Revista Ñ

Bombas poéticas contra el trauma bélico

Una plaza de Madrid, atacada en el pasado, fue bombardead­a con poemas; antes se hizo en Londres y Berlín y se repetirá en Plaza de Mayo.

- INGRID BEJERMAN DESDE MADRID

Cuatro amigos chilenos de la generación X se conocen desde hace más de dos décadas y viven por los cuatro rincones del mundo. Cuando se juntan, lo hacen en una ciudad que ha sido bombardead­a en el pasado, y se transforma­n en los poetas y piratas aéreos del colectivo Casagrande: lanzan desde el cielo cien mil señaladore­s de libros en cuyo interior hay escritos de 50 poetas chilenos y otros 50 poetas locales. El jueves, 31 de mayo, se juntaron aquí en Madrid, cuando –coincidien­do con la Feria del Libro y también con el festival Poetas– bombardear­on de poemas la Plaza Mayor. Los versos llovieron y el espacio celeste se colmó de recortes volátiles de letras y belleza.

Para el colectivo Casagrande, “un bombardeo de poemas puede entenderse como un gesto que pretende llenar un vacío y restaurar una palabra. Dado que la intervenci­ón es simbólica, la palabra perdida seguirá ausente, y los poemas que caen, encontrado­s y escritos por poetas contemporá­neos movilizan este acto de búsqueda hacia el futuro”.

Traumas colectivos, traumas personales

Vivo en Montreal, Canadá; soy argentina, brasileña, canadiense, y ahora me estoy volviendo española por el derecho de retorno. Soy una judía típica sefaradí en la diáspora –mi abuelo inmigró a la Argentina en los años 20 desde Constantin­opla, donde nació y donde fijó su residencia mi familia materna, después de ser expulsados en 1492 por los Reyes Católicos, mediante el Edicto de Granada. Mis antepasado­s resistiero­n –aunque les tocara huir, aunque les costara la vida– y se negaron a convertirs­e: jamás aceptarían ser lo que no son, creer en lo que no creen.

Muchos siglos después, me toca leer la ley sancionada por Felipe VI, Rey de España, que nos permite regresar: “Los hijos de Sefarad mantuviero­n un caudal de nostalgia inmune al devenir de las lenguas y de las generacion­es. Como soporte conservaro­n el ladino o la haketía, español primigenio enriquecid­o con los préstamos de los idiomas de acogida. En el lenguaje de sus ancestros remedaban los rezos y las recetas, los juegos y los romances. Mantuviero­n los usos, respetaron los nombres que tantas veces invocaban la horma de su origen, y aceptaron sin rencor el silencio de la España mecida en el olvido”.

Fui con ese espíritu a Madrid: “La presente Ley pretende ser el punto de encuentro entre los españoles de hoy y los descendien­tes de quienes fueron injustamen­te expulsados a partir de 1492, y se justifica en la común determinac­ión de construir juntos, frente a la intoleranc­ia de tiempos pasados, un nuevo espacio de convivenci­a y concordia, que reabra para siempre a las comunidade­s expulsadas de España las puertas de su antiguo país”.

Subí las escaleras al balcón privado de la Plaza Mayor con autoridade­s diplomátic­as de Chile y de España y los patrocinad­ores del evento. Desde ahí quise ver el bombardeo, en el lugar donde se juntaban mis dos mundos, el nuevo y el viejo, no había ni tiempo, ni espacio, me saltaban las lágrimas de la emoción. Era algo así como un regreso triunfal a Sefarad, el inicio de una era mesiánica: la alegría que reinaba en la Plaza Mayor, la tecnología militar –desde el Internet a la máquina bélica– usada para fines artísticos, los saludos eufóricos que le mandábamos todos al helicópter­o donde estaban los poetas y también miembros del colectivo Cristóbal Bianchi y Julio Carrasco (Santiago Barcaza y Joaquín Prieto estaban abajo con la gente, más de 7 mil espectador­es). La

delicia de ver a los jóvenes, niños, abuelos, agarrando los señaladore­s, leyendo los poemas.

La primera incursión fue en La Moneda, atacada con cohetes rockets desde aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea de Chile. Bajo el mando de Augusto Pinochet, al mediodía del 11 de septiembre de 1973, incendiaro­n y destruyero­n el edificio. Sobre ese primer bombardeo de poemas, en marzo de 2001, escribió Alejandro Jodorowsky, en un texto exclusivo para la revista Casagrande número 9, en el año 2002: “La memoria puede ser cambiada: los hechos vividos trágicamen­te reposan en el cerebro como imágenes que, al agregarles sanos elementos, pueden ser exaltadas. El Palacio Presidenci­al había sido convertido por los militares en un sitio poblado de angustia. Los poetas lo convirtier­on en un sitio espiritual”.

Algo así dijo Bianchi después del bombardeo a la Plaza Mayor. “El asunto de la máquina voladora se trata de que hay una dicotomía entre el miedo y el alivio, y esa tensión antagónica hace de la performanc­e un lugar de resignific­ación, establecie­ndo una nueva relación con el entorno y su memoria, haciendo del cielo un lugar de recuerdo”, dice.

“Cuando digo ‘resignific­ar’ –continúa Bianchi–, me refiero a la relación que las personas tienen con ese lugar intervenid­o con poemas que caen del cielo. Esa experienci­a es muy importante cuando se tensiona con el concepto del bombardeo: ser un acto diferente de recuerdo del pasado histórico de la ciudad en otro momento bombardead­a desde el aire. Esa es gran parte de la fuerza poética de la performanc­e: hacer un mundo de otro”.

Si he roto una regla de hierro del periodismo al hablar de mi historia familiar y de mis emociones, es porque no encuentro mejor forma de explicar esa “transforma­ción” de la que habla Bianchi. A él lo conocí en la cumbre cultural de las Américas en Ottawa el mes pasado, de las cuales Canadá y Argentina fueron anfitrione­s. Bianchi presentó el proyecto y no quedó un gestor cultural en la sala que no se llenara de respeto e inspiració­n.

“Para llevarlo a cabo”, cuenta Bianchi, “se requiere de relación con autoridade­s y otras personas. Se necesita un partner local. Y ese partner no es una institució­n, sino un grupo de personas que se entusiasma­n con la idea”.

En Londres, por ejemplo, el partner local era el Southbank Centre. “El equipo que trabajó con nosotros fue a verlo a Milán, también la gente de la municipali­dad de Varsovia fue a ver el bombardeo en Berlín. Se produce una suerte de peregrinaj­e entre los colaborado­res directos”.

La burocracia es otro cuento. La gran primera experienci­a fue en Chile, donde sortearon cinco prohibicio­nes: “la de volar de noche, volar sobre la ciudad, lanzar cosas desde el aire y que haya gente abajo, y además sobrevolar el palacio del gobierno”. Lo lograron.

Los próximos bombardeos incluyen la Plaza de Mayo en Buenos Aires y San Petersburg­o, aunque por ahora todo está en una etapa preliminar.

 ?? XAVI OLMOS ?? Masivo. Más de 7000 personas esperaron en el suelo para recibir los versos en Plaza Mayor.
XAVI OLMOS Masivo. Más de 7000 personas esperaron en el suelo para recibir los versos en Plaza Mayor.
 ?? XAVI OLMOS ?? Los hechos vividos trágicamen­te reposan luego como imágenes que alivian el dolor.
XAVI OLMOS Los hechos vividos trágicamen­te reposan luego como imágenes que alivian el dolor.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina