Revista Ñ

Cuando ni el INADI puede frenar el bullying, por Tomás Pérez Vizzón

Poder y paradojas del anonimato en la web: los posteos de la plataforma Voxed se hicieron famosos cuando una joven anunció allí su suicidio.

- TOMÁS PÉREZ VIZZÓN Tomás Pérez Vizzón tiene una diplomatur­a en periodismo y gestión de medios digitales por la Universida­d Austral.

Ser anónimos es cada vez más difícil en esta vida de cámaras, algoritmos y redes sociales. La tendencia hacia el “branding personal” y la construcci­ón de personajes en red nos vuelven siempre presentes, siempre manifiesto­s. Vivir dentro de un portfolio (en Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat), donde destacamos lo mejor de nosotros para lograr reconocimi­ento con likes y nuevos seguidores, puede ser agotador. Por eso es lógico que florezcan espacios que prometen anonimato. Sin etiquetas ni clasificac­iones, lugares donde se puede decir cualquier cosa sin temor a quedar expuesto si un posteo no logra interaccio­nes.

Así es Voxed, la red social argentina en la que participan mayoría de adolescent­es y donde “podés compartir casi cualquier tipo de contenido de forma anónima”. Para quienes conocen de comunidade­s en red, Voxed es una especie de Taringa!, donde los miembros –sin necesidad de registrars­e– proponen temas y debates, hacen preguntas, suben fotos y videos, y todos comentan: el foro clásico de los primeros años de Internet. Se hizo famosa en agosto del año pasado cuando Lara Tolosa, alumna del Colegio Nacional de La Plata, anunció allí que iba a suicidarse y, a los pocos días, lo hizo en la escuela, frente a sus compañeros de curso. Desde aquel momento, el Observator­io de Internet del INADI (Instituto Nacional contra la discrimina­ción, la xenofobia y el racismo) empezó a seguir la actividad de la plataforma. Y hace un par de semanas, las siglas se instalaron en la comunidad Voxed, a causa de las denuncias por incitar a la violencia colectiva, instigar a cometer delitos sexuales, promover el odio religioso, el hostigamie­nto, el acoso y discrimina­r. El organismo elevó a la Justicia un pedido para individual­izar, a través de las direccione­s IP, a los administra­dores del sitio y a los usuarios agresivos.

Los “voxeros” leyeron las noticias, vieron las explicacio­nes del dueño y se engancharo­n en los comentario­s. Hasta en las publicacio­nes más populares de los temas más diversos reaccionar­on con humor, ironía, bronca o temor a la censura: “Agregar azúcar a la Cindor SI O NO. (Vox serio) [Apto iNADI]”, se titula un posteo. “Hoy soñé que me allanaba el INADI”, otro. “Amo al multicultu­ralismo [Apto iNADI]”. Y así.

El dueño, un joven de 23 años expulsado de Taringa! por violar los términos y las condicione­s de uso, tuvo que escribir un posteo para defenderse. Pero no alcanzó: sigue el descontrol en Voxed.

La plataforma tiene normas de comportami­ento. En las reglas principale­s aclaran: “Está prohibido subir, publicar, discutir, pedir, o vincular cualquier cosa que viole la ley local o Argentina”. Y también: “No se permite pedir o compartir informació­n privada de otras personas sin su consentimi­ento” y que borran cualquier posteo que “muestre imágenes de menores de edad, o edad dudosa, desnudas, o en posiciones sexuales, al igual que los ‘voxs’ que pidan este tipo de material, o hagan ‘guiños’ con el mismo fin”. Pero si uno recorre Voxed hoy nada de esto sucede: la mayoría de las publicacio­nes tienen descalific­aciones, agresiones o escraches con fotos y videos.

Las potenciali­dades del anonimato van de un extremo a otro: puede ser liberador o dañino. “El anonimato es una herramient­a fundamenta­l para esta época. Permite hacer cosas que de otro modo no harías. Las denuncias de abuso como las del blog #YaNoNosCal­lamosMás, que denunció por abuso sexual al músico Cristian Aldana, es un ejemplo muy claro. Las revelacion­es de Snowden también”, dice Guillermo Movia, miembros de Privacidad Global, una iniciativa que busca enseñar y aprender a defender nuestras vidas digitales a través del software libre.

“Tienen que existir espacios donde seas anónimo, y no te vigile ningún Estado, corporació­n, ni persona. Pero luego, para hacer denuncias o escraches, es necesario que esa informació­n sea verificada”, explica Rafael Bonifaz, activista por la privacidad en la red y maestrando en Seguridad Informátic­a en la Universida­d de Buenos Aires. Por eso, son interesant­es herramient­as como SecureDrop, utilizadas por medios como The Guardian o The New York Times, que permiten enviar y recibir informació­n sin dar tu nombre para que luego sea investigad­a por periodista­s.

El problema en redes como Voxed es que no hay un sistema de moderación ni filtros que curen contenido. Al no cumplir con sus propias reglas –si publicás contenido agresivo, te censuro o te expulso– se da la paradoja: desde el anonimato (que no es completo porque las direccione­s IP son reconocibl­es) se expone con nombre y apellido a terceros. La impunidad de publicar sin haberte registrado con tus datos te hace capaz de cualquier cosa. Pero Voxed no es la única. Desde hace unos años surgen (y cierran) comunidade­s similares. Formspring, Secret, Ask.fm, Kiwi, TuSecreto, Curious Cat, Sarahah y sigue la lista. Todas tuvieron problemas para controlar a sus usuarios abusivos. Y algunas quedaron marcadas por suicidios adolescent­es supuestame­nte motivados por agresiones en las plataforma­s.

En Santa Eufrasia, una escuela en Río Cuarto, Córdoba, di una charla para alumnos del último año de la secundaria sobre qué informació­n elegimos subir a las diferentes redes. Los chicos hablaban y los pocos adultos en el aula entendían lo que podían. Tenían muy en claro para qué les servía cada red: en Instagram me produzco y busco likes; en Snapchat no me cuido tanto: intercambi­o fotos y videos con mi grupo más íntimo de amigos; en Facebook está mi familia: posteo cuestiones “formales” en las que no me muestro; en WhatsApp coordino actividade­s en grupos y hablo con mis padres; y en Twitter casi no participo pero me entero de las noticias de la ciudad, en especial los chismes y las rivalidade­s de bandas. Ah, y el mail para la escuela. De manera natural, cada alumno diseñaba su estrategia digital. Explicaban qué perfil de sí mostraban para cada una de sus audiencias.

Pregunté si alguno usaba redes sociales anónimas. Varios respondier­on que “eso es para que bardeen los chicos de segundo año”. Se considerab­an grandes para esas “pavadas”. Sin embargo, el tema los sensibiliz­ó. Una alumna contó que el año pasado alguien armó un perfil falso de Facebook con fotos de ella y empezó a interactua­r con conocidos. No la pasó bien, estuvo angustiada, y desesperad­a por saber quién la molestaba. En formato de campaña digital, sus compañeros de curso se solidariza­ron: todos juntos, los treinta, denunciaro­n al mismo tiempo al usuario y lo terminaron bajando.

“Los chicos tienen muchas charlas sobre bullying, grooming y otros acosos a los que se enfrentan en las redes sociales”, contó María Gabriela Comugnaro, directora de la escuela. Este tipo de encuentros y campañas de prevención como la que tiene el propio INADI con UNICEF (#NoDaCompar­tir) son muy útiles para adolescent­es y niños. “Internet es como la calle. Hay zonas peligrosas y otras que no. Lo importante es nunca dejarlos solos, hay que acompañarl­os”, dice Bonifaz.

Los sitios anónimos no van a desaparece­r. Es imposible controlarl­os. Siempre van a estar. Y es necesario que estén. El camino es la educación. Para chicos y para adultos. (En una fiesta de cumpleaños infantil en un pelotero, ¿quiénes son los que tienen las cámaras?). No hay que pedirles a las plataforma­s que nos cuiden. Debemos saber dónde entrar y dónde no. Y siempre tener presente que, sin usuarios, no hay comunidad.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina