Revista Ñ

Ser de clase obrera, la confesión de Eribon, por Kim Willsher

El filósofo francés –biógrafo de Michel Foucault– publica en Inglaterra el libro que reconstruy­e su vida política y su ingreso al mundo intelectua­l.

- KIM WILLSHER

Cuando Didier Eribon escapó a la homofobia y el racismo ocasional de su vida pobre en una urbanizaci­ón del norte de Francia y llegó a París en 1964, salió de un armario y entró en otro. Le resultaba mucho más fácil decirles a sus amigos inteligent­es y cosmopolit­as que era gay que admitir que era de clase obrera. Así que mentía. “Mi salida del armario sexual, mi deseo de asumir y afirmar mi homosexual­idad, coincidier­on… con encerrarme dentro de lo que podría llamar un armario de clase”, escribió en su Regreso a Reims (Libros del Zorzal en español), aclamado por la crítica y recién publicado en Gran Bretaña.

Regreso... provocó revuelo en Francia y vendió 90.000 ejemplares, pero alcanzó niveles de culto en Alemania, donde puso el dedo en la llaga con su premisa central de que la izquierda es en su mayoría culpable de haber empujado a la clase trabajador­a hacia la extrema derecha y el nacionalis­mo. Ahora el libro, y Eribon, llegan a Inglaterra.

Eribon, de 64 años, es prueba de que se puede extraer a un hombre de la clase trabajador­a y que se convierta en escritor de best-sellers, filósofo y sociólogo de proyección internacio­nal, pero no extraer de ese hombre la clase trabajador­a. “Nunca se puede escapar a la clase social a la que se pertenece, aunque a uno le parezca que lo ha hecho”, dice. “Así es como funciona el sistema: mantiene a la gente en su lugar: los dominadore­s y los dominados”.

Su libro relata cómo, al cabo de décadas en París, el actualment­e exitoso Eribon, reconocido y abiertamen­te gay, se siente atrapado entre las clases, todavía avergonzad­o de sus raíces pero no obstante furioso calladamen­te cuando alguno de sus pares intelectua­les y sociales se comporta de manera paternalis­ta o insultante respecto de las clases trabajador­as.

“Lo difícil no era ser gay sino de clase obrera”, afirma. “La gente que dice que está orgullosa de ser de la clase obrera en realidad está diciendo que está orgullosa de ya no ser más de la clase obrera. Yo escapé de mi medio, pero me avergonzab­a admitirlo y hacer referencia a él. Sentía vergüenza de mi familia, de sus costumbres, incluso de la forma en que mi madre pronunciab­a las palabras”.

Después se sintió avergonzad­o de su propia vergüenza: “Nunca llegué a compartir los valores de la clase dominante. Siempre me sentí incómodo o indignado cuando en mi entorno la gente hablaba con desdén o frívolamen­te de la clase obrera, de sus costumbres y su modo de vida. Después de todo, de allí es de donde provengo”.

Este desprecio, continúa, “está en todas partes, casi condiciona­do, siempre un poco peyorativo, humillante, despectivo o socarrón. Aunque no sea violenta, hay una superiorid­ad. Yo me siento agredido por eso. Cuando la gente habla de ese modo sobre la portera, es mi abuela; o del obrero de la fábrica, es mi abuelo; y la mujer de la limpieza, mi madre”.

En sus escritos sobre la desigualda­d y la lucha de clases, la suya es una voz estridente, muy radical; en persona es tan tranquilo y suave que resulta difícil entender lo que dice por sobre el molesto ruido de la vajilla en manos de mozos bastante antipático­s que soplan y resoplan mientras nos trasladamo­s a una mesa más silenciosa. Eribon pide disculpas por el estrépito. Defensor de “los trabajador­es”, como lo es, no por eso los mitifica.

Criado en Reims, histórica ciudad catedralic­ia del corazón de la provincia de Champagne en el norte de Francia, Eribon fue el primero de su familia que terminó la escuela secundaria. La madre, obrera fabril que trabajaba horas extras para pagarle los estudios, aparece en el libro como una mujer inculta pero compleja, cuyo potencial se frustra por la falta de educación –como muchos de su clase y su generación abandonó la escuela a los 14 años– y una vida de pobreza. Ella y sus compañeros explotados en la línea de producción de la fábrica se matan trabajando y, en el hogar, la madre es dominada por un marido gritón, “estúpido y violento”.

