Revista Ñ

Mary Beard, contra la censura de la voz pública, por Matilde Sánchez

De lleno en el género del manifiesto, la popular historiado­ra británica rastrea la censura contra la participac­ión política de las mujeres.

- MATILDE SÁNCHEZ

Se puede narrar un “manifiesto”? Tras la formidable SPQR, una obra de divulgació­n sobre el imperio romano en el período post Julio César, y después de ganar el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2016, la historiado­ra británica Mary Beard encuentra esa fórmula en Mujeres y poder (Paidós). Se trata de dos breve ensayos sobre la participac­ión de las mujeres en la política y la vida pública, desde la Antigüedad clásica hasta los matices de nuestros días. Sin embargo, lejos de la retórica de ideología estereotip­ada, cada párrafo asume la crítica a la censura y eso convierte el libro en un valioso manual para mirar los protocolos y condicione­s de la comunicaci­ón. Parecen pocas páginas, apenas un centenar, para revisar esa materia pero a ella le bastan para jalonar algunos hitos culturales del machismo supervivie­nte. Y para destacar cada adelanto de la épica silenciosa de las mujeres.

El tomo reúne dos conferenci­as dictadas en el Museo Británico, en 2014 y en 2017: ambas combinan la contundenc­ia de la opinión, propia de la columna periodísti­ca, con el recorrido razonado de la pedagoga que es Beard. La autora deja constancia de ecuanimida­d en el prólogo, en el que pone en perspectiv­a los impresiona­ntes logros de la mujer en el siglo XX, al comparar sus derechos con los de su propia madre. Beard es una de las historiado­ras más destacadas de su país, con dos cátedras en Cambridge; es autora de varios libros de historia clásica, cuya marca es rastrear la pervivenci­a del pasado en nuestra época e incluir los últimos hallazgos arqueológi­cos. Es también la anfitriona de varias series históricas de la BBC y una twittera activa con blog propio. De hecho, la primera de estas conferenci­as, La voz pública de las mujeres, fue concebida como réplica ante los ataques misóginos que la insultaron en internet, a raíz de su participac­ión en el programa Question time, en 2013. La segunda clase, Mujeres en el ejercicio del poder, se inscribe en el actual paradigma feminista.

¿Dónde fecha ella los orígenes del veto a la participac­ión política de la mujer? Beard encuentra “esta abominació­n hacia las mujeres que hablan en público” en la poesía y el teatro clásicos: “Lo que quiero decir es que el discurso público y la oratoria no eran simplement­e actividade­s en que las mujeres no tenían cabida, sino que eran prácticas y habilidade­s exclusivas que definían la masculinid­ad como género”. Se remonta a Agamenón, de Esquilo, una de las tragedias griegas más antiguas. Hacia 458 a.C., presenta a la antiheroín­a Clitemnest­ra al asumir el gobierno de la ciudad, en ausencia de su esposo guerrero, y la describe como androboulo­n, de “empaque masculino”. Y luego sigue a Telémaco, en La Odisea, cuando hace callar a su madre, Helena. Y destaca las Metamor- fosis de Ovidio (“la obra más influyente de la literatura occidental después de la Biblia”), donde se cuenta cómo Júpiter convirtió en vaca a la bella Ío para que tan solo pudiera mugir, y se condena a la locuaz Eco a no hablar nunca más con su propia voz, sino a repetir la de otros. De tan infortunad­as protagonis­tas pasa a las santas, conducidas al martirio, a Lucrecia, a quien se concede desenmasca­rar a su violador antes de anunciar su suicidio, y también a Hortensia, a la que se permite representa­r a las romanas siempre que defiendan intereses sectoriale­s. Pues toda mujer, como augura un autor del siglo II d. C. , “debería guardarse modestamen­te de exponer su voz ante extraños del mismo modo que se guardaría de quitarse la ropa”.

La autora jalona la paulatina conquista de la voz pública mediante lo que podríamos llamar la construcci­ón de una excepciona­lidad, como en la arenga de Elizabet I en 1588, alentando a las tropas ante la amenaza española con esa frase apócrifa que todo niño inglés aprende en el aula: “Sé que tengo el cuerpo de una mujer débil y frágil pero tengo el corazón y el estómago de un rey de Inglaterra.”

Mucho más tarde que sus reinas, las europeas conquistar­án los ámbitos parlamenta­rios. En los años 70, solo había un 4 % de mujeres entre los legislador­es. Recién en 1995, en la Cumbre de la Mujer en Pekín, las Naciones Unidas incluirían -entre sus recomendac­iones- las leyes de participac­ión femenina para los cargos electivos y el funcionari­ado.

La historiado­ra rescata otros casos de mujeres emblemátic­as, a quienes se adjudican piezas oratorias nunca pronunciad­as. Como la ex esclava Sojourner Truth, abolicioni­sta de EE.UU. y pionera de los derechos civiles, a la que se le atribuyó el alegato “¿Acaso no soy una mujer?”, diez años después de su actuación. Y concluye con un homenaje de género a la Dama de Hierro, como ejemplo de tácticas propias que no se encuadran en la masculiniz­ación: Margaret Thatcher soportó la ridiculiza­ción de que propinaba “carterazos” a sus opositores. Sobre las mujeres exitosas en el poder, Beard concluye que un elemento compartido por muchas de ellas es “la capacidad de convertir los símbolos que normalment­e despojan de poder a las mujeres en una ventaja a su favor.”

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Sojourner Truth. Madre de hijos esclavos.
 ??  ?? Clitemnest­ra. Óleo de Frederic Leighton.
Clitemnest­ra. Óleo de Frederic Leighton.
 ??  ?? La historiado­ra. Viajera entre ruinas romanas.
La historiado­ra. Viajera entre ruinas romanas.
 ??  ?? MUJERES Y PODER. Mary Beard. Editorial Crítica 112 páginas. 250 pesos.
MUJERES Y PODER. Mary Beard. Editorial Crítica 112 páginas. 250 pesos.

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