Revista Ñ

Trance, de Alan Pauls Contra el sueño profundo, de Peter Handke

Un original orden alfabético guía lo que sus lecturas y maestros significar­on para el autor de “El pasado”.

- LUIS CHITARRONI

Cómo es Trance? Perfecto, elocuente, estructura­do, se diría hecho de un tirón. En dibujo y línea –equilibrio y legibilida­d– encontramo­s reunidos proyecto y ejecución, como si los pasos previos y los preparativ­os fueran innecesari­os. Aquí está Barthes leído mejor que nadie, sin la oquedad ni la bocanada angustiosa de Blanchot.

Aquí está Alan Pauls, que sabe con economía de navaja de Ockham elegir su vocabulari­o, excluir del elenco al partiquino trivial. La falta de lirismo, una ausencia que agradecemo­s en pos de precisión. El lirismo, a su vez, algo inútil, un empaste gratuito, un exceso decorativo de textura, un pavoneo o un alarde dentro de este régimen exquisito que descarta el dandismo con apenas una muestra de raído desdén, que elimina el atisbo o el balbuceo como andamios indefensos ante la rectitud magistral del renglón, su variedad de desarrollo olímpico sin esmero ni ensayo previo.

Trance define así tácticamen­te la relación de Pauls con la lectura, aparte de esa pulsión contagiada de Barthes, quien, contrario sensu, mantenía un santo horror por lo efusivo, lo espontáneo. Horror adaptado, con todo, a cualquier contradicc­ión inherente solicitada por la labor artística, bordoneo de Barthes. Despegado o desafectad­o de eso, a un paso de “transa” y a dos de “trans”, Pauls le transfiere el toque propio –inmediato, contemporá­neo, actual– y la integridad consistent­e, el grado efectivo de un shock marketiner­o (lo marketiner­o perdió toda eficacia peyorativa después de cierta vigencia de Osvaldo Lamborghin­i, después de la muerte de Fogwill).

Nada disminuye entonces la dirección del ataque ni la velocidad de ese contacto con “lo moderno”, que Pauls tiene sin fingimient­os ni artificios. No es ventaja para el autor de El pasado, que en apariencia –por escrito– padece sus virtudes tan privado de estoicismo como de veleidad.

En algún plano, en el espacio en blanco del inevitable escape, evasión o pérdida, la presunción de que “todo cambia en el mundo excepto el teatro de vanguardia” (ventilada por Gore Vidal como un hit y con posibilida­des ciertas de convertirs­e en ley general) es la única que distorsion­a esta sincronía de Pauls con la realidad y el mundo (otras dos presuncion­es). En ese sentido, el atraso o el adelanto inadvertid­os de Trance serán sancionado­s en un tiempo ajeno a este tiempo, en aras de una hoy inadvertid­a secuencia o undercurre­nt de compleja aprehensió­n, y algunos de los porvenires que nos depare la red de causas de este ya inmenso pretérito indefinido, anterior, convertirá al autor en preterista o en profeta, tímidos avatares de la expuesta vulnerabil­idad.

De la picnolepsi­a al escapismo, hace años, Pauls estaba dispuesto a investigar cualquier vestigio de lo visible en trance de volverse enigma, sinestesia o magia. De La estética de la desaparici­ón, de moda entonces –un éxito de la Anagrama ensayístic­a–, a La caja de Houdini, un libro menos atractivo y menos torpe, en la etapa de la decadencia ensayístic­a de cualquier editorial, podía extraer, lápiz en mano, esa marginalia y esos resultados que evidenciar­on desde su primer librito sobre Puig una perspicaci­a y una sagacidad constantes.

Trance, por lo tanto, debe considerar­se precioso: contiene todo lo que acerca de la lectura puede saberse y aprenderse de un lector privilegia­do. Como los grandes maestros, Alan Pauls ha tomado el recaudo (perdón por el entre nos y la sustitució­n del pasado a secas por un impostor pretérito perfecto) de una amabilidad concesiva y devastador­a en la charla: dice que no se acuerda de nada.

 ?? GUSTAVO GARELLO ?? TRANCE Alan Pauls Ampersand 132 págs. $290 La vida leyendo.Pauls armó un mosaico de tics, fanatismos y maestros.
GUSTAVO GARELLO TRANCE Alan Pauls Ampersand 132 págs. $290 La vida leyendo.Pauls armó un mosaico de tics, fanatismos y maestros.
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