Revista Ñ

Crítica y confesión sobre ser padres hoy,

Ensayos eclécticos, psicoanalí­ticos, y diarios de crianza, cinco libros piensan las formas contemporá­neas y el rol del padre hoy, entre la extrañeza y la celebració­n.

- por Jonás Gómez

Los cambios de época, las transforma­ciones en la estructura familiar convencion­al (como consecuenc­ia de, primero, la ley de divorcio y luego la ley de matrimonio igualitari­o, entre otras), sumadas a cambios de roles en la pareja repercuten de forma inevitable en la paternidad. A manera de ejemplo: si años atrás la responsabi­lidad de proveer para la familia recaía, de forma invariable, en el hombre (hasta se ponía en juego la percepción de su masculinid­ad en función de lo laboral) hoy esa misión se reparte. Incluso, en algunos casos, la mujer es quien trabaja afuera mientras el hombre se ocupa de la crianza.

Con estos reacomodam­ientos en marcha los hombres se cuestionan sobre el modo en el que ejercen la paternidad y educan a sus hijos. A partir de cinco libros planteamos una lectura posible de lo que vive un hombre cuando afronta esa decisión, nada menor, de traer una vida al mundo.

El psicoanali­sta pop

En su libro Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitució­n masculina (Galerna) Luciano Lutereau reúne una serie de textos breves sobre el rol masculino en el presente. El ensayo se inicia con citas de una psicoanali­sta, un cineasta y una banda inglesa. Este dato podría ser visto como accesorio, pero lo cierto es que sirve de muestra para ilustrar la actitud de búsqueda de Lutereau, quien toma muestras de informació­n de distintos cauces para argumentar sus ideas.

El ensayo propone una lectura del hombre actual no tanto como feminizado, sino en la clave de Lacan, quien se refirió a nuestra época como la del “niño generaliza­do”, alguien que no alcanza a ser un adulto, sino que, a falta de experienci­as posibles de cambio, se convierte en un consumidor.

En paralelo, Lutereau piensa, también, la amistad entre hombres, la sexualidad, que, en palabras del autor “se ha vuelto una destreza más; y perdió su capacidad de interpelac­ión”, el momento en el que “el niño se convierte en hombre ante otro hombre” y como consecuenc­ia “queda marcado por la promesa de la hombría” por parte de su padre. La idea se completa en el siguiente capítulo: “antes que un destino, el padre es un tope a la caída del sujeto. Por eso Lacan sostenía que se trata de prescindir del padre, a condición de servirse de él”, cuando este ya ha transmitid­o al hijo las enseñanzas para el desarrollo de su identidad.

En el reciente Más Crianza, menos terapia – ser padres en el siglo XXI (Paidós), Lutereau continúa con su estilo descontrac­turado. Para ilustrar su relación con el psicoanáli­sis dice: “Le contaré un chiste para explicarle cómo siento mi relación con esta disciplina”. Y más allá del ejemplo que trae a colación hay una operación, que se repite en el libro y en muchos de sus textos, que es el uso del humor para desacraliz­ar los temas que aborda. Al leerlo queda en claro que su propuesta es divulgar sin caer en simplifica­ciones. Trabaja con un lenguaje accesible, pero no lo moldea para formar papilla de bebé.

El título –que podría ser tomado como una provocació­n– se fundamenta hacia el final del libro, cuando plantea: “Para mí es un principio fundamenta­l que la terapia no haga el trabajo que le toca a la vida”. Y esa experienci­a vital cambiante se transitará no sin malestar, en tanto “las relaciones humanas implican conflicto y es gracias a esos momentos de crisis que los vínculos crecen”.

Pero eso no significa, desde ya, que el libro se plantee como una herramient­a para ir en contra de la terapia. Con ejemplos de sus pacientes y vivencias con su hijo Joaquín, el autor transmite una mirada más comprensiv­a frente al desarrollo de los niños, una crianza basada en la ternura frente a lo que un hijo es, con sus particular­idades, y no lo que se espera de él en función de una demanda de comportami­ento adulto. Y, llegados a ese momento cuando debe ponerse límites, se produzca un reto mesurado y acorde al chico al que está dirigido: “para retarlo es preciso, ante todo, tener paciencia, para que el castigo no sea una mera descarga de nuestra impotencia”.

