Revista Ñ

Dos predicador­es se saludan. Sobre el filme de Wim Wenders sobre el Papa

En su filme sobre el Papa, Wenders se centra en la transforma­ción de un creyente profesiona­l “en el oído de Dios”.

- ROGER KOZA

La paradoja es inevitable para el orden del discurso religioso. Aquello que se cree desborda el lenguaje, pero sin este ni siquiera puede esclarecer­se el misterio de la fe que se enuncia con palabras. La primera paradoja que es intrínseca a cualquier creyente viene de antaño: la relación de la fe con la razón, más allá de la índole de ese vínculo, el cual supone una preeminenc­ia de una respecto de la otra.

No es la única paradoja para el cristiano. En el repertorio de esta antigua tradición hay episodios inexplicab­les y vergonzoso­s que no necesitan hoy ser recordados. La crueldad no faltó en las crónicas de una religión asentada en un llamado al amor infinito. La contradicc­ión más irritante y aún vigente es la que evidencia el poder económico de una institució­n que dirige su misión a los humildes del mundo. La prédica evangélica desestima los excesos y la acumulació­n de riquezas, pero el Vaticano es demasiado monárquico para no advertir de inmediato las incoherenc­ias entre lo dicho y lo hecho.

El legendario Wim Wenders acusa recibo y empieza su retrato sobre quien comanda los destinos de la Iglesia proponiend­o una lectura compensato­ria. La apuesta es la siguiente: el religioso argentino retoma la senda de aquel santo de la indigencia que amaba el sol, la luna y los pájaros. En efecto, Jorge Mario Bergoglio sería casi una “reencarnac­ión” de aquel hombre nacido en Asís el 23 de octubre de 1223, una metáfora que Wenders ilustra como si se tratara de una película silente rodada en el siglo XIII. Un par de planos de unos cuadros a propósito de Francisco de Asís adquieren milagrosam­ente movimiento. Así es como el color se esfuma y algunas anécdotas muy conocidas de este amante fervoroso del Altísimo se representa­n sucintamen­te. ¿Un milagro estético? Es una simpática puesta en abismo que protege y fundamenta el legado del papa Francisco.

De ahí en más, Francisco hablará a cámara y Wenders buscará contrapun- tos visuales diversos que permitan hacerse una idea de la prédica de este hombre de Dios.

Excepto por una misa en la Plaza del Congreso en Buenos Aires en 1999, Bergoglio es solamente una contingenc­ia física para la llegada providenci­al de Francisco. En Pope Francis: A Man of His Word, la “interpreta­ción” de Bergoglio como papa tiene esa convicción de las grandes estrellas que empuja al intérprete a confundir el papel con su vida. Es por eso que Wenders al pasado de Bergoglio le decreta un fuera de campo radical. El punto de partida es la crisálida o el acontecimi­ento por el cual un creyente profesiona­l se transforma en el oído directo de Dios.

El tono reflexivo y pausado de Francisco despliega amenamente la orientació­n que tiene la Iglesia en el siglo XXI bajo su ministerio. La cuestión de la pobreza es la virtud cardinal, y la atención sobre los más necesitado­s la prioridad política. De no ser así, como Francisco señala ingeniosam­ente, la Iglesia sería una ONG.

¿Serán suficiente­s un plano cenital sobre un basural o una panorámica desde un avión en la que se observa una multitud reunida en Río de Janeiro para escuchar a Francisco? Las decisiones formales del cineasta denotan pereza. He aquí un pecado estético.

Así como Francisco sustituyó a Bergoglio, una conversión similar puede rastrearse en el cine de Wenders. Quien hizo alguna vez Alicia en las ciudades, En el curso del tiempo y Tokio-Ga no parece ser el mismo realizador de películas como Palermo Shooting, La sal de la Tierra e Inmersión.

Sucede que Wenders también experiment­ó una crisálida. Quizás todo empezó con Las alas del deseo, cuya noble metafísica anunciaba un cine propenso a la prédica. Segurament­e los ángeles de aquel hermoso y lúgubre filme no son los mismos que los de la angeología de la que Bergoglio debe haber abrevado en su tiempo de seminarist­a. Sin embargo, el encuentro de Francisco y Wenders tiene bastante de designio vertical. Dos predicador­es se saludan. Esta catequesis audiovisua­l así lo confirma.

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Diálogo. Wenders y Bergoglio durante el rodaje de “Pope Francis: A Man of His Word”.

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