Desde la mirada del hijo
En la literatura es frecuente ver, a diferencia de los libros citados, una mirada del hijo hacia el padre. Carta al padre, de Franz Kafka, combina la gratitud por la generosidad que el padre de Franz tuvo para con él con el miedo y un reconocimiento de ingratitud por parte del autor de La metamorfosis. La carta tiene, como puede preverse, un tono de alto vuelo dramático y descarnado de un hijo que, pese al agradecimiento, se siente tan opacado por la figura paterna que no puede siquiera hablarle en persona.
En La invención de la soledad, Paul Auster recibe la noticia de la muerte repentina de su padre mientras prepara el desayuno para su hijo. A partir de ahí piensa el modo en el que habitó su casa y en qué medida la materia les da un contexto a la vida y la rutina. Para Auster, “no hay nada tan terrible como tener que enfrentarse a las pertenencias de un hombre muerto. Los objetos son inertes y sólo tienen significado en función de la vida que los emplea”.
De un modo similar, se inicia La muerte del padre, del escritor noruego Karl Ove Knausgård, quien con su saga de seis libros autobiográficos (bautizados, con ironía, Mi lucha) recorre, con la minuciosidad de Proust, distintos momentos de su vida. El primer tomo comienza, también, con la muerte. En este caso, con una reflexión sobre los procesos biológicos que llegan cuando muere un cuerpo humano. Algo que hará pensar al autor, inevitablemente, en su finitud y en el pasado que lo llevó a ese presente.