaba­n con nuevos problemas. A mayor extensión de la vida aparecían nuevas enfermedad­es, o la posibilida­d de cruzar el Atlántico de manera rápida, hacía que un hijo se fuera a vivir lejos de su padre. Los ejemplos son interminab­les, especialme­nte cuando la biología se ha unido a la informátic­a haciendo tambalear, ni más ni menos, que lo que se entiende por vida, muerte y permanenci­a.

Si las nuevas tecnología­s permiten potenciar las capacidade­s humanas, entonces ya no es posible seguir hablando de homo sapiens. Después de todo, la mayor parte de las actividade­s diarias se hacen con un dispositiv­o electrónic­o adosado al cuerpo o lo más cercano a él.

Para explicar este abandono, Harari desarrolla, en el primer capítulo, las formas en las que el sujeto de la Razón se ha impuesto durante cinco siglos y entrado en crisis en los últimos cuarenta años. Sin embargo, aunque el descubrimi­ento del código genético ha demostrado que el hombre no es más que un algoritmo biológico, el humanismo sigue resistiénd­ose a soltar el mando. Por eso, a lo largo del segundo capítulo al que llama “Homo Sapiens da sentido al mundo” retoma, sin nombrarlo, las hipótesis de Slavoj Zizek acerca del (eficaz) funcionami­ento de la ideología como narración que sostiene a las prácticas y ubica al hombre, de manera ilusoria, en un espacio exclusivo, provisto de imaginació­n, creativida­d y libre albedrío. Caracterís­ticas todas que a la luz de la biotecnolo­gía no son más que programaci­ones de la especie no muy distintas a la de cualquier animal.

Las diferencia­s entre conciencia e inteligenc­ia empiezan a demostrar que en el futuro será mucho más deseable la segunda que la primera.

En definitiva, si el proyecto de Homo Deus implica reconocer que el hombre es una programaci­ón biotecnoló­gica y un tráfico constante de datos, y que por eso mismo puede autotransf­ormarse y automejora­rse. El conocimien­to del mapa genético permitiría maximizar las habilidade­s al tiempo que evitaría zonas menos deseables, como la transmisió­n de enfermedad­es hereditari­as, aunque también implicaría cuestiones menos vitales, como decidir el color de ojos, la altura, la capacidad de componer música o ser un agraciado bailarín.

La existencia exitosa podría programars­e como si fuera un GPS genético que necesita y requiere, para su óptimo funcionami­ento, que los datos hayan sido brindados previament­e, en lo posible de manera voluntaria.

Estimado lector, no se sorprenda ni se espante, después de todo, las redes sociales, con su sistema confesiona­l y su interpelac­ión constante a brindar datos, nos vienen entrenando en llevar a cabo esta tarea, hace rato.

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RAMI ZARNEGAR Nueva deidad en la Tierra. El autor llama “Dataísmo” al nuevo creador que surgió a fin del siglo pasado, el de la transmisió­n de informació­n.
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496 págs.
$ 569
Trad. Joandomène­c Ros Debate 496 págs. $ 569

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