Hoy en el arte en la calle pelea con la publicidad. Entrevista con Cecilia Alemani, directora de Art Basel Cities
Entrevista con la directora artística de Art Basel Cities Buenos Aires, que presentó en arteBA su esperada muestra “Rayuela”.
La actualidad política, las publicidades, las inclemencias del tiempo o el visto bueno de los organismos estatales son algunas de las dificultades que los programas de arte público tienen que atravesar para llevar a buen puerto sus obras instaladas en la calle. “No hay paredes en el espacio público, y eso presenta un desafío –explica Cecilia Alemani, referencia internacional en el tema–. Por otro lado tenemos mucha libertad para desplegar otros ingredientes en las obras, que en una institución serían imposibles de incluir”, señala Alemani, de visita en Buenos Aires para participar de la charla “¿Cómo cambia nuestra experiencia del arte cuando se lo exhibe en espacios no convencionales?” que tuvo lugar en el contexto de arteBa y presentar Hopscotch (Rayuela), la muestra que integrará artistas internacionales y argentinos trabajando en distintos barrios porteños en el marco del programa Art Basel Cities Buenos Aires, que tendrá lugar en septiembre y del cual es curadora. Alemani es también la directora del programa de arte público del Highline de Nueva York, el hermoso parque en alturas que la ciudad levantó, donde antes sólo había unas viejas vías de tren abandonadas.
–Buenos Aires y Nueva York son ciudades atravesadas por una gran cantidad de información visual. ¿Cómo se articula el arte público contemporáneo en ese contexto?
–Es difícil impactar a la gente... Lo intentamos pero, como dijiste, tenemos tanta información –afiches, pantallas, diarios y por supuesto los teléfono– alrededor. De todas formas creo que también los artistas y curadores trabajando en el espacio público nos estamos acostumbrando mucho más a eso, porque por otro lado ese contexto estimula a volver incluso a otras formas de trabajar y exponer obra, tal vez a dejar el video y el arte digital y volver a la pintura por ejemplo… Es un gran desafío, porque a lo mejor veinte años atrás alguien haciendo videoarte en el espacio público era un innovador total, incluso un provocador, y ahora tal vez Pepsi hace una publicidad más provocadora… es una buena competencia.
–¿Cuál es la importancia del arte en el espacio público en sociedades como las contemporáneas, en las que tendemos a pensar cada vez más la ciudad como un lugar de tránsito y no como un destino a habitar en sí mismo? –Mira, creo que en ese sentido estoy un poco mal acostumbrada, porque el Highline de Nueva York, además de conectar una gran parte de la ciudad, es también un parque, entonces es un destino en sí mismo, la gente viene especialmente. Pero creo que, aun cuando experimentes arte mientras caminas o yendo de un lugar al otro, eso está bien, es una oportunidad de abrir una ventana en ese momen- to y establecer una conversación, un diálogo con una obra. Como lo que Leandro Erlich hizo en el Obelisco. No es algo que la gente se sienta en un banco a contemplar, es algo pensado para la gente que se está moviendo, y esa es una condición indispensable si pensamos en las poblaciones de las ciudades contemporáneas. Es parte del modo en que vivimos y experimentamos hoy el arte. Eso no quiere decir que no podamos ir al museo y permanecer observando una pintura por cincuenta minutos.
–En septiembre tendrá lugar Hopscotch, la muestra que curaste para la primera edición del programa Art Basel Cities en Buenos Aires. ¿Encontrás alguna seña particular en los espacios que elegiste para desplegar el programa de la muestra?
–La Boca es tan increíblemente diferente a Puerto Madero, y ambos a su vez tan diferentes de la Costanera, y todos tan increíblemente diferentes de Palermo… espero poder señalar todos estos aspectos de Buenos Aires. Por supuesto que además está la historia, La Boca fue punto de llegada de la inmigración, y al mismo tiempo tiene una complejidad social diferente de la de los otros lugares, pero creo que es importante que la gente se dé cuenta de que eso también es Buenos Aires. Y por otro lado Puerto Madero, con todos esos edificios nuevos y altísimos, y más allá la Costanera, que es uno de los lugares más maravillosos en los que estuve, en el que –literalmente– podés perderte en la naturaleza. Y finalmente Palermo que es, tal vez, para nosotros los europeos, como imaginamos que es Buenos Aires. Están todas esas capas, y la idea es que tanto turistas como ciudadanos locales puedan venir y descubrir una ciudad, o ejercitar el ojo para ver su ciudad desde una nueva perspectiva.
–¿En qué consistió la elección de cada espacio?
–Me gustaba la idea de seguir el río. Sabía que quería desarrollar el programa en esos sitios, pero además encontré lugares sorprendentes en cada barrio. Fue un trabajo en colaboración con los mismos artistas y con amigos y colegas que fueron muy buenos recomendando lugares. Cada vez que visitaba un estudio preguntaba a los artistas: ¿en dónde te gustaría realizar un proyecto?
–Convocaste a muchos artistas jóvenes argentinos para la muestra. ¿Podemos hablar de una identidad común entre artistas locales en un medio tan globalizado?
–Es difícil de decir. Yo tengo el ojo muy entrenado para ver escultores y personas que trabajan lo objetual, entonces tal vez lo que siento es que acá los artistas tienen muchos recursos, no se trata sólo de usar técnicas o materiales caros, sino también de trabajar con lo que los rodea, lo cual es común en muchos otros lugares, en Nueva York también sucede, pero viniendo de allá puedo sentir que aquí los artistas no son tan “malcriados”. Allá vas a visitar un estudio y todos empiezan a traer a colación nombres de filósofos y yo pienso: ¿es necesario hacer eso? Aquí en cambio siento que tuve diálogos muy sinceros y profesionales con todos.
–¿Creés que es una oportunidad para que algunos de ellos puedan dar el salto definitivo que los acerque a la esfera internacional del arte contemporáneo?
–Sí. También es verdad que el modo en que esas cosas funcionan es muy azaroso. Pero creo que todo es perfecto aquí, el único problema es que Buenos Aires está geográficamente lejos, y no tener algo así como una bienal, o un evento cultural de gran escala, lamentablemente los banaliza. Tal vez la escena artística argentina sea superior a la de San Pablo por ejemplo, pero aquí es más difícil llegar y generar diálogos. Por eso también el hecho de traer artistas internacionales para el programa de Art Basel Cities puede ser una ocasión para que ese diálogo se establezca. Y uno nunca sabe lo que puede surgir de eso.