El problema de la segunda generación
–¿En qué sentido es diferente el terrorismo islámico en Europa al del resto del mundo?
–Europa Occidental no es una región del mundo en que las actuales organizaciones yihadistas tengan base pero sí un ámbito donde sus estrategias de movilización han tenido y tienen notable impacto. Los niveles europeos de radicalización y reclutamiento terrorista registrados a partir de 2012 no tienen precedentes. Nunca antes, desde que existe el yihadismo global, se habían contabilizado en Europa Occidental números tan insólitos de individuos radicalizados e incluso partidos hacia zonas de conflicto para unirse a Estado Islámico o a alguna rama de Al Qaeda. Al igual que en otras regiones del mundo, la amenaza terrorista en suelo europeo se manifiesta en forma de atentados ideados, planificados, preparados y ejecutados por miembros de organizaciones yihadistas. La diferencia reside en que, como en el conjunto del mundo occidental, también se producen atentados perpetrados por actores solitarios o células inspiradas por la ideología del salafismo yihadista, aunque no integradas en estructuras jerárquicas. –Entonces, y en este mismo sentido, ¿qué se está haciendo ‘mal’ en Europa como para ver a algunos de los europeos radicalizados perpetrando actos terroristas de carácter yihadista?
–A lo largo de los últimos siete años, esa movilización yihadista sin precedentes en Europa Occidental está afectando muy especialmente a determinados segmentos de la población y más a unos países que a otros. Esos segmentos de la población son los adolescentes y jóvenes nacidos o crecidos en sociedades europeas pero descendientes de inmigrantes musulmanes. Los países más afectados son aquellos donde las segundas generaciones predominan entre sus poblaciones musulmanas. Existe un serio problema con el acomodo de estas segundas generaciones. No es sólo cuestión de integración socioeconómica. Es un problema relacionado con tensiones de identidad y de asimilación cultural, que no resuelven ni las familias de origen inmigrante ni los lugares de culto, demasiado a menudo controlados por salafistas que predican hostilidad hacia la democracia y los valores occidentales. El tratamiento institucional del salafismo es la principal asignatura pendiente en los planes europeos de prevención de la radicalización violenta y el terrorismo yihadista. –Teniendo en cuenta que estos atentados son, en cierto sentido, una ‘señal’ de nuestros tiempos, ¿hasta cuándo? ¿Tenemos que normalizarlo en los días o años que vienen?
–El yihadismo global surgió con la fundación de Al Qaeda en 1988. Tres décadas después, Al Qaeda persiste y se ha transformado en una estructura descentralizada que jamás ha estado tan extendida. Tras la configuración de Estado Islámico como nueva matriz del yihadismo global, la amplitud y dispersión de este movi- miento son de hecho inusitadas. Los focos de actividad yihadista y las fuentes de su inherente amenaza terrorista se han multiplicado. Añádanse a ello datos tan elocuentes como que los musulmanes de Europa Occidental están casi veinte veces sobrerrepresentados, respecto a los de otras regiones del mundo, entre los combatientes terroristas extranjeros vinculados a organizaciones yihadistas. Afortunadamente, hemos desarrollado mucho la respuesta estatal e intergubernamental a una amenaza a la vez externa e interna que, como hasta ahora, oscilará en intensidad. Pero es preciso construir mayor resiliencia social ante un terrorismo que ni a corto ni a medio plazo va a desaparecer.