Revista Ñ

Inmune al castigo, adicto al escándalo. Entrevista con el director Lars von Trier

Entrevista con el director de “La casa que Jack construyó”, que generó polémica en Cannes. El cineasta danés coquetea con el nazismo y con la misoginia.

- MANOHLA DARGIS CANNES, FRANCIA

Cerca del fin de mi entrevista con Lars von Trier, le pregunté si seguía bardeando a las mujeres en su última película, La casa que Jack construyó. Me dijo que no sabía qué quería decir “bardear”. Me pareció oportuno. El director danés –cuyo film, un ejercicio cinematogr­áfico de crueldad y tedio, se proyectó fuera de competenci­a en el Festival de Cannes y se ha convertido, como no es de sorprender, en su último escándalo– desde hace mucho recurre a la provocació­n para perturbar a los espectador­es con películas como Contra viento y marea, Dogville y Ninfomanía.

La sorpresa es que Von Trier esté en Cannes después de haber sido prohibido por el festival en 2011. Ese año, en la conferenci­a de prensa sobre Melancolía – su brillante y sentida película sobre el fin del mundo o al menos de una mujer–, Von Trier se descolgó con que era nazi. Sentado junto a una Kirsten Dunst que pronto comenzó a retorcerse en su silla, respondió una pregunta sobre sus raíces nazis y la estética gótica y nazi. Von Trier empezó a hablar y luego a farfullar para terminar su atroz espectácul­o con una risita y las palabras: “Está bien, soy nazi”.

Después del incidente, Von Trier se disculpó, o lo hizo su jefe de prensa, sólo para decir más tarde que, después de todo, no lo lamentaba. Cannes lo declaró persona non grata hasta que el festival sumó La casa que Jack construyó al repertorio de este año. Ahora culpa al moderador de la conferenci­a de prensa. El moderador debería haberle preguntado qué quería decir, me dijo Von Trier el martes pasado, cuando nos reunimos en la gran casa donde se aloja. Si hubiera podido explicarlo, dijo, “no habría pasado nada”. Era difícil darse cuenta de si lo decía en serio. “Mi problema –agregó Von Trier– es que me gusta complacer al público”.

También me dijo que en la conferenci­a de prensa de 2011 “estaba tratando de ser gracioso”, cosa que le creo porque le gusta usar un humor mordaz aun cuando cause espantosas conmocione­s, zigzaguean­do entre el placer y el dolor, la belleza y la fealdad. Pero el humor no siempre se entiende, como tampoco sus ideas artísticas. En La casa... trata de atrapar al público escandaliz­ándolo y –algo más interesant­e– de decir algo sobre el arte. Pero también hace sufrir con la sangre y la monotonía. En el estreno los presentes se pusieron de pie y le brindaron la obligada ovación festivaler­a junto a filas de asientos vacíos.

La violencia y en especial la violencia contra las mujeres atraviesan las películas de Von Trier (latigazos, violación, muerte), que a menudo incluyen algún tipo de redención. No cree que La casa... –que tiene imágenes sumamente desagradab­les de ver (taxidermia humana, torturas, mutilación, asesinato)– constituya un cambio de enfoque. “Siempre pensé que todo lo que puede pensarse o hacerse debería mostrarse. ¿Por qué no?”, señaló Von Trier. Por lo menos dentro de la ley, agregó cuando se lo apuró. Aun así, “en principio, también si fuera contra la ley, porque estoy muy en contra de la censura y muy en contra de la corrección política”.

Cuando le pregunté qué quería decir con corrección política, dijo “Suecia”. Fue una respuesta desenfadad­a y divertida pero, cuando le pregunté por qué le importaba lo que pudiera pensar alguien, no respondió en forma directa. (Más tarde, dijo que el público no le importaba, cosa que no creo, y que “el público soy yo”). En cambio, dio un ejemplo: “En Alemania, obviamente, es contra la ley ser nazi”, dijo Von Trier, pero en Dinamarca no es así. “Tenemos un pobre partidito nazi que, como cualquiera puede ver, no es una amenaza para nadie y sólo es un conjunto de chiflados que dan vueltas por ahí”. Sería “mucho más problemáti­co si hubiera una ley” que prohibiera ser nazi.

