Series: Con una bomba atada al cuello. Sobre “Genio del mal”
“Genio del mal”, el eficaz documental de los hermanos Duplass, basado en una pesquisa psicológica.
Un policial siempre parece la excusa perfecta para investigar otro hecho que no es el delictivo. En la serie documental Genio del mal, producida por los hermanos Mark y Jay Duplass, productores de la hipnótica Wild Wild Country, se cuenta la pesquisa sobre el robo de un hombrebomba pero el objetivo de fondo es un estudio sobre Marjorie Diehl-Armstrong, protagonista excéntrica, antigua femme fatale y punto donde se tensa la red de hechos criminales.
La secuencia inicial transcurre el 28 de agosto de 1993, cuando un repartidor de pizza entra en un banco de la ciudad de Erie, en Pennsylvania, con una bomba amarrada al cuello, un arma casera con forma de bastón y una carta delirante, prodigio de la ineficiencia delictiva, donde da instrucciones para todo el mundo: para el propio ladrón, para los empleados bancarios y para la policía. Todo sale mal.
Montada a partir de videos de interrogatorios, entrevistas a los involucrados y material de archivo (el VHS es una especie de fetiche de los hermanos Duplass), en sus cuatro capítulos Genio del mal imprime un ritmo del contratiempo y la dispersión para conectar hechos aislados y pequeños actos fallidos en busca de explicaciones.
Quien fuera que estuviese detrás del robo había planificado cada detalle para que no pudiera ser rastreado. La policía no descubre nada; se ciñe a hacer hablar a los supuestos sospechosos después de una confesión lateral, aparentemente sin conexiones. Una de las rarezas y virtudes de esta serie es que se trata de un policial vaciado de todos los elementos estereotipados que se esperan sobre la investigación de un crimen. El robo al banco parece un plan tan perfecto como desopilante, orquestado por mentes maestras que han enloquecido.
Los objetos fabricados para el robo son uno de los puntos más desconcertantes. La bomba que inventan es de mecanismo simple pero está cubierta de cables falsos, señuelos complejos y conexiones inútiles para despistar a la brigada antiexplosivos. Pero además, y aquí quizás el punto que produce uno de los hechos más perversos de la historia, está el collar de aspecto medieval y de cuatro cerraduras, con el que ataron la bomba al cuello del repartidor Brian Wells. Un verdadero artilugio de tortura.
La serie adopta el punto de vista de Trey Borzillieri, codirector del documental, investigador amateur del caso y voz en off que narra la secuencia de hechos. Desde el minuto cero la mirada está puesta en Marjorie Diehl-Armstrong, en su pasado con una muerte cercana, su inteligencia extrema, sus motivaciones y sus padecimientos mentales. Diehl-Armstrong es retratada como una mujer experta en eludir internaciones psiquiátricas y manipular a las personas que están a su alrededor.
En un linaje similar al de Making a murderer y Amanda Kno, este Genio del mal viene a confirmar y expandir el “hambre de realidad” del que habla el crítico David Shields. Una tendencia en la cultura contemporánea a consumir cada vez mayores cantidades de producciones “basadas en hechos reales” (ahí el auge de la no ficción y sus variantes). De todos modos, es interesante ver cómo se utilizan las estrategias de la ficción (tensión dramática, tratamiento de los temas, modos de representación) para trabajar con materiales documentales.
Asimismo, la serie asume una política explícita de las imágenes al decidir mostrar el video en el que se ve la explosión de la bomba que lleva atada Brian Wells. Esto sucede en la secuencia inicial y es una declaración de principios de Genio del mal. Ahí las imágenes tocan lo real. La escena se repite varias veces en sus casi cuatro horas totales, pero no de forma completa, se sustraen los centímetros finales de la cinta para evitar el morbo, para que la repetición no banalice ni estetice la muerte de Wells. Al mismo tiempo, la serie parece necesitar de la repetición de esa imagen debido a que ahí radica el sentido de la investigación. Y quizás su motivación central sea que la muerte de Wells no sea leída de forma incorrecta ni sea usada como coartada.