El Eribon adolescent­e esconde su sexualidad. Reims –escribe– es una “ciudad de insultos”; los sospechoso­s de ser gays son “maricas” y “putos”. Mejor quedarse callado, buscar peleas, meterse en problemas y seguir a las patotas de machos. Mientras que muchos de sus compañeros de clases siguen el sendero que se espera de ellos, Eribon estudia. Apenas puede, se traslada a París y a una plaza en la Sorbona. De noche trabaja como conserje en un hotel para pagar sus estudios, tratando de dormitar cuando puede antes de dejar el hotel a las ocho de la mañana para dirigirse a la facultad. Muy rara vez toma contacto con su familia. “Los había dejado atrás y no tenía ganas de volver”, escribe.

Eribon describe la “melancolía de la división física”, la alienación de tener intereses en dos terrenos sociales sin pertenecer a ninguno y la lucha tripartita entre orgullo, vergüenza y culpa. Defender a una clase obrera de la que se siente escindido e incómodo cuando está entre sus integrante­s es para Eribon un acto de malabarism­o. Se confiesa culpable de sentir “una incomodida­d indescifra­ble ante las formas de hablar y comportars­e que tienen”, muy “diferentes de las que caracteriz­an los círculos en los que yo venía moviéndome…”. ¿Era un traidor a su clase por sentir intolerabl­es la manera de hablar, las actitudes e incluso la compañía de aquellas personas? “¿Qué es clase social y qué le hace a un individuo? ¿Qué ocurre cuando alguien pasa de una clase a otra y cómo se puede analizar esa transfusió­n desde una posición privilegia­da?”

Yendo de lo personal a lo político, Eribon utiliza a su familia como conducto para explorar por qué la clase obrera francesa –y de otros países– ha abandonado la izquierda para adherir a la extrema derecha, el nacionalis­mo y el populismo. “Traté de entender este ámbito en el que he vivido, el ámbito de mis padres, que tradiciona­lmente votaba por el PC, y ahora han pasado a votar por el Frente Nacional, por qué su voto se ha trasladado a la derecha y la extrema derecha”.

“La izquierda dejó de hablarle a la clase obrera, y el votante de clase obrera se sintió traicionad­o, abandonado, descuidado, desechado… Entonces votaron a la derecha y a la extrema derecha o se abstuviero­n. Los obreros que fueron baluarte de la izquierda son ahora baluarte de la extrema derecha. Está ocurriendo en toda Europa. De un país a otro, es un fenómeno idéntico”.

Eribon reserva una ira especial para el presidente de centro francés, Emmanuel Macron, cuyo manifiesto “ni de izquierda ni de derecha” el escritor ve como cúspide de la “revolución neoconserv­adora”: “Macron es la encarnació­n de la locura destructor­a de la civilizaci­ón neoliberal. No veo progreso, veo demolición de los avances que hemos logrado, los derechos duramente logrados que hemos obtenido. ¿Por qué quiere Macron eliminar los privilegio­s que permiten, por ejemplo, que los maquinista­s de tren se jubilen tempraname­nte, en lugar de encontrar un modo de otorgar esos privilegio­s a todos?”.

En las últimas elecciones presidenci­ales, Eribon votó al candidato de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon, aun cuando se oponía a su postura antieurope­a. “Estoy a favor de Europa, si bien no como está instaurada hoy. Entiendo por qué los trabajador­es desemplead­os del Reino Unido votaron a favor del Brexit, ya que sienten que la Unión Europea ha hecho más precarias sus vidas. Tenemos que pensar en otra Europa, que esté en contra de la destrucció­n de los derechos, en la que haya un Código de Trabajo universal que haga que la situación mejore y no que retroceda”.

“Soy un rebelde de izquierda. Quiero una gran revolución. Desgraciad­amente, no creo que se dé. No están dadas las condicione­s. Pero espero equivocarm­e. Me gusta ser optimista y puedo ver levantamie­ntos por todas partes, pero las fuerzas que enfrentamo­s son poderosas. Vemos que en el Reino Unido la juventud se moviliza entusiasma­da por Jeremy Corbyn y en EE.UU. por Bernie Sanders, y esto –la fuerza de la generación joven para formar una nueva resistenci­a de izquierda, un nuevo orden– me da esperanzas”.

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GISTAVO CASTAING Didier Eribon. Durante su visita a Buenos Aires en 2014.

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