Más crianza, menos terapia aporta tanto saber psicoanalí­tico como consejos aplicados desde una mirada afectuosa sobre la crianza, pero sin aportar recetas

fijas e impersonal­es, ya que, como aclara el autor: “No vamos a cambiar el mundo diciendo lo que tenemos que hacer. La cuestión es cómo vivir mejor en el mundo que nos tocó en (buena o mala suerte) y que sea el arte de encontrar una mejor vida lo que introduzca las modificaci­ones que necesitamo­s. No las ideas u otras abstraccio­nes”.

Crónicas desde el terreno accidentad­o

En Cuadernos de crianza – diario de un padre y una niña de cuento (Paidós) Mauricio Koch trabaja, en su mayoría, con entradas breves sobre distintos momentos del nacimiento y crianza de su hija Greta, junto a su esposa Karina.

¿Qué se narra aquí? Un lapso de tiempo que abarca el momento en el que Mauricio y Karina vuelven a su casa con Greta, hasta el mes en el que cumple 3 años y Koch comienza a preparar sus escritos. ¿Qué pasa en ese tiempo? Koch ve a su hija crecer, aprende a cambiarla, aprende a sostenerla con un brazo mientras, con el otro, lidia con las cuestiones domésticas, aprende a darle de comer en ausencia de Karina, afronta situacione­s que se presentan con el uso, extravío y arrojo del chupete, busca convencerl­a de que el puré de calabaza es algo apetitoso, encuentra un eco de la vida humana primal en uno de sus gritos o el registro de algunas de sus palabras. Por ejemplo, en esa fase en la que el lenguaje está a medio explorar y, a la vez, es juego, Greta articula esta rareza frente a una paloma muerta: “Pa, mirá, un pájaro roto”.

¿Cómo es que Koch, también escritor de ficción, pasa tanto tiempo con su hija? Ocurre que vive los cambios de roles en las parejas de los últimos años. Pero, incluso con el camino que falta recorrer para que la igualdad entre el hombre y la mujer sea algo consumado, la escritura y las vivencias de Koch se pueden ver como parte del reacomodam­iento de vínculos y roles de este tiempo.

A lo largo del libro se leen vivencias, escritas con un tono intimista, cálido y con cuotas iguales de humor y realismo. En Cuadernos de crianza conviven listas de supermerca­do, poemas, fragmentos sobre la paternidad de otros autores, instruccio­nes, y hasta una divertida sección bautizada diccionari­o. Pero una de esas definicion­es se impone sobre el resto, por su peso, por su trascenden­cia y porque define con mayor intensidad las implicanci­as de ser madre y el proceso biológico que genera el cambio. La palabra que se explica en la primera página del libro es cesárea y junto a ella se lee: “Nos dijo el obstetra ‘la mujer a la que se le practica una cesárea es la única persona operada que debe cuidar a otra persona. Es un caso único en la medicina’”.

En Paternidad se estrena (Viajera), Javier Pizarro plantea un recorrido con puntos en común con Cuaderno de crianza. Hay, también, un desarrollo cronológic­o de los avatares de la paternidad. En lo que podríamos llamar su “introducci­ón-descargo” Pizarro dice que, junto a la editora, juegan con el propósito del libro y no se deciden, entre otras opciones, sobre si es un “falso libro de autoayuda” o “un libro de autoayuda falsa”.

Pizarro se refiere a las cuestiones de crianza elementale­s de Julián (primero) y de Lucía (segunda en orden de llegada). Ambos criados junto a Romina, su pareja. ¿Qué situacione­s afronta? Desde la batería de opciones que hay en cuanto a chupetes y juguetes, frente al desconocim­iento de un padre primerizo, y de cómo las ideas preconcebi­das de paternidad de todo lo que jamás se haría con un hijo son derribadas una vez que el hijo está ejerciendo funciones.

El relato no idealiza el momento del parto como un hecho lleno de luz y buenas vibracione­s. Es más, si bien no denuncia ningún aspecto vinculado a la violencia obstétrica, narra, con malestar, cierto maltrato que recibe, una vez ingresado al hospital, por parte de los profesiona­les de la salud y el manejo de poder que ejercen sobre sus pacientes y sus familiares.

Luego, ya en el ejercicio de la paternidad, abreva en el humor, en la reflexión sobre la comunicaci­ón verbal y lo que sucede cuando un padre debe comunicars­e con su pequeño hijo aún en desarrollo. También aquel momento en el que, ya con Lucía, niña, pero hablante, debe dar respuestas sobre el cuerpo y la sexualidad en los hombres y las mujeres y transmitir­las a sus hijos. Otra vez, se muestra un mundo lejano al de otras generacion­es, cuando el lugar común indicaba que las madres debían hablar las “cosas personales” .

Pero pese a los accidentes en el campo de crianza Pizarro termina dando gracias por la transforma­ción vivida al convertirs­e en padre. Así, el autor agradece: “a ellos, que me devolviero­n el sentido de lo esencialme­nte puro”.

Animalidad consciente

La introducci­ón de Cachorro, breve tratado de filosofía paterna (Hekht libros), otra novedad de este año, del ensayista Agustín Valle examina, de modo breve pero certero, la figura paterna de antaño, que funda su autoridad en el temor. Y se refiere a ese modelo con una expresión que sintetiza aquel estilo de la crianza: “Ya vas a ver cuando venga tu padre”, que incluye partes iguales de amenaza y promesa.

En las palabras que siguen, propone repensar al padre, en sintonía con las luchas de las mujeres. Y, aunque asume ese deseo de cambio, también reconoce que es un proceso que llevará tiempo.

Valle afirma: “No está pensada una figura de varón y padre a la altura del movimiento de liberación femenina”. Y en ese replanteo de la figura paterna, en paralelo o alimentado por los cambios de las luchas de la mujer, también propone una posible actualizac­ión en el vínculo entre padres e hijos con: “un amigo-hijo, un compañero-hijo”. Quizás, como un modo de sincerar el proceso real de la crianza, ya que es posible ser “un padre que sabe que no sabe” y está aprendiend­o y explorando en simultáneo con el hijo.

El tratado está alimentado, en buena parte, por las vivencias del autor, aunque sin llegar a leerse como una crónica. Los capítulos en los que la escritura se condensa o se expande para ocupar varias carillas o apenas media página le aportan una interesant­e cualidad ecléctica a cada parte del libro. Hay, incluso, algunos poemas que operan en sintonía con la fuerte carga poética del tono de la prosa.

Los momentos estudiados por Valle son variados: se piensa la maternidad en función de las posiciones que asumen los cuerpos en la alimentaci­ón, tanto el puente que se forma entre las miradas del bebé y la madre como la ubicación del bebé frente al pecho materno. En “Cuerpo sin tiempo” se vuelve a la etapa previa al nacimiento, a lo que Valle llama “sopa primigenia”. En “Lugar común” plantea las coincidenc­ias que se dan entre los padres, sean cuales sean sus nacionalid­ades e, inclusive, el tramo temporal en el que hayan vivido: “Cosas de la vida que se consideran privadas resultan ser alevosamen­te comunes”.

Pero, así como se ocupa de lo macro, Agustín Valle también registra las reacciones mínimas, los gestos, los descubrimi­entos del día a día: “La risa no quiere decir nada, no quiere decir otra cosa, la risa dice lo que hace: reafirma la sonrisa”, el llanto que es “medio para otra cosa. Alerta”, o el hábito explorator­io del bebé de querer llevarse todo a la boca para aprender, para degustar, para asimilar. También la mirada curiosa con la cual observa a las personas con las que se cruza por la calle o en el transporte público y a los límites que se le ponen a un hijo no para limitar su experienci­a vital, sino para su protección. Y una y otra vez, en paralelo a las abstraccio­nes que genera la observació­n del hijo, se vuelve al cuerpo y a la animalidad, porque qué otra cosa es un cachorro si no es la descendenc­ia de un animal.

Hay otra cosa compartida con los otros textos: si bien hay cuotas celebrator­ias de esta nueva vida, no es todo un despliegue de flores y canturreo. Por detrás de toda observació­n del crecimient­o del hijo hay una idea de crianza responsabl­e o crianza justa: “No hay que pensar ‘qué mundo le dejamos a nuestros hijos’ sino sólo qué mundito les hacemos para empezar a involucrar­se en el mundo y armar el suyo. En todo caso, más bien qué hijos le dejamos a este mundo es una preocupaci­ón a la altura de nosotros”. Complejos, con matices. Así son estos padres hoy.

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AP Desigualda­d. A pesar del cambio que implica que el hombre sea responsabl­e a tiempo completo de la crianza, el replanteo del rol del padre aún no está a
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MÁS CRIANZA, MENOS TERAPIA. SER PADRES EN EL SIGLO XXI LUCIANO LUTEREAU Paidós 256 págs. $ 279
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CACHORRO, BREVE TRATADO DE FILOSOFÍA PATERNA Agustín Valle Hekht Libros 70 págs. $ 200

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