“Es malo para la democracia cada vez que alguien dice: ‘No se puede decir negro’”, señaló, agregando: “Es una manera

equivocada de proceder. Por supuesto que uno no le diría algo a alguien que no quiere oírlo. Pero convertirl­o en ley me parece mal y poco práctico”. Fue indefectib­lemente educado pero me sentí como si estuviera empujando una pared de arena resbalosa y cambiante. Así que le pregunté si quería libertad total. Sí, respondió.

Las conversaci­ones sobre la censura a menudo llevan a una impasse y, naturalmen­te, mucho depende de quién sea el que impone la prohibició­n y por qué motivos. El viejo Hollywood prohibía ciertas representa­ciones como también la Unión Soviética. La censura se usa para hacerse de poder y mantenerlo y para silenciar a la oposición. Sin embargo, cuando le señalé a Von Trier lo obvio –que es más fácil para los poderosos, incluso un director privilegia­do como él, decir que todo debería estar permitido y que los que no tienen poder obviamente a menudo ya no tienen voz y se ven en dificultad­es para ser oídosllega­mos a otra impasse.

La casa que Jack construyó también a menudo parece un callejón sin salida. Formalment­e está dividida en cinco “incidentes” sangriento­s, en los que Jack (Matt Dillon) mata mayormente a mujeres y a algunos niños y hombres. Cada tanto charla con Verge, o Virgilio (Bruno Ganz), que en general está fuera de la pantalla. Jack también hace observacio­nes socarronas típicas de Von Trier que buscan provocar risas. “Quisiera ver una placa de policía”, le dice una víctima femenina a Jack, que se hace pasar por tal para entrar a su casa.

“A mí también”, responde poco antes de estrangula­rla. En cuanto a por qué Von Trier quería contar esta historia, sólo dijo que “mi técnica es tomar un género y hacerlo chocar con otra cosa”. En este caso, ese género es el drama del asesino serial. “Para mí, era interesant­e que el asesino serial también tuviera, quizá no un lado ‘inteligent­e’, pero sí uno humano”. Lo que quiere es que la gente piense en eso, aunque fue vago respecto a aquello en lo que tenemos que pensar. “Podría ser cualquier cosa”, dijo. “La sola acción de pararse y salir debe haber sido un pensamient­o”.

Von Trier tiene un largo historial de obligar a la gente a levantarse e irse en Cannes. El problema es que lo shockeante puede convertirs­e en rutina, y en Jack corre el riesgo de alejar al público con la brutalidad, el ritmo lento y la repetición.

Mientras miraba Jack, me preguntaba si Von Trier no estaba sólo poniendo a prueba nuestra paciencia sino también castigándo­nos en cierto modo debido a quejas anteriores sobre su obra. Como si dijera: “La mutilación genital de Anticristo le pareció mal, muy bien, ¡ahora le voy a mostrar lo que es la violencia!”. Salvo que esta película sólo cobra vida cuando Von Trier parece estar hablando a través de Jack, especialme­nte en sus duelos verbales con Verge, y en una parte relativame­nte compacta en que la conversaci­ón gira en torno a los cazabombar­deros alemanes; una forma de hongo que afecta a las uvas llamada “podredumbr­e noble”; los déspotas como íconos (Mao, Stalin y Hitler); y los poemas de Blake “El tigre” y “El cordero”.

¿Es Jack el que habla o Von Trier?

“Es una mezcla, todo el tiempo”, dijo von Trier. “Y quizá soy un poco duro conmigo mismo”, agregó. “Pero podría… si hubiese elegido otro camino en mi educación, podría haber sido Jack, ¿verdad?”. Le dije que esperaba que no.

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FOTOS: THE NEW YORK TIMES Siempre al choque. Lars von Trier, creador del Dogma y de mil controvers­ias.
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Juntos. Matt Dillon y Von Trier, el protanonis­ta y el director de “La casa que Jack construyó”.
 ??  ?? Asesino serial. Matt Dillon en una escena de la sangrienta película con Uma Thurman.
Asesino serial. Matt Dillon en una escena de la sangrienta película con Uma Thurman.

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