Flora y fauna
El propósito de las presentaciones de libros cambia con las épocas y con las circunstancias. Hay de todo. Hay autores que nunca presentaron un libro propio: descreen drásticamente de cualquier instancia social en la que alguien tenga que decir algo públicamente de un texto. Hay otros que presentan un libro cinco, diez veces; aquí y allá, acompañan la circulación del texto como un agente de seguridad privada que vela por la integridad física de ese objeto que se desplaza. Hay presentaciones fantasma, eventos que emulan una fiesta y hasta algunas que tratan de no parecerse a una presentación: no hay libros, nadie habla, el objeto que se festeja está elidido. Pero diríamos que en términos generales las presentaciones constituyen el momento en el que un libro se inserta en una trama cultural, se clava en una ciudad. Eso, al menos, sucedió la semana pasada en el lanzamiento de Oración, de María Moreno.
La cita estaba pautada para un miércoles a las siete de la tarde y apenas veinte minutos luego de la hora señalada ya no se podía entrar al lugar, que estaba abarrotado. De generosas vidrieras, el espacio de Mu, en Riobamba y Bartolomé Mitre, se convirtió así en una suerte de cine mudo: la gente que llegó tarde se quedó del lado de afuera, mirando a través de los ventanales una película que no podía escuchar. Adentro del salón, los presentes se acomodaban como podían: parados, sentados, reclinados, todos rodeaban como en un anfiteatro improvisado un escritorio con dos micrófonos que se había montado en lo que parecía ser una especie de placard a puertas abiertas, donde se exponían al mismo tiempo libros y prendas de ropa, en una combinación peculiar que le aportaba al conjunto la idea de que todo lo que veíamos podía ser un objeto de exposición artística o podía no ser; todo podía estar a la venta o podía no estarlo.
Cuando el reloj marcó las 19:30, Daniel Link tomó el micrófono y leyó el texto que había preparado para la ocasión. Empezó con un juego de palabras: “Había pensado, en principio, en brindar testimonio sobre lo que a mí me pasó con este libro al mismo tiempo majestuoso y vitalista. Pero después pensé que eso no podía interesarle a casi nadie. En un correo, María me pidió que la ensalzara y yo le prometí cuatro salsas, pero después me di cuenta de que el libro tampoco necesita de mis habilidades culinarias: como nunca antes (lo que es bastante decir), desde la primera hasta la última página de este libro encontramos a María en su salsa”.
Oración es, como Black Out, el libro que Moreno publicó en 2016, un texto que aparece en el momento indicado, en el sentido en que son textos que producen tensiones eléctricas con el contexto social y político en el que salen y se dejan leer entonces a contraluz, recortados por una intensidad brutal. Ya sobre Black Out ella misma decía que se podía pensar dentro de una pequeña constelación de libros –como los diarios de Ricardo Piglia– que lo que hacían era “dejar inscripta la categoría de extintos. Porque hay un modelo de intelectual y de escritor que feneció”.
Esta vez, la palabra que usa es otra pero es la misma: elegía. Porque Oración lleva esa indagación un paso más allá y, si Black Out trabajaba la parte cultural, estética y social de los años setenta en Buenos Aires, este libro toma la posta y se tira en la pileta híper revuelta de la política, la militancia, la ideología y otras armas de guerra.
Así cerró Daniel Link: “¿Sabíamos que María Moreno era capaz de escribir un libro como Oración? ¿Esperábamos un libro como este? Son preguntas ya sin demasiado sentido. Lo que ahora sabemos es que lo necesitábamos”.
Luego María Moreno dijo unas palabras y la gente se arrojó sobre la barra para adquirir alguna bebida y seguir la noche por otros medios. Se veía a personas de tres generaciones, en un auténtico trasvasamiento. Se hablaba de política, de aborto, incluso de fútbol, porque a veces las presentaciones de libros son también un lugar en el que confluyen los vectores dramáticos del presente.